Eran las 12.30 de la mañana. Era martes, lo que significa que el pleno del Ayuntamiento de Madrid estaba en plena efervescencia. Ajenos a esta realidad paralela, algunos concejales y su entorno más cercano charlaban distendidos en los pasillos del imponente Palacio de Cibeles. Entre ellos se encontraba Javier Ortega Smith, quien estaba visiblemente preocupado. Por una vez el motivo de su desasosiego no era la reconquista de Gibraltar, ni el independentismo catalán, sino algo mucho más banal y que afecta a diario al resto de los mortales: la colada.
Ortega Smith se quejaba, entre conocidos, de su falta de tiempo para poner lavadoras. Su misión como líder ultraderechista en Madrid, sumado a las obligaciones nacionales del partido, del que es diputado, se ve que le complican sus labores domésticas y le dejan poco margen para mantener impoluto su extenso catálogo de trajes. La conciliación laboral le falla, vaya. Esta situación se está convirtiendo en insostenible para el voxero, por lo que se está planteando una inminente solución: buscar una lavadora verdaderamente solvente.
Las nuevas tecnologías están mejorando la vida de los ciudadanos y Ortega Smith pretende que esto solucione de verdad sus problemas más primarios. Quizás una lavadora que permita programar a distancia y desde el móvil sea la mejor salida, piensa en voz alta el ultraderechista. Esta anomalía, que quita el sueño a un Ortega Smith autosuficiente en el hogar, no es una urgencia en su círculo más próximo.
Ortega Smith se quejaba, entre conocidos, de su falta de tiempo para poner lavadoras
“Yo no tengo ese problema”, le dice un conocido al que el madrileño había hecho partícipe de sus intimidades más mundanas. “Por las mañanas enciendo a mi mujer y listo”, concluye con saña. Unos segundos de silencio tras estas palabras se rompen con las carcajadas de los asistentes, entre los que estaba el propio Ortega Smith, al que no disgusta la chanza.
Se ve que los amigos del líder madrileño todavía no han salido de la caverna, y eso que el 8 de marzo está a la vuelta de la esquina. El machismo supura por los cuatro costados, a pesar de que la conversación había empezado con una inocente inquietud de un amo de casa cualquiera, como millones —afortunadamente— hay en la España del siglo XXI. Para una vez que Ortega Smith no la lía, lo hacen sus íntimos. Qué descoordinación.
ORTEGA SMITH, SIN FILTROS
Ha quedado claro que a las amistades del dirigente de Vox les vendría bien unas clases de feminismo. Ese del que tanto se asustan, si no que se lo digan a la diputada Alicia Rubio. Y tampoco estaría de más que el propio Ortega Smith acudiera a ellas. Se ha librado, por los pelos, esta vez, pero ha metido la pata hasta el fondo otras tantas. En este tema, no sale limpio.
Todavía retumba entre los comentarios más repugnantes del madrileño aquellas afirmaciones en las que, con puro convencimiento, hizo un repaso por las cosas que se le pueden permitir a las mujeres. El sexo femenino, a su juicio, puede “cuidarse, cortarse el pelo, o las uñas” —todo un detalle esta aclaración—. Pero, ojo, destacaba que bajo ninguna circunstancia puede “abortar”. Pero bueno, esos detallitos mejor los pulimos en la siguiente lección. Ahora lo importante es que, al menos, ya sabemos que hace la colada. Lo próximo será enseñarle qué son las libertades individuales.