El edificio Windsor ardió el 12 de febrero de 2005, con su destrucción quedaron muchos interrogantes sobre el siniestro que hoy día siguen sin aclararse. La realidad es que las medidas contraincendios que poseía el edificio ubicado en el corazón de Madrid, no fueron suficientes para extinguir el fuego.
Fernando Vigara, exsecretario general de la Asociación de Profesionales de Ingeniería de Protección Contra Incendios (APICI), señaló ayer en una conferencia de prensa las posibles causas por las que el Windsor quedó calcinado aquella noche.
Vigara relató cómo tuvo acceso al informe pericial sobre el incendio que le hizo verificar la carente protección de medios que poseía el edificio. Le extrañó que una construcción tan relevante construida en pleno centro de negocios madrileño, no precisase de los mecanismos adecuados para detener las llamas.
El rascacielos contaba con 27 plantas, entre ellas dos técnicas. Precisamente estas últimas deberían haber actuado como cortafuegos en el momento del siniestro. Pero no fue así, pasadas las 3:35 de la madrugada del 13 de febrero, el fuego atravesó el nivel de la primera planta técnica.
Una construcción de 1974, que por fecha, no estaba sujeta a una ordenanza de Protección Contra Incendios (PCI). Recordemos que la primera norma aplicable en Madrid data de 1976. Justo en 2002, el edificio pidió una licencia de obras de PCI que conllevaba: nuevas bocas de incendio, puertas cortafuego y de registro. Lo más sorprendente, según Vigara, fue que los encargados de pedir dichas licencias aseguraron que habría rociadores, una cuestión que el reglamento no exigía.
Esa fatídica noche, varios fallos técnicos imposibilitaron acabar con las llamaradas. En el informe pericial se muestra dos de las posibles causas relevantes: el problema del forjado con el muro cortina y los ineficaces sistemas de detección de incendios.
En definitiva, el Windsor no albergaba detectores de tipo técnico que posibilitasen la protección de activos. El edificio, que contaba con falsos techos, facilitaba que si había un incendio se propagase con más velocidad por ese motivo. De manera que sí el fuego se originó en un falso techo, la detección de éste sería mas complicada.
Además, el rascacielos solo contó con detectores de humo ubicados en vestíbulos. Por lo que, no había una detección de la zona en cuestión de donde provenía el humo. Por ello, los tiempos se alargaban y el sistema de localización del foco resulto ineficaz.
Otra de las cuestiones no tenidas en cuenta fueron el tipo de manguera. Supuestamente, cualquier punto de la planta debía poder ser batido por las mangueras, en el caso del Windsor no ocurría. Por ello, la longitud disponible de las mangueras impidió su uso por los vigilantes. También, el edificio careció de mecanismos tan simples como rociadores automáticos.
ACTUACIÓN DE LOS VIGILANTES Y LOS BOMBEROS
Cuatro eran los vigilantes que trabajaron esa noche. Según declararon en el atestado, uno de los vigilantes llamó a su compañero para que fuese al lugar central de detección sobre las 23:15 horas. Mientras, uno de los vigilantes subió hasta la planta 21, dónde se originó el fuego.
El protocolo de actuación indica claramente que en caso de incendio, los vigilantes deben quedarse unas plantas por debajo. A las 23:19 los supervisores llamaron a los bomberos y nueve minutos más tarde llegaron los primeros camiones de bomberos. El fuego, que ya había invadido los falsos techos, se propagaba cada vez con mayor velocidad. Finalmente, los 180 bomberos implicados tuvieron que atacar el fuego desde el exterior para que el incendio no se propagase a los edificios colindantes.
Por ende, una pésima detección automática de incendios, unas mangueras sin longitud adecuada para facilitar el trabajo a los bomberos, una protección estructural insuficientes y un manual de autoprotección poco visible para los vigilantes, hicieron que el Windsor quedase abrasado esa madrugada.