domingo, 15 diciembre 2024

La prohibición de los CFC dio al planeta la oportunidad de luchar contra el calentamiento global

Según los investigadores que miden el impacto del Protocolo de Montreal, sin la prohibición mundial de los CFC ya estaríamos ante la realidad de una «tierra quemada». Sus nuevas pruebas revelan que la capacidad crítica del planeta para absorber el carbono de la atmósfera podría haberse degradado de forma masiva, disparando las temperaturas globales si siguiéramos utilizando productos químicos que destruyen la capa de ozono, como los CFC.

La nueva modelización realizada por el equipo internacional de científicos del Reino Unido, Estados Unidos y Nueva Zelanda, publicada en la revista ‘Nature’, dibuja una visión dramática de un planeta Tierra calcinado sin el Protocolo de Montreal, lo que ellos llaman el «Mundo Evitado». Este estudio establece un nuevo y duro vínculo entre dos grandes preocupaciones medioambientales: el agujero en la capa de ozono y el calentamiento global.

El equipo de investigación, dirigido por un científico de la Universidad de Lancaster, revela que si no se hubieran controlado las sustancias químicas destructoras de la capa de ozono, entre las que destacan los CFC, su uso continuado y creciente habría contribuido a que la temperatura del aire en el mundo aumentara 2,5ºC más a finales de este siglo.

Sus conclusiones, recogidas en el documento ‘El Protocolo de Montreal protege el sumidero de carbono terrestre’, demuestran que la prohibición de los CFC ha protegido el clima de dos maneras: frenando su efecto invernadero y, al proteger la capa de ozono, protegiendo a las plantas de los aumentos perjudiciales de la radiación ultravioleta (UV). Además, ha protegido la capacidad de las plantas de absorber y retener el dióxido de carbono de la atmósfera, evitando así una mayor aceleración del cambio climático.

El equipo de investigación ha desarrollado un nuevo marco de modelización que reúne datos sobre el agotamiento de la capa de ozono, los daños en las plantas por el aumento de los rayos UV, el ciclo del carbono y el cambio climático. Su novedosa modelización muestra un futuro alternativo de un planeta en el que el uso de los CFC siguiera creciendo alrededor de un tres por ciento al año.

Su modelización revela que el l crecimiento continuado de los CFC habría provocado un colapso mundial de la capa de ozono en la década de 2040, mientras que en 2100 habría habido un 60% menos de ozono sobre los trópicos. Este agotamiento sobre los trópicos habría sido peor que el observado en el agujero que se formó sobre la Antártida.

Calculan que en 2050 la intensidad de los rayos UV del sol en las latitudes medias, que incluyen la mayor parte de Europa, incluido el Reino Unido, Estados Unidos y Asia central, sería más fuerte que la de los trópicos actuales y la capa de ozono agotada habría hecho que el planeta, y su vegetación, estuvieran expuestos a muchos más rayos UV del sol.

Las plantas absorben dióxido de carbono (CO2) a través de la fotosíntesis y los estudios han demostrado que los grandes aumentos de UV pueden restringir el crecimiento de las plantas, dañando sus tejidos y perjudicando su capacidad de realizar la fotosíntesis. Esto significa que las plantas absorben menos carbono.

Menos carbono en la vegetación también da lugar a que menos carbono quede atrapado en los suelos, que es lo que le ocurre a mucha materia vegetal después de morir. Todo esto habría ocurrido a escala global.

Los modelos de los investigadores muestran que, en un mundo sin el Protocolo de Montreal, la cantidad de carbono absorbida por las plantas, los árboles y los suelos se reduce drásticamente a lo largo de este siglo. Con menos carbono en las plantas y los suelos, una mayor cantidad de éste permanece en la atmósfera en forma de CO2.

En general, a finales de este siglo, sin la prohibición de los CFC del Protocolo de Montreal consideran que habría habido 580.000 millones de toneladas menos de carbono almacenado en los bosques, otra vegetación y suelos; habría entre 165 y 215 partes por millón de CO2 adicionales en la atmósfera, dependiendo del escenario futuro de las emisiones de combustibles fósiles (en comparación con las 420 partes por millón de CO2 actuales, esto supone un 40-50% más) y la enorme cantidad de CO2 adicional habría contribuido a un calentamiento adicional de 0,8°C por su efecto invernadero.

Las sustancias que agotan la capa de ozono, como los CFC, también son potentes gases de efecto invernadero y las investigaciones anteriores han demostrado que su prohibición evitó su contribución al calentamiento global por su efecto invernadero.

A finales de este siglo, su efecto invernadero habría contribuido por sí solo a un calentamiento global adicional de 1,7ºC. A esto hay que añadir el calentamiento de 0,8ºC recién cuantificado, procedente del CO2 adicional que habría provocado la vegetación dañada, lo que significa que las temperaturas habrían aumentado 2,5ºC en total.

El doctor Paul Young, autor principal de la Universidad de Lancaster, destaca que las nuevas herramientas de modelización «han permitido investigar la Tierra quemada que podría haber resultado sin la prohibición del Protocolo de Montreal sobre las sustancias que agotan la capa de ozono».

«Un mundo en el que estas sustancias químicas aumentaran y siguieran eliminando nuestra capa de ozono protectora habría sido catastrófico para la salud humana, pero también para la vegetación –prosigue–. El aumento de la radiación ultravioleta habría mermado enormemente la capacidad de las plantas para absorber el carbono de la atmósfera, lo que supondría mayores niveles de CO2 y un mayor calentamiento global».

«Con nuestra investigación, podemos ver que los éxitos del Protocolo de Montreal se extienden más allá de la protección de la humanidad contra el aumento de los rayos UV para proteger la capacidad de las plantas y los árboles para absorber el CO2 –destaca–. Aunque podemos esperar que nunca hubiéramos llegado al mundo catastrófico que simulamos, nos recuerda la importancia de seguir protegiendo la capa de ozono. Siguen existiendo amenazas totalmente imaginables para ella, como el uso no regulado de los CFC».

El planeta ya ha experimentado un calentamiento de 1°C con respecto a las temperaturas preindustriales. Incluso si de alguna manera lográramos llegar a las emisiones netas de CO2, el aumento adicional de 2,5°C nos llevaría a un aumento de 3,5°C. Esta cifra supera con creces el aumento de 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales que muchos científicos consideran que es el máximo que puede aumentar la temperatura global para evitar algunos de los efectos más perjudiciales del cambio climático.

El doctor Chris Huntingford, del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido, subraya que «este análisis revela una notable vinculación, a través del ciclo del carbono, entre las dos preocupaciones medioambientales globales que son el daño a la capa de ozono y el calentamiento global».