Iván Redondo aprovecha la guerra por la ley trans para intentar rematar a Carmen Calvo

«Los gritos se oyen desde fuera». Así de contundente se muestran las fuentes a la hora de relatar la relación entre el jefe de gabinete de Presidencia del Gobierno, Iván Redondo, y la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo. Que se llevan mal no es ningún misterio. De hecho, ambos han protagonizado más peleas y conflictos en las altas esferas que escenas de complicidad. Sin embargo, Calvo sangra ahora políticamente y Redondo ha olido esa sangre. La ley trans y la derrota de la postura de la vicepresidenta ante la de la ministra de Igualdad y dirigente de Podemos, Irene Montero, ha dejado a la socialista muy tocada (hasta el punto de que suena su nombre para abandonar el Ejecutivo). Y en este contexto, quien se ha puesto manos a la obra es Redondo, quien la quiere fuera del Gobierno más pronto que tarde para hacerse con parte de sus competencias.

La guerra más sonada en el seno de Sánchez es la que protagonizan Redondo y Calvo. Pero no se trata de un conflicto reciente. Esto es algo que el presidente del Gobierno ha arrastrado desde que prácticamente se formó el Ejecutivo. Las pullas y las puñaladas por la espalda siempre se han dejado ver, pero no hasta el punto de que alguno de los dos estuviera a punto de abandonar su cargo en el Gobierno. No, hasta ahora. Redondo es «mal enemigo», tal y como reconocen quienes ha compartido tiempo laboral con él. Pero es peor cuando no solo te quiere fuera por una mala relación, sino porque quiera hacerse con el control de tus competencias.

La ley trans ha dado a Redondo la oportunidad que quería para echar del Ejecutivo a la más incómoda dirigente socialista (para él, claro). Con la vicepresidenta cuestionada y defenestrada en público, Redondo se dedica a alimentar la idea de que Calvo abandonará el Gobierno más pronto que tarde, así como dejar claro que el presidente del Ejecutivo ya no confía ni en Calvo ni en su criterio. Si no, ¿por qué el presidente se ha echado en manos de Montero para apoyar una ley con la que la socialista lleva meses peleándose? Redondo ha olido sangre y sabe que es una coyuntura inmejorable para echar a Calvo del Gobierno (y más si se tiene en cuenta que el presidente del Ejecutivo prepara una crisis para cambiar nombres importantes y cesar a algún que otro ministro).

Calvo se aferra a un clavo ardiendo. A una reacción concreta que se escapa completamente a su control (y al de Redondo). La vicepresidenta primera confía en que el Tribunal Constitucional tumbará la ley trans, que tan tocada le ha dejado, y dará alas al criterio ideológico de la vicepresidenta. Si esto ocurre, la socialista se sentirá lo suficientemente fuerte como para no abandonar el Gobierno. Pero siempre acechada por un Redondo que espera que todos sus proyectos fracasen.

«Se llevan mal, los gritos se han oído desde fuera del despacho», detalla una fuente del PSOE a MONCLOA.com. No es nuevo que estos dos dirigentes del Gobierno han mantenido un pulso por ver quién tiene más poder en el Ejecutivo. El único escollo para Redondo, hasta ahora, ha sido el apoyo que Sánchez siempre le ha brindado a su vicepresidenta primera. De hecho, pese a haber apoyado el proyecto de la ministra de Igualdad a sabiendas de que Calvo lo rechazaba, el líder socialista ha exhibido en el pasado Consejo de Ministros una defensa a ultranza de su vicepresidenta. Esta complicidad y lealtad siempre ha estado latente y ha sido un incordio para Redondo. Pero ahora, el jefe de gabinete ha encontrado otra vía para forzar su dimisión: que sea ella la que tome la decisión.

El principal problema que ha enconado la relación entre ambos ha sido, como es de esperar por la mayoría, el cruce de competencias. Hasta el momento, Calvo y Redondo no mantenían relación estrecha debido a que cada uno tenía sus competencias bien definidas y no se difuminaban entre el día a día del jefe de gabinete y la vicepresidenta. Sin embargo, han sido los fondos europeos los que han traído la discordia a la casa socialista. La idea del presidente es la de tener un control férreo de este dinero que viene para paliar las consecuencias de la pandemia. Pero dado que no tiene capacidad suficiente, la idea del líder del Ejecutivo es la de ceder parte de las competencias a su núcleo más duro; es decir, a Redondo, a Calvo, al secretario de Estado de Presidencia del Gobierno, Félix Bolaños, y a alguno que otro que goce de la confianza del presidente del Gobierno, como es el caso de la vicepresidenta Económica, Nadia Calviño.

Redondo quiere a Calvo fuera del reparto de estos fondos. No tanto a sus otros «contrincantes», pero sí que no quiere que el criterio de Carmen Calvo se entrometa en cómo se deben gestionar los fondos europeos. Este fue el origen del conflicto. El problema es que este origen se ha enconado con el paso del tiempo hasta convertirse en una guerra socialista fraticida en la que Sánchez no quiere entrar bajo ningún concepto.

LA PURGA Y LOS SUSTITUTOS

El presidente Pedro Sánchez tiene claro que la crisis de Gobierno debe servir para cambiar todo aquello que a su juicio, o no funciona correctamente, o no es del todo leal a los valores “sanchistas”. Por el momento solo hay un puñado de nombres sobre la mesa que están en riesgo de perder sus cargos de responsabilidad. Sin embargo, el presidente ha iniciado su ronda de contactos de forma discreta para tantear posibles cambios tanto en la primera línea de Gobierno como en las autonomías. La idea del presidente es utilizar esta crisis para adelgazar la administración y coparla de cargos leales. Y al mismo tiempo, Sánchez pretende preparar a todas las delegaciones socialistas en las diferentes comunidades autónomas para que se presenten a las elecciones sin dudas internas ni potenciales deslealtades. Vamos, que quiere a gente afín en todos los cargos de confianza para evitar sorpresas.

Sánchez ha puesto a toda su maquinaria a funcionar. Iván Redondo, jefe de gabinete de Presidencia del Gobierno, es el encargado de hacer las entrevistas de trabajo. No es que haya ninguna oferta en LinkedIn de “se busca ministro socialista leal al presidente”, pero sí que desde el departamento de fontanería que dirige Redondo con total control empiezan a tantear nombres mediante reuniones express.  ¿El objetivo? Sustituir a todas las caras que no funcionan, que son incómodas o sobretodo desleales con la mayor celeridad posible. Solo habrá una crisis de Gobierno y será a finales de verano: cuando la vacunación esté muy avanzada y cuando las ayudas europeas estén completamente al caer. Es ahí donde hay que aprovechar para sustituir a determinados nombres de cara a las próximas elecciones.