¿Y si Sánchez hubiera forzado la maquinaria para perder las elecciones a propósito?

El alud de sondeos sobre qué pasaría en Madrid este 4 de mayo tenía una lectura clara, al menos, en clave socialista: Ángel Gabilondo se jubila. Los resultados han revelado que la interpretación, que era evidente, ahora es irrefutable. Pero el diablo está en los detalles. De hecho, el exprofesor, también excura, ya era un excandidato cuando asumió ser la cara visible del PSOE en las elecciones. Por ello, poco se le podía pedir al socialista más allá de no dormirse durante algún debate que se fue más allá de las 22:00 horas. Otra cosa es cuando hablamos de Pedro Sánchez.

Para muchos, el presidente del Gobierno de España ha sido el gran perdedor en los comicios madrileños. Así, cuando a medio día los distritos de Chamartín, Moncloa, Chamberí, Fuencarral-el Pardo o Salamanca batían récord de participación entre los barrios de Madrid capital no lo hacían con intención de ‘jubilar’ a Gabilondo, salvo algún antiguo alumno todavía enfadado por haber sido collejeado años atrás. Sino un voto protesta contra el propio Sánchez, sus políticas y, a su vez, contra su socio hasta hace poco Pablo Iglesias.

Pero en todo esto algo no huele bien. Y no es tanto que el PSOE haya sacado sus peores resultados en Madrid, sino la esperpéntica campaña de los socialistas. Al fin y al cabo, Sánchez y Redondo no son unos principiantes. El primero, apoyado por el segundo, no solo renació de sus cenizas después de ser expulsado por el PSOE. Además, se convirtió en presidente del Gobierno al promover con éxito una moción de censura y después ganó unos comicios generales. Por ello, es extraño como dos estrategas de tal calado han tolerado ciertas contradicciones ‘estúpidas‘ en las últimas semanas.

«GABILONDO ERA LA ÚNICA ALTERNATIVA» … ¿SEGURO?

El esperpento socialista se forjó desde el principio. Al margen del ridículo ofrecido por las fuerzas de izquierdas y su fallida moción de censura, que incluso defendieron ante la justicia, la obra que habría firmado el propio Valle Inclán empezó con la elección de Gabilondo como candidato. La excusa oficial es que «por tiempos» no se podía colocar otro nombre con más enjundia y se apostó por un candidato, que ya estaba amortizado, que pareció desubicado durante toda la campaña. Un mal candidato es sinónimo de malos resultados, tampoco hay que ser sociólogo para saberlo.

Pero ¿no se podía hacer nada? Las fuentes socialistas explican (y explicaron en su día) que Gabilondo era la única alternativa porque no daba tiempo a más. El problema es que aquellos que aseguran eso son los mismos que hace dos meses cambiaron de un día para otro al ministro de Sanidad, Savador Illa, para que se presentase como candidato a las elecciones autonómicas de Cataluña. Un cambio que se produjo, además, en uno de los momentos más delicados de la historia para España en mitad de una pandemia.

Por ello, si la intención de los socialistas era la de ir a ganar las elecciones a Isabel Díaz Ayuso no se entiende haber utilizado otro nombre más de peso. Además, cuando había uno claro como el de Margarita Robles, una candidata, de hecho, por la que en un principio apostaron muchas fuentes cercanas al PSOE. Aunque hay más. La no salida de Robles se defendió porque no era el momento y no se dio más pábulo. Pero a muchos que les rechinó su no nombramiento, pese a tener una cartera no excesivamente relevante, ahora tras ver los resultados sospechan todavía más.

PROVOCACIONES Y OTRAS CONTRARIEDADES DEL PSOE

La colocación de Gabilondo ya era sospechosa por sí sola, pero Sánchez y Redondo subieron la apuesta. En primer lugar, porque el PSOE madrileño tuvo que lidiar con una continua contradicción entre sus propuestas para la capital y las que tiene para el resto de España. El tema fiscal es el mejor ejemplo de ello. PSOE y Mas Madrid presentaron en febrero una enmienda para elevar los ingresos fiscales en la capital. Por su parte, a nivel nacional tanto Sánchez como el resto de sus ministros han defendido una y otra vez una tributación más dura para Madrid.

Pero todo eso cambió con la llegada de las elecciones. Así, de la noche a la mañana el PSOE madrileño decidió desdecirse de todas sus promesas y sus palabras para prometer que no subiría impuestos. Un nuevo camino para atraer a más votantes que torpedeó una y otra vez el partido a nivel nacional planteando subidas fiscales que han ido desde poner tarifas al uso de las carreteras en el país hasta el intento de eliminar la tributación conjunta en el IRPF.

Demasiadas contradicciones y muy poco candidato para una campaña con tantas cabezas de cartel. Aunque el esperpento alcanzó su máxima dimensión cuando a pocas horas del arranque de los comicios el presidente del CIS, José Félix Tezanos, insultase a los votantes de la derecha llamándolos «tabernarios». Una palabra que ha repetido, con sorna y cierta insistencia, la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso. Al margen del buen o mal gusto de las palabras del máximo representante de un ente público sorprende y mucho por el tiempo y las repercusiones. Y, también, por quien las dice, un experto demoscópico, y por quienes se lo permiten, los estrategas Sánchez y Redondo.

AYUSO, EL OPONENTE ‘NEOLIBERAL’ QUE SIEMPRE QUISO SÁNCHEZ

En resumen, insultar al contrario en unos comicios en los que tu bando está al límite y la única oportunidad es movilizar tu electorado y desmovilizar al oponente es estúpido. Pero todavía más de lo que se puede pensar. En pocas palabras, es tan imbécil que cualquiera es imposible que un experto demoscópico y dos grandes estrategas que ya han conquistado España den ese paso en falso. A no ser, claro, que quisieran que ganase Ayuso. Una alternativa que puede sonar igualmente de cretina, pero que con vistas puestas a largo plazo no lo es tanto.

En realidad, si se piensa bien tiene cierto sentido. En una noche Sánchez ha logrado dos avances muy importantes de cara a perpetuarse como baluarte de la izquierda: en primer lugar, ha ayudado a crear a un oponente orientado claramente hacía la derecha y con el corte ‘neoliberal’ más marcado desde José María Aznar. Un perfil en el que el centro se ve menos identificado frente a otros como podría ser Alberto Núñez Feijoo. En otras palabras, Sánchez y Redondo podrían entender que son capaces de ganarle la partida por el centro fácilmente a Ayuso. En segundo lugar, el adiós de su gran némesis en la izquierda como ha sido Pablo Iglesias.

En el mundo de la política se suele decir que La Sexta y Podemos fueron creaciones de Soraya Sáenz de Santamaria para fortalecer la victoria del PP y Mariano Rajoy. Teorías conspiranoicas o no, en 2016 Rajoy ganó con soltura por el miedo de la llegada de Iglesias. Sánchez ha podido copiar esa estrategia y ayudar a encumbrar a Ayuso de cara a enfrentarla en unos próximos comicios generales. Solo así se explica haber protagonizado una campaña electoral tan surrealista, esperpéntica y que como colofón ha obtenido los peores datos de su historia.

La derecha celebra el inicio del fin del sanchismo, pero quizás es demasiado pronto. Si el presidente del Gobierno ha demostrado algo es su enorme valor como estratega y su poder para renacer de las cenizas. Quizás, y solo quizás, Pedro Sánchez es el único socialista que se acostó con una gran sonrisa. Solo el tiempo dirá.