El plan de Rivera para ahogar al nacionalismo se topa con la Constitución

Ciudadanos quiere cortar el oxígeno a los partidos nacionalistas e independentistas. Su líder, Albert Rivera, no oculta que una de sus principales motivaciones para estar en política es combatir estas ideologías y que sus adversarios no son tanto el PP o el PSOE como el PDeCAT, ERC o el PNV.

Partidos que, muy a pesar de Cs, han tenido y siguen teniendo un peso importante, en muchos casos determinante, en asuntos de ámbito nacional, como los nacionalistas vascos en la aprobación de los últimos Presupuestos de Rajoy o los separatistas catalanes en la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa.

Rivera quiere dejar fuera de juego a esas fuerzas políticas sin tener que entrar en el contenido de sus declaraciones o actuaciones, como ha hecho Pablo Casado al plantear que los partidos que “alientan o justifican la violencia” dejen de recibir dinero público. Para ahorrarse complicaciones, Ciudadanos busca directamente excluir del Congreso a independentistas y nacionalistas.

Su propuesta, que ya fue presentada el pasado junio y que ahora forma parte de un decálogo que Albert Rivera expuso el pasado sábado en Sevilla, consiste en exigir como mínimo un 3% de los votos a nivel nacional a las fuerzas que pretendan obtener representación en el Congreso. Si este límite hubiese estado en vigor en las últimas elecciones generales, ninguno de los partidos nacionalistas e independentistas habrían conseguido escaños, a menos que se hubiesen unido en una coalición.

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Este decálogo, que Rivera definió como las “tablas de la ley” de Ciudadanos y que se comprometió a cumplir si gobierna, contiene una serie de medidas que Cs ha ido proponiendo en los últimos años para arrinconar y cortar las alas a los partidos nacionalistas e independentistas, además de varias reformas de regeneración política.

Sin embargo, a la formación naranja no le va a resultar fácil llevar a la práctica algunas de esas promesas, ya que para ello debería impulsar una modificación de la Constitución, con el amplio consenso político que eso requiere.

RIVERA ASUME QUE NO PUEDE ACABAR CON EL CUPO VASCO

En el caso de la reforma para fijar el umbral del 3% de los votos, en la que Cs añade el establecimiento de listas abiertas y una mayor proporcionalidad en el reparto de escaños, habrá que tocar la Carta Magna si se pretendiera cambiar la circunscripción electoral, que actualmente es provincial, por una circunscripción autonómica o una circunscripción única.

Otra de las medidas del decálogo presentado por Rivera consiste en eliminar la disposición transitoria cuarta de la Constitución, que deja la puerta abierta a la incorporación de Navarra al País Vasco. En cuanto al Concierto vasco y al Convenio navarro, sistemas fiscales propios reconocidos constitucionalmente como “derechos históricos de los territorios forales”, Ciudadanos parece haber asumido que no los podrá eliminar y se conforma con acabar con el “cálculo insolidario y opaco” del Cupo vasco.

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También sería necesario cambiar la Constitución para cerrar el Senado, que es otro de los compromisos del decálogo de Cs. Si no logra eliminar la Cámara Alta, su plan B es al menos reformarla para convertirla en una verdadera Cámara territorial. Allí es, precisamente, donde el partido liberal querría mandar a los partidos nacionalistas para que debatan las cuestiones autonómicas.

Dentro de las diez medidas expuestas por Rivera en Sevilla, hay otras que se podrían llevar a cabo sin tener que reformar la Constitución y que dejan claro cuál es el objetivo de Ciudadanos: hacer que se tambaleen los pilares que el nacionalismo ha utilizado para hacerse fuerte, como la financiación, la sanidad, la educación, la lengua o los cuerpos policiales autonómicos.