El ‘salvador fracasado’: Iglesias deja la política incapaz de sumar en Madrid

El fracaso de Pablo Iglesias tenía algo de crónica de una muerte anunciada. Emulando a Florentino Pérez, cuando pronunció aquello de: “Hacemos la Superliga para salvar todo el fútbol, que está a punto de arruinarse», Iglesias venía a salvar a Madrid, decía, de las garras de la ultraderecha. Ni la Superliga ha terminado de cuajar, ni el proyecto de Iglesias ha arraigado entre los votantes. Quizá la cercanía de fechas ha recordado a los madrileños que ellos, a la hora de buscar salvadores, giran los ojos hacia los héroes del dos de mayo.  Con eso tienen suficientes.

A Iglesias le han fallado todas las previsiones. Buscaba, con su mera presencia, conseguir una coalición de izquierdas en la Comunidad. Liderada por él, para mayor precisión. Solo así, se explica la osadía de ofrecer una coalición a Más Madrid, que tenía, entonces, más del doble de escaños con él a la cabeza. La negativa de García se ha traducido en un ligero aumento de 3 asientos para Unidas Podemos y un sorpasso al PSOE con el que Iglesias lleva soñando algo. Un resultado intolerable.

Más Madrid le come el terreno

Más Madrid ha conseguido conectar con esa izquierda que rechaza la deriva extremista en la que se ha sumido Iglesias y que propone la confrontación guerracivilista como única forma válida de hacer política. Ha intentado enturbiar la campaña con la espantada de la SER y su equipo ha llegado a la violencia física, con sus guardaespaldas ‘bukaneros’ atacando a miembros de la Policía Nacional. Un hecho sin precedentes en la democracia que ha provocado que hasta sus votantes más tendentes a la izquierda, le den la espalda.

Mónica García

La izquierda no busca crispadores, parece haber olvidado Iglesias. Querían un proyecto político cultural y serio que fuera capaz de aglutinar distintas sensibilidades. Su paso por la vicepresidencia no ha parecido amansarle. Alfonso Guerra, histórico socialista, incluso tras 8 años de vicepresidente podía predicar a los “descamisados” e ilusionarles en un proyecto común.

Un castigo al casoplón de Galapagar

“Haz lo que digo, pero no lo que hago”, parecía decir Iglesias. Y su electorado, hasta en Vallecas, su propio barrio, le ha castigado. Parece que los habitantes de su antiguo barrio no comulgan con un candidato de puño en alto y casoplón en Galapagar. La pérdida de credibilidad ha sido absoluta.

No solo no ha aglutinado a la izquierda. Para mayor escarnio, la derecha ha conseguido un resultado que no venían en años, con celebración incluida en la sede de Génova. Hace unos días, en Telemadrid, Lourdes Maldonado pidió a Ayuso que dijera algo bueno de Iglesias. ″¿Algo positivo de Pablo Iglesias? Que ha hecho muy bien en presentarse a estas elecciones, porque tenemos la posibilidad de que su proyecto político desaparezca”, aseguró. Quién iba a decir a la presidenta que tardaría tan poco en ver cumplido su deseo.

Dimisón de Iglesias

La derrota, así, se ha convertido en un trago demasiado amargo, con poca o nula solución a medio plazo. Su opción ha sido una huida hacia delante. La única forma de recuperar algo de la dignidad que perdió bajo capas de crispación.  «Mi conciencia me dice que puedo haberme convertido en un chivo expiatorio. Ser útil para Unidas Podemos es mi mayor aspiración. Creo que no contribuyo a sumar. Dejo la política entendida como política de partido e institucional. Seguiré comprometido con mi país, pero no voy a ser un tapón para la renovación de liderazgos».

Veremos ahora, si con su nueva carrera, de la mano de Roures, consigue templar su ánimo y que el “periodismo crítico” al que dice querer dedicarse no se vea enturbiado, una vez más, por una actitud que le lleve a repetir la frase más demoledora de la noche: “Dejo todos mis cargos”.