Así está ganando la derecha europea la batalla por el relato del Covid-19

  • El electoralismo neoliberal de los Países Bajos ha dejado en evidencia el egoísmo que rige en la UE.
  • Grecia ya sufrió la insolidaridad de sus 'colegas' de grupo en 2015.
  • La denuncia de los países del sur al menos ha servido para remover conciencias.
  • El 5 de julio de 2015 el primer ministro griego Alexis Tsipras consiguió obtener un gran respaldo de su pueblo en el referéndum que decidía si los helenos aceptaban con las políticas austericidas que le imponía la UE.

    Al día siguiente de que el pueblo griego rechazase la doctrina de la UE, dimitía el ministro de Finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, con la intención de facilitar un acuerdo entre Tsipras y la UE.

    En realidad Varoufakis había advertido en diversas reuniones la insolidaridad que regía entre ‘colegas’ y simplemente se hacía a un lado para ver como espectador el final previsible de la película: Tsipras iba a tener que tragar.

    Y Tsipras tragó y allí se vieron los límites de la democracia dentro de la UE. Menos de cinco años han pasado, a crisis del coronavirus ha removido todos los cimientos sobre los que el mundo occidental se asentaba, y ahora se han visto los límites solidarios de la UE.

    BOTE SALVAVIDAS A LA UE

    Los ‘PIGS’ (Portugal, Italy, Spain and Greece) son los países más endeudados y los más afectados por el coronavirus. Este hecho obligo al ‘club sureño’ europeo a pedir a la Eurozona que emitiese un «instrumento de deuda común» (coronabonos).

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    Nueve primeros ministros pidieron al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, que contribuyese a facilitar «un instrumento de deuda común, emitida por una institución europea para obtener fondos en el mercado sobre la misma base y en beneficio de todos los estados miembros, garantizando así una estabilidad a largo plazo en la financiación de las políticas requeridas para contrarrestar los daños causados por esta pandemia«.

    El ministro de Finanzas de los Países Bajos, Wopke Hoekstra, despreció el envite por una mezcla de liberalismo mal entendido y electoralismo primitivo. Y el luso António Costa tildó su postura de «repugnante».

    «Es una absoluta inconsciencia ese tipo de respuesta. Es recurrente, mina completamente el espíritu de la UE y es una amenaza para su futuro. Si la UE quiere sobrevivir es inaceptable que un responsable político, sea del país que sea, pueda dar una respuesta de esa naturaleza ante una pandemia como la que vivimos«, señaló el primer ministro portugués.

    BAJOS, BAJOS

    En nuestro país la derecha política apenas ha gruñido contra la postura de Alemania y Holanda y en la izquierda, ‘gubernamentalizada’, tampoco ha habido comentarios que denunciasen el citado atropello.

    Tan solo algunos prebostes de la izquierda mediática han alzado la voz. Es el caso de Iñaki Gabilondo: «Cuanto más grande se hace el problema más se empequeñecen algunas miradas. Para desgracia de todos, las miradas que más se empequeñecen proceden de quienes deberían dar ejemplo, de quienes en momentos tan graves, tendrían que estar dictando lecciones de unidad y solidaridad».

    UE
    Sánchez.

    «Las mayores lecciones de unidad y solidaridad proceden de la ciudadanía confinada y asustada, mientras que desde posiciones de alta responsabilidad nos llegan demasiadas señales de lo contrario, de división, de parcialidades indisimuladas, en España y fuera de España», explica.

    LA UE AL BORDE DEL ABISMO

    Gabilondo asegura que «en Europa, la resistencia de algunos países a compartir estrategia y recursos en una emergencia de esta magnitud es escandalosa. Es una traición al espíritu que animó el nacimiento del proyecto europeo y que avergonzaría a los padres fundadores».

    El periodista vasco recuerda que «los países más ricos: Alemania, Austria, Holanda se cierran en su club y niegan el derecho de admisión al resto, en algunos casos con actitudes casi pedantes. Los Países Bajos nunca me parecieron tan bajos».

    EUROPEÍSMO

    Javier Solana fue menos explícito que Gabilondo y recordó que «a lo largo de estas semanas nos jugamos mucho colectivamente, y algunos también a título personal. Hoy por hoy, tenemos pocas certezas sobre cómo será el mundo tras la pandemia, excepto que se erigirá sobre las palabras y los actos por los que optemos en estos instantes críticos».

    El exministro socialista dice que «haríamos bien, pues, en mirar de frente al mal que nos aqueja, pero sin perder de vista nuestro propio futuro y el que heredarán generaciones venideras. La humanidad ha superado pruebas más duras que esta, y las hazañas que precisamos ahora no son en absoluto equiparables a las de la II Guerra Mundial. Pero, tomando prestadas las palabras de Churchill, si esta no termina siendo ‘la hora más gloriosa’ de nuestros respectivos países, al menos que sea la de cada uno de nosotros».

    ZAPATERO CONTRA LOS PROFETAS DEL PASADO

    José Luis Rodríguez Zapatero también ha dado la cara para explicar su visión sobre la crisis: «Hay dos cosas importantes de esta crisis, la primera es que hubo unos días decisivos que fueron aquellos en los que China empezó a controlar la pandemia y nosotros, Europa, estaba en un momento incipiente. Había pocos casos y China había superado lo peor pero no sabíamos el alcance ni si ese virus se iba a reproducir con tanta fuerza».

    «Decirlo ahora es pretencioso, y es más, a todos los que lo dicen, a los políticos, a los expertos, a los científicos hay que pedirles un certificado de credibilidad. ¿Lo dijiste en aquel momento? Pues si no lo dijiste, no tienes credibilidad. Y en aquellos días de marzo, excepto raras excepciones, casi nadie lo dijo», explica el expresidente.

    EL RELATO

    El escritor Daniel Bernabé se ha zambullido en Nextrain, proyecto internacional que rastrea «el árbol filogenético de las enfermedades» y en base a los datos extraídos en esta plataforma asegura que «el virus se expandió en Europa desde Alemania, con sus hombres de negocios, y desde el Reino Unido, con sus turistas ebrios, además desde Suiza, con sus banqueros y maletines».

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    Esta simplificación, ciertamente peligrosa, esconde un argumento salvable con el que la izquierda podría batallar por el relato del coronavirus: el Covid-19 se expandió a raíz del mundo sin fronteras que vivimos (mundo clasista, porque las fronteras solo se borran entre países occidentales). Y esta circusntancia va directamente hacia la matriz de la UE, que no puede desentenderse de sus socios en estas horas tan oscuras.