Alberto Garzón salvó la marca Izquierda Unida a finales de 2015 y en junio de 2016 firmó el ‘pacto de los botellines’ con Pablo Iglesias, al que temían como un nublado algunos históricos de la coalición liderada por el PCE.
Pero tres años y medio después Izquierda Unida sigue existiendo con autonomía, sus deudas se han rebajado, su presencia institucional ha aumentado y dos ministros comunistas, el propio Garzón y Yolanda Díaz, exhiben carteras ministeriales.
Esta experiencia pretende repetirla Inés Arrimadas, que fiará la supervivencia estructural de Cs al paraguas que le disponga el Partido Popular. La catalana, respaldada desde las sombras por Fran Hervías, tiene la intención de recobrar la iniciativa a nivel interno mientras el vicepresidente castellano-leonés Francisco Igea, que podría rivalizar con ella en primarias, se pone de perfil.
EVITAR EL DESIERTO ELECTORAL DE LOS OCHENTA
En 1982 el PSOE arrasaba mientras AP sacaba la cabeza sin suerte, la UCD se desplomaba, Adolfo Suárez salvaba el escaño desde el CDS y la extrema derecha se iba por unas décadas de vacaciones después de que Blas Piñar no consiguiera acta.
Cuatro años después Fraga repetía resultados, en este caso con Coalición Popular, la CDS subía sin suerte y el pujolista PDR con Florentino Pérez a la cabeza se estrellaba con estrépito. El PSOE volvía a arrasar con el centro-derecha desnortado.
En 1989 el PSOE ganó de nuevo con comodidad mientras la derecha se fragmentaba con Aznar liderando AP, el CDS estorbando, los de Ruiz-Mateos tirando votos y los regionalistas rebotados de la UCD rebotando escaños (por no hablar de CiU y el PNV dejando sin espacio a los populares en Cataluña y Euskadi). En 1993, ya con la derecha agrupada bajo las siglas del PP, el PSOE tuvo rival.
NARCISO MICHAVILA LO LLEVA MUCHO TIEMPO AVISANDO
El clarividente Narciso Michavila lleva tiempo avisando al centro-derecha que con tres listas no hay paraíso. El sociólogo dice en ABC que «en España vamos a vivir una suerte de primarias donde vascos y gallegos primero, y catalanes después, marcarán el rumbo electoral de la legislatura».
«Una de las decisiones de mayor calado será la posible alianza electoral entre el Partido Popular y Cs, no tanto por su capacidad de alterar el resultado en las tres regiones, como por su incidencia en las elecciones generales: mientras existan tres listas a la derecha del PSOE, gobernará Sánchez. Ha sido, hasta la fecha, su mayor acierto estratégico», añade.
Michavila dice que «sería lógico que la fórmula de la colaboración se adaptara a la realidad política de cada territorio: en Galicia la marca PP, por ejemplo, es un gran activo, pero está muy desgastada en Cataluña. Tiene lógica electoral una Cataluña Suma liderada por Ciudadanos pero sería un error de manual reemplazar al PP de Galicia por una Galicia Suma».
El presidente de GAD3 asegura que «los mayores réditos electorales los tendrán ambas formaciones en las futuras elecciones municipales y generales donde la fragmentación del voto tiene mayor incidencia».
CASADO APOSTARÁ POR ESPAÑA SUMA
Pablo Casado habla de extender el pacto PP-Cs a nivel estatal: «Creo que tiene que ser un planteamiento general porque no es que en Cataluña haya una excepcionalidad sino que la excepcionalidad la hay en toda España. Por tanto, creo que ahora el momento es de unir fuerzas en todas las elecciones que pueda haber de las distintas maneras en las que se optimice mejor el voto».
El líder de la oposición asegura que PP y Cs tiene que tener «un objetivo compartido, quizá a medio plazo, y es que al final los partidos que se han fragmentado puedan converger en una misma plataforma en las próximas elecciones generales».
CS CONTRAATACA
Algunos sectores del PP pretenden deglutir a Cs, pero ambas fuerzas debieran copiar el modelo de lealtad que han tenido Podemos e Izquierda Unida, gracias a que Alberto Garzón, con la mirada distante del intelectual, no ha escuchado los cantos de sirena de ‘la prensa del enemigo’.
Arrimadas dice, como es lógico, que Ciudadanos debe dejar de ser extraparlamentario en Galicia a pesar de que Feijóo les pide a los naranjas poco menos que que se aparten. La favorita para relevar a Albert Rivera dice que «en Galicia al PP le da la risa, pero en Catalunya sí porque les da vergüenza ir en el grupo mixto».
Eso sí, no todos los dirigentes de Cs están de acuerdo con el pacto: el diputado Marcos de Quinto echa pestes del PP gallego. «A mi me da que Feijóo -de algún modo- es el PSC del PP. Dios nos libre en Cs de PSCs», asegura.
El expresidente Joaquín Leguina, que se había acercado a Ciudadanos, afirma que la coalición sería «pésima en Cataluña, donde Arrimadas ganó las últimas elecciones autonómicas arrebatándole al PSC una enorme cantidad de votos, por ejemplo en el área metropolitana de Barcelona, y esos viejos votantes socialistas que apoyaron las listas de Ciudadanos no lo volverán a hacer en las próximas autonómicas si Ciudadanos se junta con el PP». Hay opiniones para todos los gustos, pero la unión, a pesar de que el liberalismo naranja mime el individualismo económico, hace la fuerza.