Robles resiste y evita reconocer que la vacunación de la cúpula militar la programó su subsecretaria

Lo sabía desde el principio. Cuando los militares recibieron una partida de vacunas exclusivas para ellos, la ministra de Defensa, Margarita Robles, era perfectamente consciente de que el protocolo de vacunación de las Fuerzas Armadas se regiría por un criterio propio. Cómo, cuándo y a quién vacunar es algo que dependía de la subsecretaria de Defensa, Amparo Valcarce García, y cuando el JEMAD y toda la cúpula militar se vacunó antes de tiempo y saltándose todos los criterios del Ministerio de Sanidad, se hizo con el consentimiento de Valcarce y, por tanto, de la propia Robles. Sin embargo, mientras que sí ha habido consecuencias para el general Miguel Ángel Villaroya, la máxima responsable se ha ido de rositas. Y ya hay políticos socialistas que presionan para que Robles y su equipo asuman su parte de la responsabilidad; Y el más interesado es el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, aunque hay otros miembros del Gobierno que están hartos de la titular de Defensa.

El escarnio público al que ha sido sometido el JEMAD ha forzado su dimisión. La ha presentado él, no la ha forzado en exceso Robles. El problema que se presenta ahora es doble: por un lado, está la responsabilidad de la ministra de Defensa en todo este protocolo que se ha pasado por la piedra los criterios establecidos por el Ministerio de Sanidad; y por otro, la necesidad de conocer la lista de todos los militares que se han vacunado antes de tiempo, dado que se sabe que hubo muchos otros oficiales que se negaron a inyectarse la primera dosis por cuestión de principios.

Robles no solo no ha asumido su parte de la responsabilidad, algo que ha generado malestar dentro del propio Gobierno y ha forzado a algunos ministros y dirigentes socialistas a presionar a la ministra para pedir que asuma su parte de responsabilidad. Nadie en Defensa, según las fuentes consultadas, se cree que ese protocolo interno paralelo que se estableció en las Fuerzas Armadas con la partida de vacunas exclusivas que se destinaron solo para ellos fuera ajeno a Robles. La ministra lo sabía porque ese protocolo lo estableció Valcarce. Y ¿de quién depende la subsecretaria de Defensa?

El JEMAD ha dimitido, sí. Pero Robles se ha negado en rotundo a asumir cualquier tipo de responsabilidad (y las fuentes consultadas indican que no lo piensa hacer). El silencio se ha convertido en su estrategia a pesar de que hay voces que piden que se filtren los nombres de aquellos militares que se vacunaron saltándose las recomendaciones del Ministerio de Sanidad.

Hubo muchos oficiales que se negaron a vacunarse a pesar de que pudieron disfrutar de esas dosis exclusiva en las Fuerzas Armadas. Pero lo que sí ha quedado claro es la opacidad con la que el Ejército ha gestionado una sorprendente partida de vacunas que ha sido destinada a los militares para que la administren a su discreción.

Robles espera que pase el chaparrón. Solo el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, ha tomado la decisión de defender cómo actuaron los militares que se vacunaron antes de tiempo (siempre altos cargos con coches oficiales y escoltas a su entera disposición), pero tampoco es que las palabras de Almeida hayan convencido a nadie en especial, de hecho, han generado malestar en Génova. El problema es que parece que de momento la presión sigue apretando a Robles, aunque las fuentes insisten en que no hará nada. Ningún movimiento.

Este tipo de protocolos sanitarios siempre se establecen a través de la Subsecretaría de Defensa. Esta es una de las áreas que dependen de la ministra Robles y era perfectamente consciente (en caso de que directamente no fuera Valcarce quien elaborara este planing) de que los militares de más alto rango se iban a vacunar antes que el resto. ¿El criterio? El escalafón. Que fueras más de riesgo o que estuvieras mucho más expuesto al coronavirus (como los militares de la UME) no fueron puntos a valorar. Solo de arriba abajo. Raro es que no le haya caído un pinchazo de Pfizer a la propia ministra de Defensa.

El malestar en los partidos políticos se deja notar con todo esto. Las palabras de Almeida han abierto una brecha dentro del Partido Popular mientras que la actitud de Robles directamente ha abierto una guerra interna dentro del PSOE, dado que hay algunos ministros que no la soportan que intentan presionarla a toda costa para que dimita por haber permitido este protocolo de vacunación.

LA PRESIÓN DEL VECINO

El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, no se lleva bien con la ministra y ha intentado presionarla para desgastar a Robles ante el caso de las vacunaciones de la cúpula militar. Tan pronto vio que se había dado a conocer que los generales y otros oficiales se habían aprovechado de su posición para vacunarse contra el coronavirus, el ministro del Interior cesó al enlace del ministerio con la Guardia Civil (que también se había vacunado) con el único objetivo de presionar a Robles para que hiciera lo mismo con Villaroya.

Robles entendió el mensaje, pero no hizo movimiento político alguno. Mientras Marlaska busca enfrentar a Robles contra la cúpula militar, la ministra se centra en que no se sepa que ella conocía (y compartía, probablemente, dado que dio su aprobación al plan de la Subsecretaría) el nuevo protocolo de vacunación offshore de los militares de alto rango. Esto no ha acabado y el ministro espera devolverle todo lo que Robles le ha dado.

ALMEIDA PATINA

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, ha roto su racha. Era el político de moda. Todos, incluido el propio presidente del Partido Popular, Pablo Casado, se pegaban a él para que se les contagiara parte de su estilo. Los madrileños le aplaudían por la calle e incluso había quien dentro de la formación le veía con un futuro político brillante (quizá demasiado). Pero ahora, tras justificar que el jefe del Estado Mayor (JEMAD) y parte de la cúpula militar se haya vacunado saltándose el protocolo establecido por el Ministerio de Sanidad e insistir en que es “razonable” que los políticos, líderes militares y cualquier persona con un puesto de relevancia debe vacunarse a la par que los mayores de 80 años. El malestar se nota, y el mensaje que circula por Génova es el mismo: Almeida ha justificado su propia vacunación.

El alcalde de moda ha roto su buena racha. No es fácil pasear por Madrid en plena pandemia y con los datos económicos y sanitarios como están. Y mucho menos gestionar el ego cuando los ciudadanos te aplauden desde los balcones y las ventanas de los bloques de edificios. El sentir en algunos sectores del Partido Popular es que Almeida ha llegado a un punto en el que siente que todo lo que dice y hace tiene sentido y es políticamente correcto. Pero este último mensaje no ha sentado bien, sino que se lo digan a los populares que se han dejado la voz pidiendo la dimisión de los alcaldes socialistas que se han puesto la vacuna antes de tiempo. ¿Y si se la pusiera Almeida?