El Papa ha criticado a los cristianos que se lamentan de lo que sucede a su alrededor en vez de rezar como lo hacían los primeros seguidores de Cristo que, a pesar de «situaciones dramáticas» como las persecuciones, «nadie se quejaba del mal».
«Es molesto que los cristianos pierdan el tiempo quejándose del mundo, de la sociedad, de lo que está mal. Las quejas no cambian nada», ha señalado Francisco.
El pontífice ha hecho estas declaraciones durante la misa que ha celebrado en la basílica de San Pedro para conmemorar la solemnidad del martirio de los apóstoles Simón Pedro y Pablo, una ceremonia en la que el pontífice ha bendecido los palios que se impondrán a los arzobispos metropolitanos nombrados en todo el mundo durante el año.
El Sagrado Palio es el ornamento litúrgico de honor y de jurisdicción, símbolo de la oveja perdida y del Buen Pastor que da la vida por su rebaño, constituido en su forma actual por una faja de lana blanca ancha de entre 4 y 6 centímetros, adornada por seis cruces y dos orlas de seda negra cuyas extremidades se apoyan sobre el pecho y sobre los hombros.
Durante la homilía el Santo Padre ha reivindicado la figura de los primeros cristianos que «no culpaban a los demás, sino que oraban» y «no hablaban a sus espaldas, sino a Dios». Así, ha invitado a los cristianos de hoy en día a preguntarse: «¿Cuidamos nuestra unidad con la oración? ¿Rezamos unos por otros?. ¿Qué pasaría si rezáramos más y murmuráramos menos?».
Por ello, ha exhortado a pedir la gracia de saber cómo rezar unos por otros para que, como le sucedió a Pedro en la cárcel, se abran «muchas puertas que separan» y se rompan «muchas cadenas que aprisionan». En este sentido, ha aclarado: «Dios espera que cuando recemos también nos acordemos de los que no piensan como nosotros, de los que nos han dado con la puerta en las narices, de los que nos cuesta perdonar».
El Papa también ha hecho referencia a la manera en que la Iglesia debe llevar el mensaje del Evangelio. A este respecto ha rechazado las palabras y ha dicho que lo importante son los testimonios:»Necesitamos la profecía, una profecía verdadera: no de discursos vacíos que prometen lo imposible, sino de testimonios de que el Evangelio es posible».
Y ha continuado: «No se necesitan manifestaciones milagrosas, sino vidas que manifiesten el milagro del amor de Dios; no el poder, sino la coherencia; no las palabras, sino la oración; no las declamaciones, sino el servicio; no la teoría, sino el testimonio. No necesitamos ser ricos, sino amar a los pobres; no ganar para nuestro beneficio, sino gastarnos por los demás; no necesitamos la aprobación del mundo, sino la alegría del mundo venidero; ni proyectos pastorales eficientes, sino pastores que entregan su vida como enamorados de Dios».
Finalmente, ha concluido: «Siempre hay quienes destruyen la unidad y rechazan la profecía, pero el Señor cree en nosotros y te pregunta: «¿Quieres ser un constructor de unidad? ¿Quieres ser profeta de mi cielo en la tierra?». Dejémonos provocar por Jesús y tengamos el valor de responderle: «¡Sí, lo quiero!».