Los espectadores del Teatro Real han recibido con aplausos el estreno de ‘Siegfried’, tercera parte del ciclo ‘El anillo del Nibelungo’ de Richard Wagner, que conjuga la actitud «heroica» del coliseo respecto a las restricciones de la pandemia y la del protagonista de la obra, un semidiós en busca del amor.
Por el momento, parece que ni las restricciones de aforo ni de horario ni, lo más importante, el temor al coronavirus, están echando atrás a los asistentes al Real. Para esta ocasión, la ocupación del teatro ha superado con creces las tres cuartas partes de asientos habilitados –sobre un máximo del 66% de aforo– y desde el Real ya se ha adelantado que se han vendido más de 1.000 entradas por función –habrá ocho en total–.
Fue el director musical, Pablo Heras-Casado, quien alabó en la rueda de prensa previa esta actitud «heroica» del Teatro Real para superar los obstáculos de estos últimos meses, y para ‘Siegfried’ la disposición no iba a ser menos. De hecho, el músico calificó de «reto» poner en pie una producción de casi cinco horas con más de cien músicos en la orquesta.
A las 16.30, hora poco habitual de inicio pero necesaria para esquivar el toque de queda, ha dado comienzo con los acordes habituales la música de ‘Sigfried’, entre pantallas de metacrilato y arpas asentadas en los palcos próximos al escenario. Ya lo habían avisado también desde el teatro: si no hay espacio suficiente en el foso para albergar a todos con distancia mínima de seguridad, la orquesta puede salir a los asientos.
Aún así, el sonido no se ha resentido en ningún momento e, incluso, se ha producido la sensación de estar aportando algo nuevo de Wagner sin renunciar a lo escrito por el genio alemán. Seis arpas y la percusión aguda a un lado, y los trombones tubas y trompetas a otro, dibujaban un sonido que ha sido recompensado posteriormente con las alabanzas del público.
«Esperemos encontrar hallazgos que permitan sumergirse en el sonido de la orquesta de Wagner desde este punto de visto ambicioso: va a ser un ‘Sigfried’ en su totalidad y sin comprometer nada», había señalado Heras-Casado, para luego ser corregido con humor por el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, que da por finalizados estos ‘experimentos’ sin pandemia.
La puesta en escena de Robert Carsen –que ha recibido algunos abucheos al final del espectáculo, aunque con predominio de aplausos– también sirve de reflexión para los tiempos actuales, aunque en este caso relacionado con la naturaleza y la destrucción. El propio director escénico reconocía que esta pieza debe ser observada como «un iceberg», en el que se acompaña al héroe –interpretado por Andreas Schager, muy aplaudido– a esa caída y redención gracias al amor de Brühnilda –la soprano Ricarda Merbeth–.
La trama de esta tercera parte guarda muchas similitudes con la historia de ‘El señor de los anillos’: todos quieren el anillo de los Nibelungos, que guarda con recelo un dragón. Sin embargo, Sigfried, en su inocencia, será el único que consiga el preciado tesoro y a la vez se deshará de los enemigos que lo acechan. La escenografía deja espacio para las sorpresas y será una suerte de máquina excavadora enorme la que simule el temible monstruo en escena.
Wagner aparcó la escritura de esta tercera parte de la tetralogía durante doce años –en ese periodo, le dio tiempo a escribir ‘Tristán e Isolda’–. La diferencia entre el primer y segundo acto y el tercero se hacen notar especialmente tanto en la música como en la concepción del héroe, que pasa de vagar por el mundo como un ser libre a empezar a sentir el miedo a la pérdida.
Precisamente, será la famosa escena del tercer acto con el beso redentor de Sigfried, en la que llega a la montaña atravesando el fuego, con la que se logre ese «momento mágico y una sensación de no saber dónde está uno» al que aludía el propio Heras-Casado.*
Al final, Carsen logra el objetivo buscado por Wagner de no juzgar a sus personajes y ofrecer siempre la posibilidad de una marcha atrás. A la caída del telón, muchas mascarillas FFP2 –la eficacia de las mascarillas higiénicas es de un máximo de cuatro horas y varios de los asistentes han optado por este otro tipo de protección– se han puesto en pie y aplaudido con energía tanto al elenco como a Carsen, el ideólogo de esta puesta en escena. Otras siete funciones ‘heroicas’ de más de cinco horas de duración esperan al Teatro Real y a su público.