Iglesias: un vicepresidente chulesco en la Moncloa

Pablo Iglesias se ha formado como político en el ágora pública desde los platós. No hace tantos años, Iglesias era un tertuliano que acudía allí donde le llamaban para enfrentar con chulería y cierto aire de macarra a lo que él llama ahora las fuerzas mediáticas de la ultraderecha. Entonces ni siquiera era líder de una formación política. Ahora está dentro de un Gobierno de Coalición, y sin embargo, Iglesias sigue siendo el vicepresidente chulesco que visita la Moncloa. Recordamos no solo la última de las bravuconadas de Iglesias, sino todas las ocasiones en las que ha mostrado una actitud poco decorosa para un político, sobre todo para con sus contrincantes en el otro lado de la bancada.

IGLESIAS MIENTRAS NEGOCIABA LOS PRESUPUESTOS CON ERC Y LOS PRESOS DE LLEDONERS

Entonces corrían mejores tiempos para el PSOE, sin Podemos en el Gobierno. Pablo Iglesias seguía buscando un mayor protagonismo político reuniéndose con Junqueras en Lledoners para que pareciera que él era el posibilitador de unos presupuestos socialistas progresistas.

Aquí vemos a un Pablo Iglesias que llama a la moderación, a dejar de lado el tono chulesco, y buscar vías de acuerdo para avanzar en lo que habría de unir a las izquierdas. «La gente está cansada de tonos un poco chulescos […] Yo creo que si todos intentamos ser un poco más modestos y nos guardamos ciertas cosas para otros contextos nos irá mejor a todos», decía Iglesias con ese tono de profesor regañando a sus alumnos.

IGLESIAS Y LOS ACENTOS: DEBERÍA VOCALIZAR, SEÑOR EGEA

Uno de sus objetivos favoritos para mostrar esa dosis de chulería es el PP. Recientemente se metió en una polémica sobre los acentos en El Congreso, justo cuando el tema estaba caliente a raíz de una entrevista a Roberto Leal de Pasapalabra. Aquí, Iglesias intentó pasar palabra utilizando una cortina de humo sobre el acento de Teodoro García-Egea, número dos del PP.

«Creo que se nos entiende regular cuando hablamos con la mascarilla puesta. Si no le importaría vocalizar un poco más en su siguiente intervención porque me ha costado entender algunas cosas», reprochaba a García Egea, murciano, pero que se había expresado con suficiente claridad.

EL CASO DINA: IGLESIAS MÁS CHULO ENTRE LOS SUYOS

A día de hoy, Pablo Iglesias tiene un amplio frente judicial. El caso Villarejo, del que se desprende la pieza del caso Dina en la que tan pronto es parte imputada como damnificado, saca de él la mejor munición para explotar lo que se ha dado en llamar el discurso de las cloacas del Estado. Para Podemos, Villarejo, como secuaz de Saénz de Santamaría, había sido contratado para evitar que la formación morada llegara al Gobierno.

Aquí, en julio de 2020, prometía de nuevo con la mano en la cadera, el tono bronco y el entrecejo que tan famoso le hizo como broncas chulesco, proponer una comisión de investigación en la que se hablara sobre el caso Dina. Hasta la fecha, dicha comisión sigue embarrada entre el toma y daca de PP y Podemos. Iglesias, en la versión más chula que se gasta ya desde antes de entrar en Moncloa, pero que parece que va a más a medida que confirma sus pasos como la única oposición al PSOE.

A VOX: LES FALTAN AGALLAS

Dice la física que los extremos se atraen. En política, desde luego, parece más que cierto. Se necesitan el uno al otro. Lo saben y lo utilizan siempre que es menester. Así, durante el rifirrafe entre Espinosa de los Monteros y Pablo Iglesias sacado con pinzas por el caso de las declaraciones del verde sobre el diputado Pisarello, Iglesias volvió a mostrar ese tono condescendiente de docto sabio y la mano en la cadera, para decirle a Vox que carecía de agallas para hacer realidad todo lo que defienden políticamente.

Todos recordamos el momento álgido de la relación Espinosa de los Monteros e Iglesias con otros de sus momentos más chulescos: «Cierre usted al salir», decía todo un vicepresidente del Gobierno a un representante de la oposición.

LA ÚLTIMA DEL VICEPRESIDENTE MÁS CHULO DEL OESTE

Esta ha sido aún más reciente, con su nuevo toque de progresista con moño y pendiente en vez de con coleta. Parece que el nuevo peinado no ha surtido efecto en calmar el ego de Iglesias, quien desde el Congreso no ha tenido ningún reparo en soltar esta chulería: «Tengan ustedes la decencia de no gritar desde la bancada cuando un vicepresidente está en el uso de la palabra», como siempre, con aire de profesor ofendido riñendo a los niños.