¿Moverán mañana mismo la silla a Pablo Casado?

Pablo Casado ha tenido que gestionar la tormenta perfecta que se ha llevado el seguro paquebote de la derecha española a estrellarse en un acantilado. La pérdida de millones de votos y casi 70 diputados no puede dejar incólume su liderazgo. Fuentes internas del partido temen que mañana mismo empieza la ofensiva para moverle la silla. En el subconsciente de todos subyace la idea de que apostar a la derecha no ha funcionado.

Si la cantinela de que Sánchez era un presidente con solo 84 diputados fue un soniquete hasta anoche, el terrible resultado del PP lo coloca en mala posición para cualquier debate. El primer problema para el PP, que tiene muchos, es cómo gestionar esta derrota de cara a la próxima cita con las urnas, las elecciones del 26M. Parece difícil que se gestione un liderazgo alternativo en tan pocos días, pero se da por hecho que se intentará la dimisión de Casado mañana mismo.

Será el primero de los problemas, porque la hecatombe coloca al partido en una situación muy apurada, hasta económicamente. Anoche fue trending topic un vídeo fake, de Soraya Sáenz de Santamaría bailando sobre la derrota de Casado.

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El joven líder del PP representaba el rearme ideológico del partido. De hecho, es cierto que levantó pasiones en sus propias filas –militantes y cuadros–, pero durante la campaña se pudo apreciar que no en la calle. La baza que jugó Casado en las primarias ante Sáenz de Santamaría es que era el mejor antídoto ante Vox. De ahí la presencia de José María Aznar en campaña. La estrategia ha resultado fallida.

¿Qué ha fallado en el PP? Aparentemente, casi todo. Aunque lo más probable es que la histeria movilizadora en torno a Vox –que, pese a su irrupción fuerte, no ha cubierto sus propias expectativas–  haya llevado a error a los directores de la estrategia del PP. Por primera vez desde los tiempos de Fraga, el PP ha olvidado que las elecciones las gana el partido que ocupa el centro.

Había demasiadas facturas que pagar: la de la corrupción, el olor a derrota de la salida de Rajoy, la falta de un liderazgo consolidado, el acoso de Vox y el de Ciudadanos. El desafecto y la sensación de huida que supuso la salida de Ángel Garrido hacia las filas de Ciudadanos fue la puntilla.

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Casado, joven y supuestamente renovador, ha cometido el error de apoyarse en la viaja partitocracia del PP. La derrota en Madrid, de proporciones históricas y dolorosa, lo demuestra. Apenas los líderes regionales fuertes, como Feijoo, han logrado aguantar algunos feudos, como los de algunas provincias de Castilla y León.

El PP pensó que sus votantes lindaban entre Ciudadanos y Vox, y creyó que debía recuperar los caladeros de votantes que se habían apuntado al efecto casi pop de Vox. Eso descentró el discurso a Vox. Casado intentó ser un Abascal moderado, evaluando sin duda en exceso el fenómeno de su antiguo compañero de partido. Pero no era un Abascal, que no ha conseguido otra cosa que desgajar la derecha y movilizar el voto de la izquierda de manera casi masiva. Sobre todo en Cataluña, donde el PP ha llegado a sus mínimos históricos, o en el País Vasco, donde ni siquiera Javier Maroto ha logrado su escaño al cierre de esta edición.

Hay varias decisiones tomadas directamente por el equipo de Casado, que van a pasarle factura. Cayetana Álvarez de Toledo con toda seguridad ha movilizado más votos fuera de Cataluña que en el territorio en el que se ha presentado, donde solo ella ha logrado escaño. Apuestas como la del periodista Pablo Montesinos como cabeza de cartel en Málaga (donde el PP se ha quedado en la mitad del voto que en 2016), o la estrafalaria lista de Madrid, con el torero Miguel Abellán, son otras de las dolorosas minutas que va a pagar Casado.

Anoche, en Génova, apenas la única esperanza que quedaba era “que los votantes de Vox se dieran cuenta del estropicio que han provocado en la derecha española”, aseguraba a MONCLOA.COM un cargo del partido. O sea, que los votantes rectificaran y se dieran cuenta de que el PP es necesario de cara a las elecciones locales, autonómicas y europeas del 26 de mayo. Pero la impresión era anoche funesta. En esas elecciones hay otras decisiones de Casado verdaderamente complicadas, como la de Isabel Díaz Ayuso para la Comunidad de Madrid, de quien se espera que haga una campaña hacia arriba, tras un inicio titubeante.

El PP se ha quedado huérfano. Apenas queda en primera fila nadie de la generación de Aznar y Rajoy. Los ministros de los últimos gobiernos están defenestrados. Rajoy, Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal han dejado la política. La guerra interna fue tan cruenta que acabo por saturar a sus votantes. El partido se ve abocado, de entrada a un ERE y una mudanza de sede, insostenible con una estructura basada en menos de 70 diputados. Por los pasillos de Génova aún deambulan funcionarios que han movido los hilos, nunca desde la primera fila. Los jóvenes García-Egea y Casado tienen delante un reto mayúsculo, remontar la situación de haber roto el suelo electoral del partido. En los grandes retos es donde se templan los políticos con mayúsculas.