Los gazapos de Celaá terminan con los tradicionales corrillos en La Moncloa

La llegada de Pedro Sánchez al Gobierno ha traído nuevos aires a La Moncloa, aunque uno en concreto bastante viciado: el hecho de que la portavoz, Isabel Celaá, se niegue a hablar con los periodistas al término de la rueda de prensa de los viernes tras el Consejo de Ministros.

Curiosamente, desde esta semana se pueden visitar las instalaciones y jardines de La Moncloa en grupos reducidos de 25 personas, previa inscripción y en un recorrido guiado y gratuito. Los visitantes pueden entrar en la sala donde se reúne el Consejo de Ministros o se da la habitual rueda de prensa posterior está ya al alcance de cualquiera, pero pocos saben que esta “nueva época en la política española”, como le gusta destacar al presidente, también ha introducido otras novedades que suponen un paso atrás en transparencia.

A los visitantes de La Moncloa nadie les contará que en esa sala de prensa, donde cada viernes el Gobierno explica los acuerdos del Consejo de Ministros y se somete a las preguntas de los medios de comunicación, se ha puesto fin a una tradición de años: los corrillos al término de la conferencia donde, ya fuera de micrófono, los periodistas intentan sonsacar al compareciente aquello que se ha resistido a contar ante las cámaras.

El socialista Alfredo Perez Rubalcaba, que ejerció de portavoz del Gobierno tres años con Felipe González (entre 1993 y 1996) y uno con José Luis Rodríguez Zapatero, entre 2010 y 2011, recuerda estos corrillos como el momento más peligroso de los viernes, cuando, pasado el examen de la rueda de prensa, los periodistas podían pillarle a uno en un renuncio.

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Quien ejerce la función de Rubalcaba en el Gobierno de Sánchez es la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, cuya inseguridad a la hora de exponerse a los medios de comunicación se notó desde el primer día. En sus intervenciones tras los primeros Consejos de Ministros solía equivocarse en el momento de ofrecer el dato más clave. Aunque ha ido mejorando, los gazapos de Celaá siguen siendo la comidilla de los periodistas en las redacciones.

En el estreno de la portavoz el 8 de junio pasado, tras el primer Consejo de Ministros del Gobierno Sánchez, Celaá evidenció su desconocimiento sobre los controles a los que Hacienda somete a las cuentas catalanas.

Aunque tenía el encargo de presentar como un gesto de distensión con Cataluña el fin de una medida que debía desaparecer con el levantamiento del artículo 155 de la Constitución, la portavoz terminó confundiendo más a la prensa cuando fue incapaz de aclarar si el acuerdo del Consejo de Ministros afectaba al control reforzado que desde 2015 pesa sobre el presupuesto de la Generalitat.

LOS ÚLTIMOS ERRORES DE CELAÁ

Celaá también sembró el desconcierto entre la prensa cuando en la misma rueda de prensa fue variando el día de la llegada del buque ‘Aquarius’ al puerto de Valencia, pero más grave fue el día en que anunció un imposible: la posibilidad de que la Abogacía del Estado se personara en la causa contra los violadores de ‘La Manada’. Fuentes del Gobierno tuvieron que matizar después que en este caso concreto ya no sería posible la intervención de la Abogacía puesto que existía una condena.

La última frase memorable de Celaá en una rueda de prensa de los viernes se produjo en relación a la rectificación de la suspensión de la entrega a Arabia Saudí de 400 bombas guiadas con láser, una decisión adoptada por la ministra de Defensa, Margarita Robles, a quien tuvo que desautorizar el propio Pedro Sánchez, tras constatar que podía poner en peligro el contrato para que los astilleros de Navantia en la Bahía de Cádiz construyan cinco corbetas para las Fuerzas Armadas saudíes.

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Robles quiso paralizar la entrega de las bombas por el temor de que los saudíes puedan emplear esas armas en el conflicto abierto en Yemen desde 2015, que enfrenta a una coalición de países árabes encabezada por Riad contra los rebeldes hutíes.

“Las bombas son láser de alta precisión y si son de alta precisión no se van a equivocar matando a yemeníes”, razonó Celaá el viernes pasado empleando un argumento que sorprendió a propios y extraños. Con este historial de intervenciones, a la portavoz sus asesores se la llevan corriendo de la sala de prensa de Moncloa en cuanto termina la conferencia, no vaya a ser que algún periodista la pille en un nuevo gazapo.