La educación canina no es lo que la gente cree que es

Si un perro se porta mal, lo primero que se acostumbra a pensar es que es “malo”, “desobediente” o, incluso, “dominante”. En cualquier caso, la culpa de ese comportamiento es del perro y se debe hacer algo para que se porte bien, como por ejemplo un adiestramiento o modificación de conducta.

Antiguamente, se conocía muy poco a los perros, por lo que había un remedio mágico llamado “obediencia básica” que prometía que cualquier perro se portara bien y se entendía por perro perfecto, un perro robot. Era un proceso de adiestramiento de algunos meses en los que el perro aprendía a sentarse, tumbarse, estar quieto, caminar al lado y acudir a la llamada.

Pero, a medida que se conocía con más profundidad al perro y la utilidad del adiestramiento, ese proceso hizo aguas y no servía para solucionar problemas como orines en casa, destrozos en casa, ladridos constantes. Esto es porque el adiestramiento en realidad no es más que enseñar habilidades a un perro, su significado literal es “hacer diestro”, del latín “dextrum”, lo que supone que está genial para que ejercite la mente y el cuerpo aprendiendo ciertas cosas, pero no soluciona muchos problemas de comportamiento.

Es cierto que ayuda de forma terapéutica, ya que les ofrece estimulación mental, pero de poco va a servir a un perro que llora al dejarlo solo en casa aprender a sentarse. Tras esto, aparece la “modificación de conducta” o, dicho de otro modo, cómo hacer que un perro reaccione de forma distinta a una misma situación. Esto significa que, volviendo al ejemplo del perro que ladra al dejarlo solo, este aprende a llevar mejor ese momento de soledad y no ladrar. Esto es muy correcto, pero sigue echando la culpa al perro por su “mala conducta”, la cual hay que modificar.

La realidad, quizás incómoda, es que un mal comportamiento es el efecto secundario de un problema raíz, un problema que hay que detectar y solucionar. Si un perro ladra al quedarse solo, hay que ver primero el motivo: ansiedad por separación, trauma del pasado, intolerancia a la soledad, aburrimiento… Una vez se sabe el motivo, se debe ayudar al perro a solucionarlo para que, una vez solucionado, ese ladrido desaparezca y se consiga un perro que duerme plácidamente al quedarse solo.

Si se analiza bien, la culpa no es del perro, él no escoge portarse “mal”. La realidad del trabajo del día a día de muchos especialistas en comportamiento canino es conseguir una estabilidad mental, emocional y física en el perro que hace que se sienta más feliz y, por ende, los problemas de comportamiento se solucionan. El verdadero trabajo es acompañar a la familia del perro a conseguir un perro feliz, a entenderlo, a comprender qué le pasa y cómo ayudarle en cada momento, a tener una convivencia perfecta. Así pues, un perro perfecto es un perro feliz y un perro que “no se porta bien” es probablemente un perro que no es 100 % feliz.

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