Si hablamos de Albert Solà, barcelonés de 64 años que trabaja en un bar de La Bisbal de L’Empordà (Girona) llamado El Drac, nada llama la atención. Pero si hablamos de Albert Solà, más conocido por sus amigos como el Monarca ya empieza a sonar algo raro. ¿Por qué el Monarca? Pues porque según Solà - y una prueba de ADN que ratifica una coincidencia del 99% con la de Juan Carlos I- es el hijo ilegítimo del rey emérito.
«Creo que mi padre es Juan Carlos I. Y no solo lo creo por mi parecido físico con él, algo obvio, sino porque esta es la conclusión a la que he llegado tras años de investigaciones». Así empieza el libro del catalán, El monarca de la Bisbal, en el que deja claro desde el primer momento que su padre es Juan Carlos I. Alto, ojos claros y con una prominente nariz, así es Solà quien, indudablemente, se parece al emérito.
Primeros años y juventud
Su historia comienza en Barcelona, en 1956. Por aquel entonces, Juan Carlos I tenía 18 años. El mismo año que, como apunta La Marea, el rey disparó y mató a su hermano por accidente. El 16 de agosto nace Alberto Bach, hijo de una joven proveniente de una buena familia de banqueros catalanes. Como en aquel entonces un hijo ilegítimo era un escándalo la familia materna del niño decidió llevarlo a la Casa Provincial de Maternidad de Barcelona, donde ingresó como “hijo expósito de padres desconocidos”.
Albert Solà pasó sus cinco primeros años de vida en Ibiza donde, según él, estuvo con una familia en la que “no me adaptaron , sino que me tenían a su cuidado a cambio de estipendio”. En 1961 le trasladaron al Palacio Real de Pedralbes, en Barcelona, donde le tuvieron “escondido” hasta que cumplió ocho años, cuenta en el libro. Solà relata que, de esa época, solo recuerda una mujer rubia que podría ser de su familia. Quizá la madre de Juan Carlos I, María de las Mercedes. Aquí permanecería hasta 1964, año en que fue adoptado por Salvador Solà y Antonia Jiménez.
Su nueva familia cuidaba y vivía en una masía, propiedad de un médico catalán. Criado en un entorno rural, Solà afirma que sus padres eran muy humildes. Sin embargo, el niño no estaba exento de caprichos: cuando cumplió 16 años le regalaron una moto Guzzi, algo le extrañó debido la precariedad económica del matrimonio. «En casa no había dinero para ese tipo de regalos […] No dejé de sospechar que había alguien, a quien no conocía, que nos había ayudado económicamente. y esta persona pensaba más en mí que en mis padres», reconoce. Esta moto no fue el único regalo desproporcionado que recibió ya que, cuando cumplió 18 años, le regalaron un Renault 5: «Estaba claro que alguien de mi familia biológica (paterna o materna) quería que llevara una vida más desahogada de la que me correspondía por mi edad y estatus«, recoge El Español.
Servicio militar obligatorio
Como todos los jóvenes españoles de la época, Albert Solà tuvo que marchar a hacer el servicio militar obligatorio (mili). Corría el año 1977. Solà afirma en sus memorias que, desde el primer moment recibió un trato preferencial, hasta tal punto que uno de sus compañeros, extrañado por la posición de privilegio del joven le preguntó: “Oye, chaval, pero ¿tú quién eres?”. Durante el servicio pudo ver en varias ocasiones a Juan Carlos I lo que él achacó, tiempo después, a la posible curiosidad del monarca por verlo “de forma discreta”.
Investigación
Como no encontraba explicación a todos estos privilegios Solà decidió, en 1982, empezar a investigar sus orígenes. Empezó donde todo había empezado: en la Casa Provincial de Maternidad de Barcelona, donde no le dieron información. Cansado de las negativas que no respondían a lo que había ido a buscar, Albert consiguió que el director del centro admitiera que su padre formaba parte de las “altas esferas políticas”.
Años después, mientras el vivía en México, recibió una carta de la Casa Provincial de la Maternidad en la que le proporcionaban el nombre de su madre biológica: Josefa. Al ponerse en contacto con la familia de ésta, y un montón de interrogantes y dudas después, descubrió que no era su verdadera madre. Así fue como decidió contratar a unos detectives que llevasen a cabo una investigación para esclarecer todas sus dudas. Y buscando dieron con Ana María Ramón Bach: una joven que se había quedado embarazada con 18 años, a la que separaron de su hijo. Sin embargo, los detectives tampoco le suministraron la información que él demandaba y tiempo después la empresa desapareció. Solà llegó a la conclusión de que «cuando supieron de quién era hijo en realidad, aceptaron ocultar mi nombre real».
En medio de este mar de dudas, apareció un tal Javier. Albert no sabía quién era ni qué quería, pero pensaba que podría ser un agente secreto. Movido por la curiosidad se trasladó a Madrid, donde descubrió que estaba relacionado con el monarca. “El agente secreto le explicó que justo cuando él nació, el emérito había alardeado frente a sus más allegados de que acababa de ser padre de un niño en Barcelona”, escribe El Español. Como tampoco le resolvía nada, decidió volver a México pero recibió una llamada sin identificar: «Señor Alberto Solà Jiménez, sabemos que usted quiere regresar a México. Por su seguridad, no salga del país. Buenas tardes». Así fue como se quedó en La Bisbal. Pero nunca más supo de Javier.
Cansado de todos los vaivenes, decidió recurrir a la justicia. Demandó a la Diputación de Barcelona quienes admitieron su petición. El 3 de julio de 2001 el juez pidió conocerlo en persona. En la reunión, el magistrado hizo unas declaraciones que cambiarían su vida para siempre: «Señores, ya saben quién es el padre del señor Albert Solà Jiménez. Es don Juan Carlos de Borbón y Borbón, rey de España». El juez le entregó un sobre con 98 documentos y le dijo que todo lo que había dicho era extraoficial. A partir de ahí, su vida cambió. Contacto con la prensa y recibió una llamada de la Zarzuela. Cuenta que recibió del Palacio, a lo largo del año, un total de 12 llamadas para preguntarle “cómo estaba”.
CNI y renuncia a la corona
En el libro también cuenta cómo renuncio a la corona: habló con el CNI desde donde le pidieron que renunciase. «Les respondía que no me importaba hacerlo […] No tengo ningún interés en la Corona, porque no he sido educado para ser rey, más bien todo lo contrario», escribe Albert. Una vez renunciado a sus derechos, le ofrecieron realizarse una prueba de ADN para así compararlo con el de Juan Carlos I que dio una coincidencia del 99% en el de ADN de ambas muestras.
El CNI también le confirmó que el rey le había protegido siempre. «Conocía mis correrías, puesto que recibía regularmente informes del CNI sobre mí».
EH Bildu
EH Bildu ha realizado una propuesta con el potencial de poner en jaque la imagen de Felipe VI. El grupo independentista vasco registró el pasado 5 de octubre tres preguntas con las que intentaría abrir un debate sobre la Casa Real. Después del resultado de esas pruebas de ADN, el partido vasco ha querido preguntar a la cámara baja sobre los derechos de sucesión al trono de Solà. Por su parte ,la Mesa del Congreso ha denegado la propuesta de pregunta, achacando que “viola la cortesía parlamentaria”. Por tanto, el Gobierno no tendrá por qué responder a las tres preguntas que quería hacer Bildu al respecto. Dado que Solà es mayor en edad que Felipe VI, Bildu argumentaría que podría ser él el legítimo heredero.