Años de lucha y víctimas se saldan con unos presupuestos: la rabia invade la Guardia Civil

En los cuarteles y grupos de Whatsapp de la Guardia Civil no dan crédito a la política del ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska. Suena duro, pero desde este cuerpo policial tienen claro que ellos lograron acabar con ETA «poniendo muertos encima de la mesa». La expresión es tremenda, pero es cierto que sobre la Guardia Civil pesa una gran cantidad de víctimas del terrorismo y ahora la rabia se ha apoderado de muchos de sus agentes tras enterarse de que Marlaska, englobado en las negociaciones de los Presupuestos Generales del Estado con EH Bildu, ha acercado a presos de ETA a cárceles del País Vasco y ha sacado del aislamiento a ‘Txapote’, el asesino del concejal secuestrado del Partido Popular, Miguel Ángel Blanco. «No todo vale», se repiten en el cuerpo.

El Ministerio del Interior no notifica nada de forma abierta. Intenta que las concesiones de Marlaska a EH Bildu en relación con los presos de ETA pasen desapercibidas, pero no está siendo así. Lo que no percibe el ministro es el hartazgo que se desliza de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Nadie comprende cómo ha cedido a tantas demandas del partido nacionalista después de lo que han vivido los agentes que lucharon contra el terrorismo. Al final ganaron, o eso parece, sí, pero tal y como repiten en los grupos y en el entorno de la Guardia Civil, «a base de poner muertos encima de la mesa». Por esto consideran intolerable la postura del ministro, que ya había hecho méritos por una equiparación salarial incompleta y una purga de altos mandos injustificada.

Marlaska está enfrentado por completo a la Guardia Civil. A cada paso que da, parece enemistarse aún más con este cuerpo. Todo empezó con la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos (tras enterarse Marlaska de que investigaba la responsabilidad del Gobierno por haber permitido celebrar el 8-M). Pero desde entonces el ministro del Interior no ha dejado de hacer méritos. Otro ejemplo muy llamativo de este asunto ha sido el retirar determinadas competencias al general jefe de la Guardia Civil en Canarias, Juan Miguel Arribas Revuelto, después de que éste se quejara de que Interior no estaba haciendo nada para controlar el flujo de pateras en las islas Canarias. Y suma y sigue

En cualquier caso, la sensación en la Guardia Civil no es solo que no tiene respeto por su trabajo, sino que Marlaska está utilizando su labor durante años como arma de negociación. Que encarcelar a determinados presos de ETA haya costado vidas de agentes y destrozar a sus familias no parece importar a la hora de hacer un guiño a los independentistas vascos para aprobar los Presupuestos. «No todo vale», se repiten una y otra vez en la Guardia Civil. Y aunque Marlaska haya intentado sobornar a los agentes del cuerpo con una equiparación que aún no ha llegado en todo su esplendor, la rabia entre los policías se deja notar, y mucho.

Ya no cuentan ni con los dedos de las manos a la cantidad de presos que han acercado. Todo por supuesto de forma sibilina para evitar levantar polvo. Pero las sensaciones desde la Guardia Civil es que tarde o temprano esto estallará por algún lado. Es Jusapol, uno de los sindicatos policiales más beligerantes, el que más ruido está haciendo, pero lo cierto es que los agentes de verde mantienen cierta discreción haciendo alarde de su disciplina militar. Pero eso no significa que el hartazgo esté copando incluso la paciencia de los altos mandos.

Las sensaciones es que Marlaska debe mantener un equilibrio muy delicado para que no estalle una guerra interna. Y tal y como afirma un exaltocargo de Interior, «no hay nada peor que pueda hacer Marlaska que enfrentarse a la Guardia Civil», pero de momento quien manda es el presidente del Gobierno, que prefiere mantener una actitud complaciente con los nacionalistas e independentistas con tal de conseguir unas cuentas que le garanticen acabar la legislatura en La Moncloa. «Unos presupuestos manchados de sangre», se dice entre algunos agentes que han vivido la época dura de la lucha contra ETA.