El S-80 ante su prueba más crucial

El primer submarino de la clase S-80, el S-81 Isaac Peral, afronta en los próximos días su hora de la verdad. Tras años de diseño, desarrollo, construcción y pruebas, su primera inmersión se producirá en una fecha a determinar entre los últimos días de marzo y los primeros de abril, en aguas de Cartagena. Esta es la previsión, pero en un proyecto de alta tecnología como es este, en el que lo que se esta construyendo es un prototipo, no es de extrañar algún retraso, tal y como sucede en todas los países que afrontan un reto tecnológico de este calado.

Si todo sale bien el Isaac Peral se sumergirá y volverá a emerger, sin llegar a navegar en inmersión, en una prueba más del complejo calendario progresivo de pruebas que debe afrontar un buque de guerra de estas características antes de entrar en servicio. Esta previsto que a finales de este año 2023, y tras haber superado con éxito todas estas pruebas, sea entregado a la Armada. De hecho es una dotación de la Armada la que , junto a técnicos de Navantia, la empresa constructora, y de otras empresas contratistas, realiza estas pruebas de mar previas a su entrada en servicio.

De este modo España se convierte en uno de los pocos países del mundo con capacidad de diseñar y fabricar submarinos de última generación. Cartagena, que vió nacer, a finales del siglo XIX, al primer submarino de la historia, diseñado por Isaac Peral, volverá a ser la cuna de uno de los más avanzados buques de combate de el mundo. Entre tanto, a lo largo del siglo XX, multitud de submarinos han sido construidos y han tenido su base en Cartagena. Los últimos los S-70, fabricados bajo licencia francesa a lo largo de los años ochenta, y que aún siguen en servicio con alrededor de cuarenta años sobre sus cuadernas.

Bien mantenidos y con unas magníficas tripulaciones, aún tienen un impacto muy importante en las operaciones navales, como ha demostrado recientemente el Tramontana, en el ejercicio Helmex-Órión, organizado por la marina francesa. Una fuerza naval, compuesta entre otros por el portaaeronaves Juan Carlos I, se disponía a desembarcar en las costas del sur de Francia varios batallones de infantería de marina. A pesar de estar en el último año de su vida operativa y ser el buque más veterano de los que participaban en el ejercicio, el Tramontana se mantuvo operando durante días de forma encubierta, sin poder ser detectado por los modernos sonares de las fragatas francesas, los helicópteros o los aviones de patrulla marítima que intentaban darle caza. Su sola presencia y la amenaza que representa dificultó el desembarco e incluso pudo haberlo hecho muy peligroso para los barcos de superficie, en el caso de que hubiera sido una situación real. El Tramontana y su tripulación volvieron a demostrar porque el submarino es el mayor arma de negación del mar que existe y porque España ha hecho muy bien en no perder la capacidad de diseñar, construir y operar estos determinantes sistemas de armas.