La curiosa historia del primer matrimonio homosexual de España

El matrimonio homosexual en España es legal desde el año 2005. Con una fecha tan reciente, sorprende, no obstante, el momento en el que dos jóvenes, en el año 1901, decidieron casarse por la Iglesia siendo dos mujeres. ¿Cómo lo hicieron? ¿Qué les ocurrió cuando la casta sociedad de la época se enteró de lo ocurrido?

En el año 1885, dos chicas gallegas no pudieron evitar enamorarse. Eran Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga. Ambas, ahora, son consideradas como una suerte de heroínas. Sin embargo, en el momento en que les tocó vivir, nada salió como ellas hubieran deseado.

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Dos jóvenes en edad de enamorarse

elisa marcela homosexual

Las dos jóvenes se conocieron en la Escuela Normal de Maestras. El padre de Marcela, militar, siempre tuvo la sospecha de que, detrás de esta amistad, se escondía algo de carácter más íntimo. Por eso, tomó la decisión de enviar a su hija a Madrid para que continuara sus estudios. Pensaba que la distancia enfriaría la relación entre las dos chicas, pero no sucedió así.

Estando separadas, no dudaban en recorrer la distancia que hiciera falta para volver a reunirse. De este modo, fueron ideando un plan que desarrollaron poco a poco. Elisa anunció a sus vecinos que se iba a vivir a La Habana. Poco tiempo después, Marcela se paseaba con un pariente de su amiga muy parecido a ella llamado Mario.

Lo cierto es que Elisa jamás se fue de Galicia, sino que fue preparando un nuevo rol: se disfrazaba de Mario para poder estar con su gran amor. Mario había existido en realidad, era un primo de Elisa fallecido hace años. Así que sería un papel casi perfecto.

Elisa se disfrazó de Mario para tapar la relación homosexual

elisa marcela boda

Con el paso del tiempo, Elisa terminó convirtiéndose prácticamente en Mario para tapar su relación homosexual. Se cortó el pelo según dictaban los cánones de la época, adquirió ropa masculina, aprendió a fumar y también se presentó a la sacristía de San Jorge, A Coruña.

En el 1901 fue a la Escuela Normal, donde pidió un certificado de sus estudios bajo el nombre de Mario. La explicación que le dio al párroco fue que había estado un tiempo viviendo en Inglaterra y que ahora deseaba retomar la religión católica y recibir el bautismo. Él se lo proporcionó y, poco después, aceptó casar al chico con su novia.

Ese mismo día, Marcela y Elisa, que ahora era Mario, decidieron contraer matrimonio. Si echamos la vista atrás, la decisión que tomaron se puede considerar como heroica, debido a las circunstancias. Sucedió en la Iglesia de San Jorge. Elisa llevaba pantalón, chaqueta de hombre y chaleco. Marcela, por su parte, iba muy elegante. Todo sucedió tras un año de duras prácticas para convertirse en una nueva persona.

El primer matrimonio homosexual de España

marcela elisa portugal

Después de casarse, los novios tomaron chocolate con churros en la casa de la madrina. También salieron de compras y acudieron, felices, a hacerse a algunas fotos en el local del señor Sellier. Pocos días más tarde, este puso la foto en su escaparate. Dos son las imágenes que parece quedar de ellas, una de la boda y otra en un viaje a Portugal. Hasta el día de hoy, su boda es válida, pues nadie anuló las actas, convirtiéndolo en el primer matrimonio homosexual de España.

Después de estar algunos días alojadas en una pensión en La Coruña, ambas viajaron a Tui, en Pontevedra, para su viaje de novios. Más tarde fueron a Oporto, Portugal, donde visitaron a unos familiares. Sin embargo, los días de vino y rosas no tardaron en desaparecer.

Cuando ya se habían casado, hubo alguien que decidió delatarlas ante el cura que ofició la boda. El párroco llamó a Elisa y esta explicó que sí que era cierto que en su infancia había vestido con falda. Sin embargo, fue notando que se sentía hombre y un médico le recomendó optar por el sexo masculino porque era el que prevalecía en ella siendo hermafrodita. Todo fue un invento.

Y llegó la tempestad

emilia pardo bazan

Dos fueron los médicos que examinaron a Elisa, declarando que no era hermafrodita, sino una mujer. Además, también determinaron que, una vez, dio a luz y había tenido un hijo. Mucha de la gente del pueblo acudió a su casa para increparla e insultarla al grito de «¡Que salga el marimacho!».

Ella decidió huir, pues la policía la había puesto en busca y captura. Ríos de tinta corrieron esos días en la prensa relatando el curioso caso del «Matrimonio sin hombre». Una pareja homosexual, a principios del siglo XX era algo inconcebible para la católica y atrasada sociedad española de la época.

Una de las escritoras más conocidas del momento, Emilia Pardo Bazán, lamentó que el amor y matrimonio de estas dos chicas terminara convirtiéndose en la comidilla de la prensa amarilla. Debido a la enfermedad que padecían, «la homosexualidad», un neurólogo dijo que lo mejor sería encerrar a ambas en un manicomio.

Un final ¿infeliz?

pareja homosexual

Juntas, de nuevo, consiguieron escapar y llegar a Oporto. Fue en esta ciudad donde vivieron escondidas. Elisa se hacía llamar Pepe en vez de Mario, pero la policía portuguesa dio con ellas. España, por su parte, solicitó su vuelta, aunque se le negó hasta ser juzgadas por los portugueses: la razón era la falsificación de los documentos de identidad. En el año 1903 fueron absueltas, por lo que decidieron huir hasta Buenos Aires.

Aquí Marcela dio a luz a una niña, llamada Gabriela. Elisa se cambió el nombre a María y se casó con un caballero danés 24 años mayor que ella. Siempre se negó a mantener relaciones sexuales con él. Por eso, el caballero investigó quién era, dando con el enigma: se trataba de la protagonista del matrimonio homosexual ocurrido en Galicia. Cuando se da cuenta, va a la iglesia a solicitar la anulación del matrimonio, con lo que consigue que vuelvan a examinar a Elisa y determinen que, además de no ser virgen, está en perfectas condiciones para consumar la unión.

No volvió a saberse nada de ambas mujeres. Dos valientes que, en contra de toda la sociedad, decidieron llevar a cabo su plan y poder vivir su amor. Parece que todo podría apuntar a que las cosas no terminaran bien. Sin embargo, el no haber vuelto a saber de ellas puede significar que ambas encontraron la forma de continuar con su relación, huyendo de forma definitiva del ojo público.