En los partidos de pelota mano de exhibición, que son aquellos en los que pelotaris retirados van de pueblo en pueblo a dar espectáculo, existe una norma no escrita: «Llegamos empatados a veintiuno y, ¡qué gane el mejor!». Es decir, vamos de la mano hasta el final y en el último tanto que lo haga el que lo merezca o el que tenga la suerte de cara.
Esta sencilla hoja de ruta es la que parecían haber acordado antes de las elecciones previstas para 2023 el PSOE y Unidas Podemos, que habían enterrado sus guerras de los últimos años para hacerse con el poder (en voluntario homenaje a otras ocasiones en las que socialistas y comunistas compartieron tinchera: elecciones de febrero de 1936, defensa de Madrid en otoño de ese mismo año, exilio y Transición).
Sánchez e Iglesias, bendecidos por Iván Redondo, achicaron espacios y consiguieron un acople comunicativo que frustraba a la derecha mediática, que había comenzado campaña sobreactuada contra ‘los comunistas’, y a la derecha política estatal, todavía rota en tres pedazos que previsiblemente iban a fundirse en dos tras las gallegas y vascas.
Pero la crisis sanitaria se ha llevado por delante todas las expectativas: el PSOE apostaba porque su pedigrí en Europa y su contención del gasto de la mano de Nadia Calviño o José Luis Escrivá compensasen la colección de reversión de recortes en derechos y libertades que preparaban su socio Pablo Iglesias. Pero ‘rojos’ y ‘morados’ no se darán la mano hasta el último tanto porque se avecina legislatura corta y elecciones anticipadas.
DESGASTE
El Gobierno central no supo anticiparse a los acontecimientos y desde entonces todo le ha salido mal: los técnicos decían una cosa y la contraria, los encargados de comprar material sanitario en los mercados internacionales sufrían el timo del ‘tocomocho’, y algunas de sus mentiras fueron criticadas hasta por sus cercanos.
Esta colección de fallos unidos a la hemeroteca, maldita para Pedro y Pablo si rescatamos lo del Ébola, solo parecía compensarse con sus contrarios: Vox se fue de performance el 8M, las administraciones del PP tampoco se anticiparon y sobre ellas pesan los recortes en camas, y lo de las residencias en la Comunidad de Madrid puede acabar peor que mal.
Pero el ‘efecto bandera’ había mantenido fuerte al tándem PSOE-Unidas Podemos, que en conjunto ganaba décimas de voto y escaños en todas las encuestas publicadas tras decretarse el estado de alarma… hasta ahora.
Porque hay algunos síntomas preocupantes en Moncloa: y es que los dos grandes grupos audiovisuales en abierto, Mediaset y Atresmedia, han relajado un ‘todos a una’ que invitaba a apostar por el positivismo y a no contemplar las críticas al Gobierno central.
ENCUESTAS, ¿Y ELECCIONES?
El Barómetro de La Sexta del pasado 4 de mayo lo deja claro: el PSOE y Unidas Podemos perderían voto respecto al 10N. Sánchez pasaría del 28% al 27,9% e Iglesias del 12,8% al 12,3%, dinámicas que podrían agravarse las próximas semanas.
Esta tendencia es inversa para el ‘trío de Colón’: el PP pasaría del 20,4% al 20,8%, Vox 15,1% al 17% y Ciudadanos del 6,8% al 6,9%. Más llamativa es la encuesta de GA3 para ABC, que asegura que Martinez-Almeida y Díaz Ayuso rozarían mayoría absoluta.
EL ESCENARIO MÁS PROBABLE: ELECCIONES
El escenario más probable es que vayamos a un tsunami económico corto pero intenso que conllevará que España reciba dinero de la UE y que Bruselas imponga al Gobierno unas duras condiciones que difícilmente serán asumibles para Unidas Podemos.
Pablo Iglesias quizás se vea obligado a hacer saltar el Ejecutivo, de lo contrario podría convertirse en muy impopular dentro de la izquierda más ortodoxa, y a este hecho se le suma que el golpe centralista temporal del Gobierno ha provocado un divorcio con ERC y un cabreo del PNV.
Todas estas heridas abren un socavón en la legislatura y podrían abocarnos a unas generales en otoño de 2021 en las que quizás se polarice el voto entre el bipartidismo, aunque es evidente que el futuro demoscópico de Vox es todavía una incógnita.