Los pacientes que sufren un primer episodio psicótico podrían presentar una mayor discapacidad y una mayor persistencia de las dificultades para desempeñar habilidades de la vida diaria según el nivel socioeconómico del barrio donde vivan, según un estudio liderado por investigadores del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM), de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y del Hospital Universitario de La Princesa.
El estatus socioeconómico del vecindario influye en el riesgo de tener malos resultados de salud en general, con una particular influencia en el caso de la salud mental. Este vínculo se ha explorado ampliamente en la psicosis, y estudios recientes en este campo ya han confirmado que los individuos que posteriormente desarrollan esquizofrenia parecen tener más posibilidades de vivir en áreas desfavorecidas.
Este nuevo trabajo, que ha publicado la revista ‘Health and Place’, pone el foco en la posible influencia de la renta media de la zona de residencia en el grado de afectación que padecen los pacientes tras el primer episodio psicótico.
«Mejorar la comprensión de las dificultades psicosociales asociadas con trastornos del espectro de la psicosis es clave para mejorar el foco de las intervenciones terapéuticas, y esto es aún más crucial durante los pocos años posteriores al primer episodio psicótico, ya que en esta primera etapa hay una ventana de oportunidad para la intervención que puede impactar positivamente en la evolución del paciente a largo plazo», explica Ana Izquierdo, investigadora del CIBERSAM y primera autora del trabajo.
Para ello, en este estudio se compararon los datos de 170 pacientes diagnosticados de un primer episodio de psicosis y 129 controles sanos de la Comunidad de Madrid, participantes en el estudio observacional AGES-CM. En la investigación, coordinada desde el grupo del CIBERSAM que lidera José Luis Ayuso en la UAM, colaboraron un total de 21 investigadores de 7 grandes hospitales públicos madrileños.
Los pacientes se dividieron en dos grupos de estudio, teniendo en cuenta si el ingreso de los hogares a nivel de su barrio estaba por encima o por debajo de la media, marcada en 31.913 euros, atendiendo a los datos del Instituto Nacional de Estadística.
Además, para evaluar el grado de afectación causado por la enfermedad sobre la función, se tuvo en cuenta el impacto en seis campos: cognición (dificultades de aprendizaje y concentración), movilidad, cuidado personal, llevarse bien con otros (dificultad para mantener amistades o tratar con extraños), actividades de la vida (responsabilidades domésticas, desempeño laboral, escolar, etc.) y participación (en actividades comunitarias y/o sociales).
El análisis de los datos de estos pacientes mostró que los ingresos familiares bajos se asocian con una peor función en los pacientes tras el primer episodio psicótico, y también con una mayor duración de sus dificultades. «Estos efectos aparecen incluso después de controlar el estatus socioeconómico individual, lo que debe llevarnos a una reflexión sobre la influencia de las condiciones de vida en la perpetuación de las desigualdades de salud», señalan los investigadores.
INTERVENCIONES PERSONALIZADAS
Los resultados de este estudio sugieren también diferencias entre las áreas de funcionamiento claves para mantener las capacidades en cada uno de los grupos. «Las personas que vivían en barrios de bajos ingresos mostraron una mayor centralidad de las actividades de la vida diaria, particularmente en las responsabilidades del hogar», señala Izquierdo. En cambio, en los pacientes de los barrios de más altos ingresos, el área más importante en su funcionamiento tras estos primeros episodios psicóticos tenía que ver con las dificultades para tratar con extraños.
La explicación de estas diferencias podría tener que ver con el hecho de que las personas que viven en los vecindarios de bajos ingresos pueden sufrir más de falta de oportunidades educativas y una alta exposición al estrés crónico, y tendrían que luchar con frecuencia para satisfacer necesidades más elementales (vivienda, problemas económicos, seguridad laboral, seguridad o cohesión social).
Mientras, los pacientes con mayores niveles de ingresos tendrían las necesidades primarias satisfechas y, por tanto, sus prioridades a cubrir estarían mucho más arriba en la lista, como puede ser la necesidad de pertenencia.
«Nuestros resultados podrían contribuir al enfoque de tratamientos personalizados, ya que permitirían priorizar la identificación de diferentes áreas de funcionamiento en las que centrar las intervenciones tras el primer episodio psicótico, según las características del barrio del paciente. En todo caso, ponen de manifiesto que debe centrarse el esfuerzo en el desarrollo de políticas que apunten a abordar las desigualdades socioeconómicas y de salud», concluyen.