Ana María B.L., la mujer de 39 años acusada de asesinar a su hijo Sergio de siete años de edad tras asfixiarlo en su vivienda de Huércal de Almería (Almería) para después trasladar su cuerpo hasta las Norias de Daza en El Ejido donde fue detenida el 10 de octubre de 2019, ha asegurado este lunes no recordar nada de esa mañana hasta que se vio rodeada por la Guardia Civil en el interior de su vehículo porque es un momento «está en una cápsula» y lo tiene «bloqueado» en su mente.
«No sé por qué lo hice», ha manifestado durante la primera sesión del juicio con jurado celebrado en la Audiencia Provincial de Almería, donde ha relatado varios episodios de «brotes psicóticos» entre los que ha apuntado el último que sufrió el verano antes de los hechos por el que llegó a estar ingresada en la unidad de Salud Mental durante nueve días «involuntariamente».
Así, ha indicado que tras su salida del hospital estuvo bajo seguimiento psiquiátrico aunque dejó de acudir a las citas que tenía así como de tomar la medicación que le habían dispensado porque «se encontraba bien». «Mi hijo me precavía, veía más allá de lo que yo era capaz de ver», ha aseverado para dar cuenta de su estado mental en los días previos al crimen.
La mujer ha afirmado que su intención «no era hacer daño» a su expareja y padre del menor, con el que una semana antes de los hechos había tenido un juicio para determinar las medidas de custodia, ya que el hombre quería estar completamente a cargo del niño. «Yo no pensaba que me iban a quitar la custodia», ha defendido la acusada, quien cree que era una «buena madre».
«Yo estaba tranquila porque era para mí imposible que me quitaran al niño», ha recalcado Ana María B.L., quien ha explicado que recordaba la celebración de la vista oral pero no que la Fiscalía solicitara entonces la custodia a favor del padre, de modo que ha recalcado que ella se enteró «por un familiar» que le habían dado la custodia del niño al padre cuando ella «ya estaba en prisión».
Igualmente, ha indicado que durante los primeros días de septiembre no llevó al niño al colegio en diversas ocasiones, ya fuera porque «tenía alergia» o porque «a veces le dolía la barriga o vomitaba», lo que en cualquier caso era «ocasional» y que ella quería «poner fin» a esa situación, por lo que quería matricularlo en el colegio de Alcolea, donde residían los familiares del pequeño.
A preguntas de la Fiscalía, quien solicita para ella una pena de prisión permanente revisable a pesar de observar una atenuante analógica de alteración psíquica, la acusada ha negado recordar que la mañana de los hechos habría tomado el cordón de una bata y habría acabado con la vida de su hijo en su vivienda para después montarlo en el asiento delantero de su vehículo y dirigirse a la casa de la expareja de su padre, quien al ver la situación llamó a los servicios de emergencias.
«Me vi en Las Norias rodeada de Guardia Civil y me decían cosas y me hacían gestos con la mano, pero era tal el nerviosismo, el estrés y la angustia que no era capaz de hacer lo que me decían», ha dicho la acusada, quien ha rechazado además que tratara de embestir a los agentes que le bloquearon el paso con los vehículos policiales para tratar de huir; hechos por los que también se piden 18 meses de prisión.
De igual forma, aunque portaba 1.400 euros en metálico, ha negado que su intención fuera la de huir en ese momento ya que el dinero lo llevaba consigo desde hacía «varios días». «El coche estaba totalmente parado», ha detallado antes de precisar que se encontraba en «una calle sin salida» cuando fue intervenida.
«EL NIÑO ERA CONSCIENTE DE QUE TENÍA UNA ENFERMEDAD»
Durante el juicio presidido por la magistrada presidenta Alejandra Dodero, la acusada ha manifestado que «jamás» había amenazado anteriormente a su hijo ni le había dicho que iba a huir con él al mismo tiempo que ha rechazado que le dijera que le iba a «teñir el pelo» para fugarse ambos porque «no era conveniente» decir «a un niño tan pequeño cosas en contra de su padre».
Aún así, ha asegurado que el menor era «consciente de que tenía una enfermedad» y que la familia de su expareja sí hablaba de ella. «Me decía ‘mamá estás loca’ y yo le decía que eso no se decía, y él me decía ‘perdóname, es porque lo dicen papá y los abuelos'», ha explicado.
En este sentido, ha encuadrado en situaciones de «brotes» el día que remitió a su expareja 185 mensajes de Whatsapp en cuatro horas o la denuncia que en 2017 puso contra el padre del menor por violencia de género de la que salió absuelto, tras lo que le pidió «perdón» y trató de retomar la relación, si bien ha reconocido que en un primer momento apeló contra el fallo y no retiró la denuncia porque «no se podía».
A pesar de que el padre del menor interpuso contra ella varias denuncias por «acoso y coacciones» y de reconocer que la relación con la familia de padre no era buena, la mujer ha asegurado que él le dio «esperanzas para volver» en la Semana Santa de 2019, cuando «vino a pasar unos días en casa» y «me dijo que íbamos a tomar la relación y que nos íbamos a llevar bien por el niño»
La acusada, quien se ha echado a llorar en varios momentos del juicio, ha manifestado que se encuentra «arrepentida» de lo ocurrido. «Daría mi vida por volver atrás y que no sucediese lo que sucedió», ha indicado durante su declaración en la que ha señalado que tenía «adoración» por el menor.