El afán del vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias por imponerse a todos los ministros socialistas se ha convertido en un dolor de cabeza para el PSOE. En cada protesta, polémica o crisis de Gobierno, el líder de Unidas Podemos no ha perdido la oportunidad de decirle a los ministros competentes lo que tenían que hacer. Y ahora le ha tocado a Juan Carlos Campo, quien porta la cartera de Justicia, que tras criticar el proyecto de ley sobre la libertad sexual presentado por Irene Montero le ha tocado aguantar los insultos de Iglesias.
«Machista frustrado»; así llamó el vicepresidente a quienes ponían «excusas técnicas» a la ley. Unos adjetivos que, aunque sin citar directamente a Campo, parecían ir dirigidos a él. El ministro de Justicia ha contestado que «a veces hablamos demasiado», pero sin hacer sangre e intentando quitar hierro al asunto. Se trata de una historia basada en la intromisión del vicepresidente social que ya han vivido desde Agricultura o Exteriores y que ha llevado a los ministros socialistas a levantar la voz contra Iglesias internamente. Todo esto ante la inacción del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien está mucho más preocupado por mantener el pegamento que une la coalición que de decirle a Iglesias cuál es su sitio.
La «chapuza» presentada por Montero como proyecto de ley para que «solo sí sea sí» ha despertado las críticas de los jueces del Gobierno. Al menos es lo que opinan algunos magistrados. Pero ella va por libre. Primero, ha presentado un borrador muy criticado que pretende endurecer las penas contra la agresión sexual y dejar lo que hasta ahora eran abusos sexuales dentro de la figura de violación. Todo esto presentado desde el ministerio de Igualdad con frases polémicas como «sola y borracha, quiero llegar a casa». Pero luego llega lo difícil, que el proyecto tenga sentido, esté bien redactado y sea coherente a nivel jurídico, algo en lo que cojea, según los magistrados consultados por MONCLOA.COM.
Campo se apresuró desde el minuto uno a mencionar que ese proyecto que Montero quiere sacar antes del día de la mujer, el 8 de marzo, como golpe de efecto, era un borrador mal hecho. Tanto, que incluso no se establecen tipos agravados, por lo que en la práctica se reducían las penas por agresión sexual. Una «chapuza» en toda regla que incluso invadía competencias autonómicas. Pero Iglesias quiso defender a su pareja en público y mandar un mensaje a aquellos que criticaron el borrador de Montero. Y ahí usó lo de «machista frustrado».
Otro toque de Iglesias a un ministro socialista que ha hecho que los representantes socialistas levanten la voz contra un vicepresidente que busca protagonismo. El problema es que la consigna impuesta por Sánchez dentro del Gobierno es que no se muestren fisuras en la coalición de puertas hacia afuera, razón por la que los comentarios de Campo en respuesta a Iglesias han sido taimados, relajados y que intentan alejar la idea de que hay un problema con el líder de Unidas Podemos.
En el Ejecutivo planea la idea de que el vicepresidente tiene fijación por el Ministerio de Campo y por las medidas que se pueden abordar a nivel judicial
La realidad es que las iniciativas jurídicas de Iglesias siempre han sido cuestionadas por los órganos de la Justicia. Tanto es así, que planea la idea en el Ejecutivo de que el vicepresidente tiene fijación por el Ministerio de Campo y por las medidas que se pueden abordar a nivel judicial, pero que su poco o nulo conocimiento del lenguaje jurídico le hace patinar en más de una ocasión. Sin embargo, esto no parece haber supuesto un freno para sus comentarios, que siempre se lanzan a criticar las decisiones de los jueces que no considera oportunas.
El de Campo es un ejemplo que se solucionará a puerta cerrada y sin luz ni taquígrafos. Como todo lo que atañe a este Gobierno. Pero Montero sigue con su campaña para encender la mecha del 8-M y apropiarse una manifestación a la que los demás partidos, excepto Vox, también asistirán.
IGLESIAS Y LOS MINISTROS SOCIALISTAS
Pero no es la primera vez que Iglesias va por libre e intenta recordar a los ministros socialistas que él está por encima. Le pasó a Luis Planas, ministro de Agricultura, con las protestas del sector primario. Mientras Planas trabajaba por buscar una solución que pudiera abordar los problemas reales de este colectivo, Iglesias se limitó a recordarle al ministro que debía ceder ante las exigencias de los agricultores. De todos, menos los de Asaja, quienes son enemigos de la formación tras plantear una protesta frente al chalet de Galapagar.
También pasó con Arancha González Laya, la ministra de Exteriores, quien tuvo que apagar un fuego encendido por Iglesias después de que uno de sus asesores se reuniera con una ministra saharaui. Todo decisiones de un frustrado presidente del Gobierno que no hacen más que ahondar la brecha entre Unidas Podemos y los socialistas y que Sánchez quiere ocultar a los medios.
Las solas palabras de Campo sobre el conflicto con Iglesias dejan claro que, a pesar de tener un argumento cargado de fundamento por su condición de magistrado, Sánchez no quiere titulares que apunten a la ruptura entre Podemos y el PSOE y a cómo Iglesias va por libre. Pero lo cierto es que los ministros socialistas están hartos de que el líder de Unidas Podemos trate de imponerse sin una respuesta aparente.
Mientras tanto, el show del Ministerio de Igualdad, los stories en Instagram y las fiestas de cumpleaños en edificios oficiales seguirán trabajando duro para que las mujeres puedan llegar «borrachas a casa». Todo un hito que los magistrados tendrán que revisar, al menos para darle sentido y que este proyecto de ley no invada competencias autonómicas.