Este Gobierno, o bien escucha, o bien es demasiado errático. O quizás ambas cosas. Pero en cualquier caso, cuando toma una medida que no gusta demasiado a la opinión pública o a los sectores afectados, la corrige a los pocos días. Es el caso de la polémica reapertura de las terrazas de los bares y los restaurantes que tendrá lugar el próximo 11 de mayo, en la fase I de la desescalada. En un principio, el presidente del Ejecutivo anunció que la hostelería podría abrir a un 30% de su aforo, pero ante los mensajes que advertían de que eso suponía la ruina para todos, Sánchez ha decidido ampliarlo al 50%. Habrá que mantener una distancia entre mesas y la superficie de las terrazas será más amplia, pero no a costa de ocupar más acera, sino a costa de las carreteras.
Es evidente que las consecuencias del coronavirus han beneficiado sobremedida al medio ambiente. La contaminación se ha reducido considerablemente a niveles de hace décadas. Y el Gobierno ha insistido desde el minuto uno en que la salida a esta crisis debe ser respetuosa con el medio ambiente y reducir los niveles de contaminación. Y este paso que ha anunciado el Ejecutivo ha sido muy aplaudido por los sectores más ecologistas. Las terrazas tendrán más espacio, especialmente en las grandes ciudades, pero no a costa de ocupar más metros cuadrados de acera, sino a costa de cortar algún que otro carril de carretera y a costa de limitar aún más el tráfico.
Este mensaje se ha lanzado en boca de la vicepresidenta del Gobierno Teresa Ribera, en una entrevista del diario El País. Una entrevista que no ha sido muy bien recibida por la oposición por algún que otro cuestionable comentario que ha soltado la vicepresidenta, como decir que el coronavirus ha afectado mucho menos a Portugal que a España porque está más al este. Pero en cualquier caso, la decisión respecto a las terrazas ha sido muy aplaudida en según que sectores.
El problema es que los anuncios en referencia al plan de desescalada están siendo erráticos. Tan pronto anuncian que el aforo de las terrazas podrá ser del 30% como lo modifican y dicen que no, que al 50%.
Según Ribera, de la crisis del coronavirus se saldrá con una actitud más ecológica. Y eso implicará una reordenación de las ciudades. Habrá más parques, más espacios verdes y se intentará conseguir a costa de limitar el uso del vehículo privado. Quitar carreteras, quitar carriles, fomentar el uso del transporte público con mascarilla y beneficiar a los bares y restaurantes a costa del pavimento de alquitrán.
Hasta las partículas de contaminación han agravado con mucha probabilidad las consecuencias de la pandemia. Sea porque cargan al propio virus o porque han afectado a la salud de muchos españoles, reducir la contaminación es una de las salidas obligadas a la crisis que pretende liderar el Gobierno.
Otra de las medidas que estudian desde el Gobierno están basadas en la decisión de algunos países de la Unión. Ribera considera «interesantes» iniciativas de países europeos como el hecho de condicionar las prestaciones o los beneficios fiscales a una actitud verde. Es decir, que aquellas empresas que sean más contaminantes, no podrán acceder a según que beneficios. Algo que será extensible también a aquellas compañías que mantengan parte de sus ingresos en los considerados como paraísos fiscales.
Madrid, Barcelona, Sevilla o Valencia serán algunas de las ciudades más afectadas por esta reordenación que se avecina, pero lo que está claro es que el coche tiene las horas contadas, al menos tal y como se usaba en tiempos anteriores. Una salida ecológica a la crisis del coronavirus impulsaría a los países firmantes a cumplir con el conocido como acuerdo de París, por el que se comprometieron cientos de naciones a cumplir unos requisitos mínimos para combatir el cambio climático. Ahora, el coronavirus hará real esas reivindicaciones.