En la mayoría de los medios de comunicación italianos, la actitud de Holanda respecto a las ayudas de la UE se percibe como algo personal. Los ánimos están caldeados, pues la crisis ha dejado al país mediterráneo tiritando y la pandemia sigue causando estragos. Sin embargo, el primer ministro de Holanda, Mark Rutte, se niega a ceder y mantiene en vilo junto a sus compañeros frugales a los restantes 23 países que esperan llegar a un acuerdo. Esto ha alimentado el fantasma de que se forje una mayoría social en Italia que se vuelva euroescéptica y clame por una salida de la Unión repentina, tal y como hizo Reino Unido. Y pese a que los datos indican que una decisión así sería catastrófica para el país mediterráneo, la temperatura social está elevada y Rutte no parece que ayude a calmarla.
La deuda pública de Italia es de más de 2,4 billones de euros, es decir, el equivalente a la economía entera de Francia. Estos datos hacen que, junto a los de España (cuya deuda es de más del 100% del PIB, es decir, de 1,2 billones de euros), Holanda no quiera mover ficha y exija reformas estructurales a cambio de dinero en forma de créditos.
Lo cierto es que España e Italia son la tercera y la cuarta economía de la UE y sin ellos el proyecto europeo se hundiría aún más. Que cuatro países (Holanda, Suecia, Dinamarca y Austria) hayan bloqueado la concesión de créditos y subvenciones y las hayan condicionado a meter mano en la política de cada país eleva la tensión en las regiones mediterráneas. Y en Italia, un país cuyos ciudadanos ya han votado opciones más radicales como el partido de Matteo Salvini, el miedo a que surja la idea de un «Itexit» es una realidad notable.
Salvini ya ha pedido elecciones anticipadas en Italia. Hay una crisis económica y hay movimientos políticos en varias direcciones donde tan solo se puede discernir un mensaje claro: hay enfado con Europa y especialmente con Holanda, un país pequeño cuyo peso en la UE es del 4,8%, menos que el de Italia o el de España.
Aún así, la actitud de los países frugales tiene notables aliados en la derecha liberal italiana y española. Muchos ven con buenos ojos que Mark Rutte se mantenga firme y no ceda ante quienes piden dinero a cambio de nada, a fondo perdido. El caso de España es más claro que el de España, pero en cualquier caso, las exigencias de Holanda pasan por reformar el sistema de pensiones (e imponer algo similar a la mochila austríaca), subir el IVA y aplicar una reforma laboral más abierta que la del expresidente del Gobierno Mariano Rajoy, con el despido libre como algo gratuito.
Actualmente en Italia la alianza que gobierna el país entre el Movimiento 5 Estrellas y Liga Norte siempre se ha mostrado crítica con el proyecto europeo. No es de extrañar que se pidan elecciones anticipadas para ver el sentir de la sociedad y comprobar si mantener en Europa una actitud más beligerante es una buena opción. Pero en cualquier caso, el Movimiento 5 Estrellas obtuvo 133 escaños y solo Salvini, sin contar la coalición en la que su formación estaba integrada, 73. Algo que da que pensar si se tiene en cuenta cómo puede haber afectado la pandemia y la crisis económica al pulso electoral del país.
Por lo pronto, Italia se revuelve contra Holanda como puede y trata, con la ayuda de los países mediterráneos, de someter a los países frugales y hacerles pasar por un acuerdo. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, advirtió este viernes a Rutte que el mecanismo de control de los gastos que propone para conceder el Fondo de Recuperación a países afectados por la Covid-19 es «incompatible con los tratados europeos e impracticable a nivel político». La tensión está elevada, pero los países frugales ignoran las consecuencias sociales que pueda tener otro fracaso de la UE justo en un momento crítico causado por la pandemia.