Cinco españoles que salvaron al mundo de epidemias mortales

A pesar de la leyenda de país poco desarrollado, a ojos de los países europeos, España ha acogido a un importante conjunto de inventores, médicos y científicos a la altura de otros países considerados, en otras épocas, más civilizados. Desgraciadamente la mayoría de los españoles desconocemos los significativos avances que algunas personalidades aportaron a la botánica y la medicina, llegando a salvar la vida de miles de personas

Estos son algunos nombres que deberíamos mantener en el recuerdo por evitar la propagación de varias epidemias. 

LA CURA DE LA MALARIA

José Celestino Mutis y Bosio, nacido en Cádiz en 1932, dedicó su vida a la ciencia y al estudio de la fauna y la flora de la región de Nueva Granada. Sus investigaciones se centraron especialmente en una droga exótica conocida como “cascarilla” o “quina”. Mutis descubrió que la corteza de este árbol tenía propiedades medicinales y que se se podía utilizar para el tratamiento del paludismo o malaria, una enfermedad potencialmente mortal, que provoca elevadas fiebres e infección cerebral. Con este descubrimiento se descartaron teorías medievales obsoletas e inservibles de que las enfermedades frías se trataban con sustancias calientes, y viceversa. 

VACUNA CONTRA LA VIRUELA 

Manuel Chaparro fue científico español nacido en Alicante que investigó diversos métodos para tratar la viruela, hasta dar con la receta exacta con la que creó una vacuna con la que consiguió  prevenir esta enfermedad que se se cobró millones de vidas y que es altamente contagiosa. A pesar del escepticismo del resto de la comunidad científica, en 1803 comenzó La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna contra la Viruela, que hizo puerto en ciudades como  La Coruña, Puerto Rico, Cuba, Texas, Venezuela, México,  Colombia, Chile, Filipinas y algunas zonas de China. Inocularon la vacuna a una enorme cantidad de personas, ricos y pobres, con lo que se salvaron miles de vidas. [/nextpage]

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VACUNA CONTRA EL CÓLERA

 La ciudad de Valencia fue azotada en 1885 por una epidemia de cólera, que se llevó miles de vidas. El cólera es una enfermedad infecciosa altamente contagiosa y que provoca graves vómitos y diarreas. El doctor Jaime Ferrán y Clua, especialista pionero en bacteriología, consiguió dar con una fórmula con la que vacunó exitosamente a muchos pueblos del levante. A pesar de esto, no se pudo frenar el avance de esta enfermedad hacia el resto de ciudades españolas, y según los registros llegaron a morir hasta 600 personas en un solo día. Ferrán i Clua, nacido en Tarragona en 1851, también desarrolló vacunas contra otras epidemias como la tuberculosis y el tifus un tiempo antes de que Pasteur publicase sus descubrimientos para prevenir la rabia.

SUERO PARA LA DIFTERIA

Miles de niños murieron a finales de siglo XIX víctimas de la difteria, una infección de origen bacteriano que afecta a la nariz y la boca y que finalmente termina dañando el sistema nervioso, los riñones y el corazón. Esta enfermedad fue una de las epidemias que se cebó en España pero en especial con los niños más pobres de Madrid. El doctor Vicente Llorente, de origen canario, trabajó exhaustivamente para detener esta tragedia, y centró sus estudios en la sueroterapia. Fundó el Instituto Microbiológico de Sueroterapia y desarrolló un suero antidiftérico que exportó al extranjero y que sirvió de modelo para la producción industrial de este remedio, que logró salvar miles de vidas. 

EL MISTERIO DE LA FIEBRE AMARILLA

La fiebre amarilla, plaga americana o vómito negro, es una enfermedad vírica que se transmite a través de determinados mosquitos. Provoca fiebres, hemorragias, ictericia y daños graves en algunos órganos. Sin embargo durante siglos supuso un misterio para la ciencia, que no lograban descubrir el origen de esta patología. Fue Carlos Finlay, en 1881 quien descubrió que la transmisión estaba vinculada a un mosquito. Finlay se ocupó de divulgar y explicar la forma de transmisión de esta enfermedad mortal, así como establecer una serie de medidas preventivas para evitar futuras epidemias de fiebre amarilla. Gracias a las pautas indicadas por este doctor, se consiguió erradicar la enfermedad en La Habana y en el resto del Caribe paso a ser una enfermedad puntual.