Las organizaciones de la Santa Sede, Caritas Internationalis y el Dicasterio Vaticano para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, han publicado un comunicado conjunto en el que piden a la ONU que sea posible para todos los países, especialmente para los más desfavorecidos, el acceso a las vacunas para hacer frente al virus a la Covid-19.
El comunicado, que ha sido firmado por los Cardenales Luis Antonio Tagle, Presidente de Caritas Internationalis, Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio, y por el Secretario General de Caritas Internationalis, Aloysius John, ha sido publicado por la página web Vatican News, la agencia ligada a los medios de comunicación de Vaticano.
En el texto en el que se hace un llamamiento a las Naciones Unidas para tratar el tema en una reunión especial del Consejo de Seguridad se afirma que la pandemia ha sacado a la luz «la fragilidad y vulnerabilidad de la existencia humana». Para luchar contra la propagación de este virus, la familia humana ha buscado actuar de forma solidaria, observando el desapego social y el aislamiento, el cierre de las fronteras y para comunicar el uso masivo de la tecnología digital. El Papa Francisco ha dicho muchas veces que el virus nos ha unido y que sólo en solidaridad podremos salir de esta pandemia», se lee.
También se señala que las vacunas se han convertido en el centro de atención y de mucha esperanza, pero se hace hincapié en que las naciones ricas son las que han invertido dinero en la producción de vacunas y esperan ahora el retorno de su inversión. Sin embargo, adiverten que este proceso ha conducido a una especie de «proteccionismo», un tipo de «nacionalismo que deja fuera al sur global, donde vive la mayoría de los pobres».
De este modo, Tagle, Turkson y John han incidido en que «la distribución desigual de las dosis plantea un problema a las comunidades del sur del mundo que las necesitan con urgencia». En concreto, expresan su preocupación por «África y las naciones más pobres de América Latina y Asia».
«Las vacunas son un medio para respetar y salvar el don de la vida. Dado que toda la vida es inviolable, nadie debe ser excluido. Los pobres, las minorías, los refugiados y los marginados son los más expuestos al virus. Cuidarlos es una prioridad moral, porque abandonarlos los pone en peligro a ellos y a la comunidad en su conjunto, y nuestro bienestar colectivo depende de cómo cuidamos a los últimos», afirman. De este modo, exhortan a los líderes políticos a mirar «más allá de los intereses de sus naciones y de los grupos políticos».
«Esta pandemia es un problema de seguridad mundial que amenaza a toda la familia humana. Abordar la cuestión de las vacunas desde la perspectiva de una estrategia nacional limitada podría conducir a un fracaso moral a la hora de satisfacer las necesidades de los más vulnerables en todo el mundo», manifiestan.
Del mismo modo, señalan que la actual crisis de las vacunas debe considerarse en el contexto más amplio de la situación sanitaria mundial. «Muchas de las naciones menos desarrolladas siguen careciendo de infraestructuras médicas básicas y de medios para almacenar las vacunas. Además, los habitantes de las zonas rurales remotas no están sensibilizados y están expuestos a otras enfermedades infecciosas que siguen siendo frecuentes. Si la pandemia se desborda en el Sur Global, esto podría conducir a una nueva crisis humanitaria mundial», afirman.
REVISIÓN DE LA DEUDA
Además, estos organismos del Vaticano han hecho un llamamiento para que la deuda de los países de bajos ingresos sea revisada. «Esto —según el documento— desencadenaría un proceso virtuoso para mejorar los servicios e instalaciones médicas en estos países. El dinero destinado a pagar la deuda de un país pobre podría destinarse a reforzar la seguridad sanitaria».
Asimismo, afirman que también es urgente «abordar la cuestión de las patentes de las vacunas para identificar la producción localizada en África, América Latina y Asia y acelerar el acceso a las vacunas antes de que sea demasiado tarde». «Es importante involucrar a los agentes locales, en particular las organizaciones confesionales, porque tienen las estructuras básicas y el contacto necesario con las personas más vulnerables, como los inmigrantes, los desplazados internos y los marginados», concluyen.