Los chotis no sonarán este San Isidro porque la distancia de seguridad para mantener a raya el virus es la norma. Tampoco habrá verbena en Las Vistillas porque el Ayuntamiento ha suspendido todos los festejos populares hasta octubre. Y las rosquillas –tontas (las más sencillas), listas (bañadas con azúcar, limón o huevo batido) o de Santa Clara (recubiertas con merengue seco)– no concentrarán aglomeraciones en torno a los puestos de la pradera de Carabanchel, como mucho colas en las pastelerías, con separación entre los clientes de dos metros, para subirlas a casa.
Otro de los clásicos de estos días, antes de que llegara el 15 de mayo, era mirar el cielo, consultar las previsiones meteorológicas deseando que la lluvia diera tregua en la primavera madrileña o, por el contrario, que el calor permitiera disfrutar de las fiestas del patrón de Madrid sin agobios. Ya lo dice el refranero, ‘San Isidro labrador se lleva la lluvia y trae el sol’, aunque este año no se cumplirá (hay previsión de lluvias) pero tampoco importará demasiado en época de confinamiento.
Hace sólo unas semanas la desaparición del estadio Vicente Calderón del ‘skyline’ madrileño podía parecer que iba a marcar las diferencias entre cualquier San Isidro anterior y el de este 2020. Eso fue antes de que el Covid-19 formara parte del vocabulario del planeta entero.
Las parpusas, las gorras de los chulapos, ya no se concentrarán ante los bares de Carabanchel o del centro de Madrid, epicentros de San Isidro, con sus tradicionales bocadillos de entresijos y gallinejas, dado que habrá que esperar aún un tiempo en Madrid antes de llegar a la fase 1, cuando las terrazas podrán instalarse con el 50 por ciento de su aforo y con medidas especiales de seguridad, incluidas cartas QR entre las propuestas que la hostelería está poniendo encima de la mesa para la desescalada.
LOS DESEOS AL SANTO
Empleo: esa era la petición en la que los políticos de todos los colores coincidían cuando en su tradicional visita a la pradera contestaban a la prensa sobre sus deseos al patrón de Madrid. Todo apunta que la salud desbancará a este deseo en el San Isidro confinado de este año, que también tendrá que despedirse de la multitudinaria misa al aire libre en la pradera de Carabanchel, oficiada por el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
Además los fieles tendrán que esperar hasta el año que viene para beber agua del santo en la ermita, ubicada en la pradera de Carabanchel, donde vivía el santo, según la tradición, con su mujer, santa María de la Cabeza, desde donde hizo brotar un manantial de un peñasco con sólo acercar su vara.
LA MEDALLA ES PARA EL PUEBLO DE MADRID
Éste será el primer San Isidro para José Luis Martínez-Almeida como alcalde de Madrid, que verá como el coronavirus le marca una vez más la agenda. Sanitarios, actrices, activistas, músicos o hasta políticos han recogido cada 15 de mayo el reconocimiento que el Ayuntamiento de Madrid les ha concedido por su trabajo o vinculación con Madrid.
Almeida ya anunció en el último Pleno, el extraordinario del 17 de abril, que este año la Medalla de Oro será para el pueblo de Madrid por «su actitud ejemplar» en la lucha contra la Covid-19. «Los madrileños se están comportando de una forma ejemplar durante el trance más difícil que se ha vivido en generaciones», apuntaba el regidor, que llamaba a no hacer distinciones entre «los que están en primera línea y los que se quedan en sus casas» porque todos colaboran en esta crisis sanitaria.