En la Unión Europea parece haberse impuesto el sálvese quien pueda con la llegada del coronavirus. Alemania y Holanda han frenado un plan de ayuda contundente para evitar que los países del sur del continente se vean sumidos en una crisis económica y sanitaria con pocos precedentes a causa del patógeno. Y esto ha despertado en España un sentimiento que ya había nacido con una sentencia del Tribunal de Justicia de la UE: la salida de España de la Unión. El bautizado como Spexit.
Cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) falló que Oriol Junqueras, condenado a 13 años de prisión por sedición y malversación en el juicio del procès por el Tribunal Supremo, debería haber asumido sus funciones como eurodiputado, Vox esgrimió la espada del Spexit. Y ahora, la insolidaridad de Alemania y Holanda, que se resisten a que la Unión Europea destine una gran cantidad de dinero a los países miembros afectados por el coronavirus, ha traído ese sentimiento de vuelta.
Sin embargo, ahora hay una diferencia. Esa sensación de falta de solidaridad hacia determinados países es compartida por todos los países del sur de la UE. Especialmente por Italia, España y Portugal. En el caso de este último, el primer ministro, Antonio Costa, ha calificado la actitud de Holanda y de Alemania como «repugnante». Y en el caso de España e Italia, los dos países europeos más afectados por el coronavirus, han cerrado filas para vetar los tibios planes de ayuda que planea llevar a cabo la UE condicionada por Alemania y Holanda.
Ya entonces, con una mera sentencia del TJUE, Vox se valió para azuzar el Spexit. Pero ahora el sentimiento traspasa más escenarios partidistas. «Si Alemania y Holanda no quieren ser nuestros amigos a lo mejor nuestro nuevo grupo de amigos regional debería ser con Portugal, Italia, Francia y Grecia. Y a lo mejor internacionalmente podríamos hacer buenas migas con China y Rusia (y Cuba), que nos están ayudando», detalla uno de los usuarios que ha seguido el asunto. Un sentimiento muy compartido por muchos que no necesariamente son del mismo corte ideológico.
Incluso altos líderes de Unidas Podemos, como Pablo Echenique, se han mostrado críticos con los gestos de los países del norte. «Holanda, Alemania y otros países del Norte están bloqueando una respuesta solidaria de la UE y el Ministro de Finanzas holandés ha estado a un paso de volver a llamarnos PIGS. El Primer Ministro de Portugal le ha respondido como corresponde».
La primera reacción de Alemania y Francia cuando el coronavirus entró por la puerta grande en Italia y España fue vetar la venta de material sanitario. Todo para ellos y nada para los vecinos de la Unión Europea. Después, Estados Unidos intentó comprar los posibles resultados obtenidos por un grupo de investigación alemán que busca una vacuna efectiva contra el coronavirus para que el dinero obtenido fuera solo estadounidense. Y suma y sigue.
Los países se han encerrado con la llegada del coronavirus, pero el proyecto de la Unión Europea, que aspiraba a una unión política cada vez más hipotética, se comenzó a romper con la salida del Reino Unido y amenaza con acabar de destruirse con el egoísmo planteado por los líderes de Alemania y Holanda.
Pero aún no está todo perdido. Aún está la posibilidad de que en las próximas dos semanas la Unión Europea apruebe un plan lo suficiente ambicioso como para satisfacer las demandas de Pedro Sánchez en España y de Italia.
No es nueva esa confrontación política entre los países del sur de la UE y los del norte. El coronavirus parece haber unido más a las regiones mediterráneas, fuertemente azotadas por el patógeno. Pero quienes están arrimando el hombro en estos momentos difíciles no son los vecinos más esperados, ni siquiera aquellos con los que se comparte una unión militar. Sino unos terceros agentes menos esperados, como China.
El problema es simple. Alemania y Holanda no quieren compartir los gastos a partes iguales de un supuesto plan que está destinado a reactivar las economías más tocadas por el virus. Eso significa más gasto en Italia y en España por lo que ellos pueden considerar una mala gestión. Y esto puede suponer otra piedra más en el zapato de la cohesión de la UE. Los países mediterráneos claman por un Plan Marshall que les ayude a que la crisis económica que sucederá a la sanitaria no sea tan aguda como se espera.