El Papa pide una educación que no se mida por superar «pruebas estandarizadas»

El Papa ha pedido ir más allá de «simplificaciones aplanadas sobre la utilidad» al reclamar un sistema educativo que no mida su éxito solo al superar «pruebas estandarizadas» sino por las garantías que ofrece como «antídoto» a la cultura individualista.

«La educación se propone como el antídoto natural de la cultura individualista, que a veces degenera en un verdadero culto al yo y en la primacía de la indiferencia. Nuestro futuro no puede ser la división, el empobrecimiento de las facultades de pensamiento e imaginación, de escucha, de diálogo y de comprensión mutua», ha señalado el Papa en un vídeo mensaje.

Hoy se requiere la parresia necesaria para ir más allá de visiones extrínsecas de los procesos educativos, para superar las excesivas simplificaciones aplanadas sobre la utilidad, sobre el resultado _estandarizado_, sobre la funcionalidad y la burocracia que confunden educación con instrucción y terminan destruyendo nuestras culturas; más bien se nos pide que busquemos una cultura integral, participativa y multifacética», ha agregado.

El pontífice ha presidido este jueves un evento virtual ligado al evento mundial que debía haberse desarrollado el pasado 14 de mayo bajo el tema «Reconstruir el pacto educativo global» y que quedó cancelado por la pandemia de coronavirus. Además del Papa también ha participado la directora de la UNESCO, Audrey Azoulay.

En su vídeo-mensaje, el Papa ha impulsado un compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad, para que nadie permanezca indiferente ante «el flagelo de la violencia y el maltrato de menores, el fenómeno de las niñas esposas y de los niños soldados, la tragedia de los menores vendidos y esclavizados».

El Papa ha dejado claro que es necesaria la «valentía» para generar procesos que asuman conscientemente la «fragmentación existente y los contrastes», así como «la audacia para recrear el tejido de las relaciones a favor de una humanidad capaz de hablar el lenguaje de la fraternidad».

Y ha asegurado: «El valor de nuestras prácticas educativas no se medirá simplemente por haber superado pruebas estandarizadas, sino por la capacidad de incidir en el corazón de una sociedad y dar nacimiento a una nueva cultura. Un mundo diferente es posible y requiere que aprendamos a construirlo, y esto involucra a toda nuestra humanidad, tanto personal como comunitaria».

El pontífice ha sido claro al pedir que se escuche «el grito de las nuevas generaciones», que manifiesta la necesidad y, al mismo tiempo, la oportunidad estimulante de un renovado camino educativo, «que no mire para otro lado, favoreciendo graves injusticias sociales, violaciones de derechos, grandes pobrezas y exclusiones humanas».

De este modo, ha instado a dejar atrás «recetas simplistas o los vanos optimismos» para apostar y dar al presente la esperanza que «rompe los determinismos y fatalismos con los que el egoísmo de los fuertes, el conformismo de los débiles y la ideología de los utópicos quieren imponerse tantas veces como el único camino posible».

«Educar es siempre un acto de esperanza que invita a la coparticipación y a la transformación de la lógica estéril y paralizante de la indiferencia en otra lógica distinta, capaz de acoger nuestra pertenencia común. Si los espacios educativos hoy se ajustan a la lógica de la sustitución y de la repetición; y son incapaces de generar y mostrar nuevos horizontes, en los que la hospitalidad, la solidaridad intergeneracional y el valor de la trascendencia construyan una nueva cultura, ¿no estaremos faltando a la cita con este momento histórico?», se ha preguntado el Papa.

El Papa ha lamentado en otro momento de su alocución que debido al confinamiento y muchas otras deficiencias existentes, muchos niños y adolescentes se hayan «quedado atrás en el proceso natural de desarrollo pedagógico».

Bajo esta óptica ha citado algunos datos recientes de organismos internacionales que hasta apuntan a una «catástrofe educativa», ante los aproximadamente diez millones de niños que podrían verse obligados a abandonar la escuela a causa de la crisis económica generada por el coronavirus, aumentando una brecha educativa ya alarmante _con más de 250 millones de niños en edad escolar excluidos de cualquier actividad educativa_.