La mitad de la población del Líbano vive bajo el umbral de la pobreza y han aumentado de manera «alarmante» las necesidades de ayuda humanitaria, cuando se cumple un año de la explosión que asoló el puerto de Beirut, epicentro social y económico del país, según advierte la ONG Acción contra el Hambre.
La organización señala que los daños en las infraestructuras dejaron viviendas y negocios total o parcialmente destruidos, incluyendo bienes, suministros y equipos, lo que se ha traducido en un aumento del desempleo y de la inseguridad alimentaria para miles de personas.
Según alerta la ONG, la economía libanesa, debilitada por el conflicto sirio, el cierre de las rutas comerciales y el impacto de la Covid19, se ha «desplomado», haciendo que más de la mitad de la población se encuentre bajo el umbral de la pobreza. La caída del PIB se estima en un 40%, según datos del Banco Mundial.
«Un año después de la explosión de Beirut, la situación es catastrófica para la población libanesa, las personas refugiadas y las migrantes. El nivel de pobreza aumenta, lo que supone una presión adicional para las familias traumatizadas por la explosión», ha enfatizado la directora de Acción contra el Hambre en el Líbano, Suzanne Takkenberg.
Además, ha apuntado que la crisis económica, política, social y sanitaria en el Líbano es «alarmante» y que «el acceso al agua y al saneamiento, pero también a la seguridad alimentaria, la nutrición y los medios de subsistencia, es una grave preocupación para la población».
Ante este panorama, y sin capacidad de ahorro, las familias se han visto obligadas a adoptar medidas como reducir el tamaño y el número de las comidas diarias, restringir el consumo de algunos alimentos entre las personas mayores o pedir préstamos.
Esto se ha traducido en un aumento de la inseguridad alimentaria y los índices de desnutrición. Según datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA), el 22% de los libaneses, el 50% de los refugiados sirios y el 33% de los refugiados de otras nacionalidades padecen inseguridad alimentaria.
A la presión que las pequeñas y medianas empresas estaban viviendo a causa del impacto de la Covid19, se sumó a la destrucción de puestos de trabajo asociada a la explosión, tras lo que muchas tiendas y negocios se vieron obligados a cerrar, según precisa la ONG.
«Cuando ocurrió la explosión, yo estaba en casa. Tenía un turno en el hospital, no fui porque toda mi casa estaba dañada. Mi marido tenía los pies heridos, los médicos querían amputarlos», recuerda Suzanne, quien trabajaba como enfermera hasta que ocurrió la catástrofe. Desde entonces, y a causa de las lesiones que sufrió su marido, la mujer dejó su trabajo y ahora se ocupa del negocio familiar, una panadería que heredó de su padre.
Las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) representan más del 97% del total de las empresas privadas del Líbano y emplean a más del 50% de la mano de obra del país. Por ello, la respuesta de Acción contra el Hambre se ha centrado en apoyar este tipo de negocios mediante asistencia en efectivo y asesoramiento profesional, reactivando las economías familiares y el comercio local.
La explosión del puerto de Beirut se cobró la vida de más de 200 personas, dejó heridas a más de 6.000 y dañó gravemente las infraestructuras de la capital del Líbano, especialmente las casas y los negocios de unas 250.000 personas.
Acción contra el Hambre trabaja en el Líbano desde 2006 con un equipo de más de 150 personas, y abastece de agua y saneamiento los asentamientos informales donde viven 1,5 millones de personas refugiadas sirias.