El vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, sabe que no tiene posibilidad alguna de entrar en el pacto para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Esto es porque el Partido Popular se siente cómodo con el Consejo en funciones y porque Pablo Casado se ha enrocado en el «no» en caso de que la formación morada pueda elegir vocales afines. La estrategia de Podemos ha pasado de ser constructiva a destructiva y ahora esperan azuzar el fantasma de la trama Kitchen para forzar al PSOE a alejarse del PP y evitar así la renovación del CGPJ. Vamos, que Carlos Lesmes entrará en el libro Guinness de los récords como el presidente del Tribunal Supremo que más tiempo ha estado en el cargo.
El giro de Podemos es por pura resignación. El problema es que desde la cúpula del partido confiaban en poder presionar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para que cediera algunos de «sus» vocales a Iglesias. Sin embargo, las negociaciones no han ido tal y como el líder de la formación morada se esperaba, por lo que, tal y como aseguran fuentes cercanas al partido, la estrategia de Podemos experimentará el próximo año un giro de 180 grados: de ser constructivo y buscar una solución entre todos a justo lo contrario. Por el momento, el vicepresidente esperará a que estalle un caso de corrupción del PP para vender el simple mensaje de que Sánchez pacta con «corruptos» y aparta a las fuerzas democráticas «limpias».
Desde Unidas Podemos tienen claro los tiempos judiciales. Saben que este invierno el PP se verá afectado por la trama Kitchen, la misma que investiga el presunto espionaje ilegal (pagado con fondos reservados y urdido por la cúpula policial) al extesorero del partido Luis Bárcenas para intentar interceptar posible información sensible para el partido. La sentencia es posible que salte a principios de 2021. Y esto es oro molido para Unidas Podemos, ya que le dará una excusa para estigmatizar al PP y, de paso, al presidente del Gobierno por querer renovar el CGPJ sin tener en cuenta a los demás partidos políticos.
La idea es, con la sentencia en la mano (y dando por hecho que será perjudicial para el PP), revivir el fantasma de la corrupción y vender a los medios que Sánchez pacta con un partido que utilizó las instituciones del Estado para su beneficio personal. Vamos, lo que se conocen como las cloacas. Con este mensaje, Podemos espera condicionar la actitud de Sánchez y, ya que el presidente del Gobierno no tiene ninguna intención de incluir a Podemos en las negociaciones para renovar el Consejo, destruir todo atisbo de acuerdo entre los partidos.
En cierto modo, las posiciones entre Iglesias y Casado han llegado a un punto en común. Ambos quieren evitar renovar el Consejo sobre el papel, uno porque se siente cómodo presionando a Sánchez y otro porque solo quiere abordar estos cambios en caso de que tenga un papel predominante. Por lo que Lesmes parece condenado a ser el eterno presidente del Supremo ante la falta de acuerdo y altura política de un Congreso fragmentado. Si ya era difícil urdir una mayoría absoluta… tres quintos del Congreso es otro cantar.
EL PLAN DE CASADO
El plan de Pablo Casado no está tan definido como el de Iglesias. Por el momento, saben que la pelota está sobre el tejado del Gobierno (al menos, de cara a la UE) y saben que enrocarse en el «no», a pesar de ser perjudicial para ambos partidos, ataca más al PSOE que al PP. Sin embargo, la razón por la que Casado y en especial el secretario general del partido, Teodoro García Egea, no dejan de poner palos en las ruedas del acuerdo para renovar el CGPJ es por la floja posición que ahora ostenta el PP con los resultados electorales más bajos de su historia política.
Es cierto que Sánchez se ha ofrecido a darles mayor relevancia de cara a los vocales propuestos que la que cabría esperar por la aritmética. Hasta ahí, el PP no puede reprocharle nada a los socialistas. El único requisito por parte de Sánchez es que el o la futura presidenta del Tribunal Supremo fuera a propuesta del PSOE, no de los populares. Tal fue la cesión del presidente del Ejecutivo que el PP estuvo a punto de acceder a sus condiciones, pero varios cambios de última hora (internos en Génova) hicieron cambiar de opinión a Casado hasta el punto de tirar del freno de mano cuando todo estaba a punto de llegar a buen puerto.
Aún así, el gran problema para el PP es que se sienten débiles. Sin fuerza parlamentaria suficiente para abordar una renovación del CGPJ que apuntalaría un poquito más a Sánchez durante esta legislatura. Esto hace que la confianza en el PP para abordar estas negociaciones sea limitada y lleve a un Casado con muchas dudas a dar palos de ciego sin una estrategia clara. Por el momento, lo único que tienen definido en el Partido Popular es que no quieren ni a ERC, ni a Bildu ni a Iglesias en las negociaciones para renovar el Consejo General del Poder Judicial. De ahí en fuera, todo lo demás son dudas e incertidumbres.
IGLESIAS Y SU TRAICIÓN
El vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, vendería hasta la sede de su partido con tal de tener representación en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). El dirigente de la formación morada siempre ha estado en parte convencido de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le quiere dejar de lado a la hora de pactar la renovación del Consejo. Sánchez busca un acuerdo simple con el Partido Popular y el vicepresidente quiere meter la cabeza como sea. Su obsesión ha llegado hasta tal punto que le ha llevado a enfrentarse con ERC, el otro gran partido de la mayoría de la moción de censura a quien el vicepresidente está dispuesto a dejar fuera de la renovación del CGPJ siempre que Unidas Podemos rasque dos o tres vocales.