El último cartucho de Sánchez: confiar en la abstención del PP tras el 10-N

  • Algunos dentro del PP están dispuestos a abstenerse en la investidura para desgastar al presidente y exigir, después, elecciones.
  • El PSOE se niega a ofrecer ministerios a Unidas Podemos y a pactar con los partidos independentistas tras el 10-N.
  • Ciudadanos está en caída libre, y algunos sondeos apuntan a que su resultado será tan bajo que no será llave de Gobierno.
  • Pablo Casado tiene la llave del palacio de La Moncloa. Desde que empezó la campaña, los socialistas no han hecho más que cerrarse puertas. Desde Ferraz se muestran convencidos de lo que no quieren. No ofrecerán de nuevo ministerios a Unidas Podemos y tampoco negociarán con las formaciones independentistas. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, quiere gobernar en solitario, pero los números que vaticinan las encuestas no suman. Y ahí es donde entra el líder popular. Ya que, según algunos sondeos, Ciudadanos está en caída libre.

    Los socialistas ya han lanzado mensajes al PP. «¿Tanto les cuesta?» se ha preguntado el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, el pasado miércoles. No es la primera vez que las caras más visibles del PSOE se preguntan en público por qué los populares no hicieron el mismo ejercicio que ellos cuando Mariano Rajoy aspiraba a renovar su cargo al frente del Ejecutivo. «Se lo debemos», aseguró a principios de verano un dirigente popular. Pero muchos dentro del PP prefirieron seguir las directrices de Casado que imponían no apoyar a Sánchez.

    Los acontecimientos se han precipitado para el presidente del Gobierno. Tanto, que el PP se está convirtiendo paulatinamente en el socio preferente de Sánchez.

    El fracaso en las negociaciones con Unidas Podemos llevó al presidente del Gobierno a dar un giro de 180 grados en pocas semanas. Sánchez pasó de ofrecer ministerios y una vicepresidencia a la formación morada a no darles más que la posibilidad de un pacto programático. Entonces los de Pablo Iglesias exigían lo mismo que ahora. O el Ministerio de Trabajo o el de Transición Ecológica. Algo que el PSOE no estaba dispuesto a ceder ni entonces ni ahora. Y así lo ha recalcado Ábalos el pasado miércoles cuando aseguró que no confía en darles la transición ecológica a los de Iglesias.

    Luego están los disturbios en Cataluña. El presidente del Gobierno no se imaginaba que las consecuencias de la sentencia del procés acabarían por cerrarle otra puerta. La gestión de Sánchez con los disturbios que se han producido las semanas pasadas en las principales ciudades catalanas han reavivado los sentimientos más patrióticos. De un lado y de otro. Y esto ha llevado a partidos como ERC a mantener una posición que Sánchez no puede (o no quiere) satisfacer, ya que desde Esquerra han avisado de que exigirán la amnistía para los presos para sentarse a negociar.

    LA CALCULADORA ELECTORAL DE SÁNCHEZ

    La otra puerta que atraía a Sánchez era la de color naranja. Pero los sondeos no han sido nada amables con Ciudadanos, ya que algunos apuntan incluso a que se hundiría de tal forma que se convertiría en una fuerza más cercana a ERC que a los partidos mayoritarios.

    Así pues, y con la calculadora en la mano, Sánchez solo contempla dos alternativas. Una, y la que menos le gusta a los socialistas, ceder asientos en el Consejo de Ministros para que Irene Montero o Juan López de Uralde se sienten cada viernes. Y otra, que Pablo Casado se abstenga y facilite un gobierno en solitario de los socialistas bajo la promesa de que habrá mano dura con los nacionalistas y de que no subirá impuestos. Algo que desde Ferraz cada vez se ve con mejores ojos.

    Algunos dentro del PP lo ven bien. Este sector de los populares que quiere que Sánchez se siente de nuevo en La Moncloa es notable. Y su estrategia es sencilla: primero desgastar al líder socialista y luego presionar con unas nuevas elecciones. Porque los populares no se olvidan de que una abstención en la investidura no significa unos Presupuestos Generales del Estado, sino simplemente una investidura.

    Este mismo sector dentro del PP considera que se lo deben al PSOE. Y en su añoranza de recuperar un bipartidismo fuerte, abogan porque las fuerzas mayoritarias deben cubrirse las espaldas y evitar que los partidos nacionalistas tengan capacidad para influir e incluso gobernar en un Estado que no comparten. Y muchos menos ahora que los ánimos están tan caldeados en Cataluña.

    El Gobierno de Sánchez, además, afronta un periodo complicado. El enfriamiento de la economía, los datos del paro y la crisis catalana pueden llevar a un Ejecutivo sin mayoría absoluta a caer en cuestión de meses. El presidente del Gobierno no solo piensa en la investidura. Sino en los presupuestos. Y necesita una mayoría para llevarlos a cabo.

    Los más optimistas apuestan por que es posible una gran coalición entre el PP y el PSOE. Y desde Ferraz no se ve con malos ojos. Siempre y cuando no condicionen en exceso su apoyo. Pero desde Génova las cosas se ven distintas. El crecimiento de los populares en las encuestas ha llevado a Casado a considerar la posibilidad de ser el presidente del Gobierno más joven de la historia de España. Eso sí, con el apoyo ineludible de Vox. Una formación que desde la Unión Europea aún persisten en marginar. Sin embargo, a Casado le seduce más un asiento en un palacio que la aprobación de sus socios populares en Europa. O al menos eso apunta en sus discursos.