Escraches del pasado que persiguen a los políticos del presente

Con el movimiento de las caceroladas se ha retomado un estilo de protesta caído en el olvido, los escraches. En los últimos días, residencias como la del vicepresidente segundo Pablo Iglesias y la ministra de Igualdad Irene Montero, o la del ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luís Ábalos, han sido el punto de reunión de ciudadanos que han querido protestar por el actual estado del país.

Esta práctica apareció por primera vez en España en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, cuando un grupo de estudiantes alentados por el actual vicepresidente segundo, interrumpieron una charla en la que participaba Rosa Díez, en aquel entonces líder de UPyD. Dichos escraches fueron muy utilizados en la época de la crisis financiera por los afectados por los desahucios.

Una cara visible de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) era Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona, quien alentaba a los manifestantes a acudir a los domicilios de los políticos señalados. Lo que empezó como una protesta contra los bancos y banqueros, terminó siendo una práctica de protesta contra caras visibles del gobierno como fue el caso de Esteban González Pons, entonces vicesecretario de Estudios y Programas del PP, o de la ex ‘número dos’ del Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría.

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Los escraches ocurridos estos últimos días en los domicilios de los ministros del Gobierno no han sentado nada bien a los dirigentes socialistas y de Unidas Podemos, quienes no han dudado en utilizar Twitter para poner el grito en el cielo. Adriana Lastra o Pablo Echenique, este último muy presente en las redes sociales, han querido manifestar su malestar.

«EL JARABE DEMOCRÁTICO» DADO LA VUELTA

Hace unos años, Pablo Iglesias decía de los escraches que eran «el jarabe democrático de los de abajo». Parece ser que esta práctica de protesta tan defendida por Iglesias y los suyos se les ha vuelto en contra. Muchas han sido las personas en reprocharle al vicepresidente segundo que cuando están el y su familia en el punto de mira la cosa cambia.

La verdad es que esta práctica caída en el olvido no le hace bien ni a verdugos ni a victimas. Como aseguraba González Pons en Twitter «La familia, y más los niños, no se meten en política. No vale todo. Así, no». Una cosa es el dirigente político y otra el ciudadano con responsabilidades familiares. Que sea política o económica, la protesta no debe llegar a la vida privada del afectado. Lo que no se puede pretender alentar un escrache y criticarlo cuando este se vuelve en tu contra.