El activismo de Laya le llevó a exigir al Ejército que no controlara la entrada de Ghali

Parece que la destitución de Arancha González Laya no ha librado al PSOE de su nefasta gestión. Desde el partido ya no se preguntan por qué su activismo le llevó a hacer fuertes inversiones con dinero público en el extranjero para causas como defender los derechos LGTBI en Haití, pero sí que se preguntan qué necesidad había de generar un conflicto internacional con Marruecos por acoger al polémico líder del Frente Polisario. El socavón que ahora gestiona José Manuel Albares en calidad de ministro de Exteriores es tal que normalizar las relaciones con el país vecino parece misión imposible. El jefe de gabinete de Laya ha asegurado ante el juez que la ministra le pidió que diera orden al Ejército del Aire de que no pidieran el pasaporte ni controlaran la entrada del líder militar del Frente Polisario Brahim Ghali, algo que poco ayuda a la labor de Albares.

El diplomático Camilo Villarino, que también fue director de gabinete de la exministra de Exteriores Arancha González Laya, fue el encargado de gestionar la entrada de Ghali en España, pero bajo las órdenes de la polémica ministra. El activismo de Laya llevó a la socialista a exigir incluso al Ejército que no controlara la entrada en el país de este líder militar perseguido por Marruecos porque la titular de Exteriores se siente cercana a la postura del Sáhara Occidental. Ha sido el propio jefe de gabinete de Laya quien ha reconocido ante el juez que desde el Ministerio de Exteriores gestionaron la entrada de Ghali e incluso intentaron ayudar a que pasara desapercibido porque evidentemente eran conscientes de los problemas internacionales que podría traer con Marruecos.

Su destitución como ministra vino de la mano de esta crisis

Su destitución como ministra vino de la mano de esta crisis. Le ha pasado mucha más factura que el dejarse dinero público en defender los derechos de las personas de los afroamericanos en Perú. Pero sea como sea, estas declaraciones de Villarino no ayuda en nada a la gestión que ahora aborda el Ministerio de Exteriores. Normalizar las relaciones con Marruecos es absolutamente fundamental para el país dados los acuerdos políticos y económicos que hay vigentes. El control de la inmigración, de las fronteras, y otros tratos que mantienen empresas españolas en Marruecos hacen del país vecino un socio fundamental al que España no puede renunciar.

Sánchez intentó ayudar a normalizar la relación con el país africano mediante regalos millonarios. Coches, camiones, todoterrenos, cámaras de visión nocturna y cualquier aparato que se le pasara por la cabeza fue regalado al ejecutivo marroquí sin que éstos levantaran la presión. La crisis migratoria de Ceuta fue consecuencia directa por acoger a Ghali y nadie ha sido capaz de calmar las aguas dado que el rey de Marruecos no parece dar su brazo a torcer. Que ahora aparezca el jefe de gabinete asegurando que fue el Gobierno quien tomó la decisión de ocultar la entrada de Ghali no ayuda en nada a los planes socialistas y a la estrategia de Albares.

Podemos darle vueltas a lo ocurrido, pero parece que queda bastante claro una vez escuchadas las declaraciones de Villarino al juez zaragozano. Ghali quiso ir a un hospital en Logroño y la ministra de Exteriores dio la orden de que nadie le pidiera la documentación para que pasara de forma directa. Si no se hubiera filtrado que el líder militar del Frente Polisario estaba en España con un nombre falso, nadie se hubiera enterado. Al menos esta era la idea de la ministra, pero los planes salieron mal y esta decisión acabó por su destitución.

Albares trata por todos los medios de normalizar las relaciones, pero la presencia de islamistas en el gobierno marroquí dificulta mucho más el trato. Ceuta y Melilla han vuelto al tablero y Marruecos se siente con la sartén por el mango para negociar porque entienden que la primera afrenta la hemos hecho los españoles. El problema es que Albares no consigue progresos, al menos no para hacerlos públicos de momento, y Laya sigue manchando la imagen del Gobierno estando incluso fuera del Ejecutivo.

Por el momento, la estrategia seguida por Albares para conseguir sentarse a hablar con el otro interlocutor africano ha sido la de prometer que se revisarían completamente todas las relaciones entre los dos países. La idea es que no se vuelva a repetir lo ocurrido en Ceuta, donde miles de inmigrantes marroquíes y subsaharianos invadieron la ciudad autónoma sin que los controles fronterizos de Marruecos hicieran absolutamente nada, pero también parece que España quiere dejar nuevos puntos claros, aunque desde el PSOE entienden que esta «revisión» de las relaciones bilaterales beneficiará más a Marruecos que a España. Total, ellos tienen la llave del grifo de la inmigración, algo que pone en jaque a todo el país.