El retorcido plan de Sánchez para conseguir otro estado de alarma con Arrimadas

  • El presidente del Gobierno quiere prolongar el estado de alarma por un mes más.
  • Arrimadas apuntaló el anterior y se propone hacer lo mismo con el siguiente, pero rebajando los días.
  • Si el plan sale bien, Ciudadanos apoyará un estado de alarma de dos semanas.
  • Las conversaciones entre Ciudadanos y el PSOE parecen haber avanzado. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quiere alargar el estado de alarma al menos un mes más. Sin embargo, el líder socialista tiene que hacer malabares entre varias formaciones para conseguir sus objetivos sin cerrarse puertas. Es por eso que tras acercar posturas con el Ciudadanos de Inés Arrimadas durante la prórroga de este estado de alarma, el presidente del Gobierno ha urdido una estrategia que pasa por conseguir su objetivo con el apoyo de la formación naranja pero sin erosionar (o al menos no mucho) la imagen del partido de Arrimadas de cara a sus votantes más conservadores. Un plan retorcido que prolongará, según aseguran fuentes cercanas al Ejecutivo, por 15 días más el estado de alarma, no un mes.

    El plan es retorcido, pero fácil de entender. Como en toda negociación, Sánchez tira a lo más alto para llegar a un acuerdo en un punto intermedio. Y ahí es donde entra la lideresa de Ciudadanos, ya que será Arrimadas la que «consiga» convencer al presidente para que reduzca sus ambiciosas expectativas. El líder socialista pedirá un mes más de estado de alarma y será Arrimadas la que ponga el grito en el cielo y consiga reducirlo a la mitad. Aprobará una prórroga de 15 días y de cara a sus votantes se venderá como el contrapeso conservador que consiguió evitar, además del bloqueo, el ambicioso plan del presidente. Y de esto están al corriente ambas formaciones.

    La clave está en que este plan no se queda ahí; pues lo cierto es que Sánchez quiere un estado de alarma hasta julio que le permita dirigir la desescalada. Ese control que le ha supuesto enfrentamientos con algunas comunidades autónomas como la de Madrid está cada vez más erosionado y tiene cada vez menos apoyos. De hecho, la desafección ha llegado incluso a algunos barones socialistas que buscan una vía alternativa para que la desescalada no se dirija desde la capital. Por eso, el presidente del Gobierno se ha visto obligado a urdir una estrategia de la mano de la presidenta de Ciudadanos algo maquiavélica.

    Sánchez no mira a largo plazo. Va paso a paso y sabe que 15 días de estado de alarma es mejor que nada. Y si lo venden como una victoria para Ciudadanos, poco le importa. Dentro de dos semanas, el presidente volverá con la arremetida e intentará lograr otra prórroga, pero eso es un problema del futuro. E Inés Arrimadas parece estar más que dispuesta a ceder siempre que convierta a su partido en una bisagra que le permita meter cabeza (aunque sea poca) en las decisiones de Gobierno.

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    Aún así, Arrimadas es consciente de los planes de Sánchez y no los ve con malos ojos. Lo único que le preocupa a la catalana es que sus pocos votantes se acaben de marchar a otro partido, razón por la que está cuidando mucho las formas adoptando una estrategia sanchista que solo beneficia al Gobierno, ya que permitirá a Sánchez decidir sobre las comunidades durante todo el mes de mayo y parte de junio.

    De cara a una posible segunda vuelta, es decir, a que Sánchez arremeta en el próximo mes con nuevos deseos de prorrogar otra vez el estado de alarma por otras dos semanas, Arrimadas puede no estar. Su baja por maternidad pondría a una segunda cara menos conocida al frente del partido y si se tiene que quemar dándole el sí al presidente, que se queme. El caso es que Ciudadanos ha dado un nuevo salto ideológico de la derecha, donde lo dejó Albert Rivera, al centro dando por hecho que hay que ser una muleta más del Gobierno.

    El problema de esta alianza temporal es que los independentistas (muchos más valiosos en el tablero político) cierren la puerta al presidente del Gobierno por su acercamiento a Ciudadanos. Es por eso que Sánchez tiene que vender ese acuerdo como una batalla, como una dura negociación entre ambos partidos para no erosionar ni sus posibles pactos futuros con los nacionalistas e independentistas ni tocar la intención de voto de los pocos supervivientes conservadores que han quedado en el seno de Ciudadanos.