Alberto S. G., apodado el ‘caníbal de Ventas’, sufre un trastorno de personalidad con rasgos antisociales, paranoides y narcisistas que le llevarían a un comportamiento alejado de lo normal pero sin sufrir alteraciones en la voluntad y a simular síntomas de psicosis, lo que le hace imputable ante la Justicia por haber matado y profanado el cadáver de su madre.
La Sala que enjuicia al joven de 28 años ha celebrado esta mañana la pericial psiquiátrica, clave para determinar si el chico padece algún tipo de trastorno mental. Una patología mental le podría atenuar la pena o eximir totalmente de responsabilidad penal en el caso de que implicara una eximente completa.
Alberto S.G. relató en su declaración que tenía discusiones habituales con su madre al ser consumidor de drogas y relató que oía voces que le decían que la matara y descuartizara. Sobre el crimen, manifestó que tenía lagunas sobre cómo lo hizo.
Pero ante los médicos psiquiatras manifestó que la mató tras una fuerte discusión al ir «los dos borrachos», que la descuartizó con un serrucho y que se fue comiendo sus restos para que «no le pillaran». No mostró arrepentimiento.
Los forenses han ratificado en el juicio que nunca mencionó antes del juicio ese relato con ideas delirantes, que conducirían a un diagnóstico mental. «Exagera los síntomas de una psicosis y simula deterioro cognitivo», han dicho los expertos y han apuntado que el día de los hechos no sufrió ningún brote psicótico.
ANTISOCIAL Y SIN EMPATÍA
Frente a ello, sí han determinado que sufre un trastorno de personalidad con rasgos antisociales y paranoides. «Son personas que no encajan en la sociedad, con poca empatía y no respetan las normas ni aplican las leyes. Pero no tienen alteradas la conciencia ni la voluntad. Saben discernir entre el bien y el mal», han descrito.
En otra de las periciales, se han relatado los antecedentes psiquiátricos del acusado indicando que hay una primera atención cuando el chico tenía 12 años debido a que había sufrido ‘bulling’ en el colegio.
Su estado se agrava a raíz de la muerte de su padre y durante su Erasmus en Grecia, donde comienza a consumir estupefacientes siendo auxiliado por su hermano Miguel. En mayo de 2016, tiene un ingreso por agresión a su madre y se le diagnóstica una sintomatología psicótica.
Tras esta fecha, vuelve a tener varios ingresos por consumo de tóxicos, solicitando su madre una orden de alejamiento. En los últimos ingresos, se le diagnóstica trastorno de personalidad con rasgos paranoides sin patología mental por consumo de estupefacientes y abuso de alcohol apreciándose «frialdad afectiva, ausencia de sentimiento de culpa y poca empatía».
«Nos comentó que la relación era muy mala y que la madre le había dejado dormir en casa porque le había visto en un parque», ha relatado una de las forenses que entrevistó el joven.
Sobre el día de los hechos, les dijo que la mujer le atacó con un cuchillo y estaban «los dos muy borrachos» sin que éste hubiera consumido drogas.
«Puso el cuerpo encima de la cama y se puso a llorar. Luego reconoció que se la había comido para deshacerse del cuerpo pensando que no le iban a pillar. Decía que era como una película. Solo salía de casa a por cervezas y tabaco», ha narrado una forense.
Por otro lado, las forenses han expuesto que no se puede determinar la causa de la muerte de la víctima dado que faltan partes del cadáver al haber sido desmembrado y repartido por toda la vivienda. No obstante, sí se aprecian contusiones compatibles con el estrangulamiento y lesiones en un ojo y en la mandíbula.
Se enfrenta a una petición de pena de quince años de cárcel por un delito de homicidio y cinco meses de cárcel por profanación del cadáver. Su abogada solicitará previsiblemente una eximente completa por el trastorno mental que padece, algo que ya se pidió en instrucción y que le eximiría de responsabilidad penal.
HECHOS A JUZGAR
El acusado, a principios de 2019 convivía con su progenitora en un domicilio de Madrid, situado en el barrio de Ventas. Sin concretar una fecha, pero a finales de enero o a principios de febrero, el acusado discutió con su madre y, tras un enfrentamiento verbal, se dirigió hacia ella «sujetándola fuertemente por el cuello, y con el propósito de acabar con su vida, le presionó fuertemente con sus manos hasta lograr estrangularla, causando su muerte por asfixia».
A continuación, el acusado, que se encuentra privado de libertad por estos hechos desde el 23 de febrero de 2019, trasladó el cadáver hasta el dormitorio de la vivienda y lo colocó sobre la cama «con el propósito de ir haciendo desparecer su cuerpo».
Para ello procedió a su descuartizamiento empleando una sierra de carpintero y dos cuchillos de cocina que tenía en la misma casa. Una vez troceado el cuerpo, el acusado se fue alimentando «en ocasiones» durante unos 15 días de los restos cadavéricos, «guardando otros restos en varios recipientes de plástico por la vivienda y en el interior de la nevera que había en el domicilio, arrojando también algunos de ellos a la basura dentro de bolsas de plástico».