Peleas con machetes, violaciones, inseguridad en numerosos municipios y un sinfín de arrestos de delincuentes con un largo historial delictivo a sus espaldas. La violencia en las calles de Cataluña es una tónica y un motivo de preocupación para los habitantes de la zona del Maresme, Barcelona y sus alrededores. Sin embargo, estos virus se extienden hacia el interior de Girona, donde las zonas «no go» comienzan a proliferar, como está sucediendo en en el municipio de Salt.
La banda de los ‘Tcharmils’ ha cambiado su estética. Han dejado atrás su pelo rapado y peinado al estilo mohicano. Eso sí, muestran grandes y caros relojes en sus muñecas, anillos de oro y un calzado deportivo de la marca Nike Air Max. Tras este disfraz se esconde su brutal violencia, que practican cuando tienen la más mínima ocasión. La violencia gratuita sin provocación previa es la única norma que rige esta banda, que pretende controlar la zona del maresme, Barcelona y la costa sur de Cataluña. También tienen asentado parte de su territorio en Sabadell y en la ciudad de Girona, así como otros municipios de esa zona.
LOS MENAS, CARNE DE CAÑÓN PARA LA BANDA DE MARROQUÍES
A esta peligrosa banda, cuyos miembros suelen portar armas blancas como machetes y cuchillos, se les están uniendo algunos exmenas, mantenidos por el propio Gobierno catalán. ¿El motivo? Según fuentes policiales, los menores no acompañados no tienen dónde ir una vez que la Generalitat deja de ser su tutor.
«Son carne de cañón para esta banda«, han asegurado. Y es que, estos marroquíes son extremadamente violentos. No dudan en utilizar sus machetes en las peleas callejeras y algaradas. Expertos en saquear, como se les ha visto durante el pasado mes de marzo, y conocen sus derechos mejor que cualquier abogado de Extranjería.
Los tcharmiles emulan a las bandas latinas y no dudan en luchar a machetazos para robar y conservar sus territorios
El principal problema para frenar a esta banda es la ley. Los policías les han detenido en numerosas ocasiones, con pruebas, pero los jueces les dejan marchar libres. Unos porque son menores, a otros porque se les pide pasar cada cierto tiempo por los juzgados, pero desobedecen. Son chavales o jóvenes de entre 16 y 25 años, sin aspiraciones ni trabajo. Tampoco dedican su tiempo a estudiar ni se les da facilidades para ello. Se les abandona a su suerte. Sin el arraigo ni tampoco un sentimiento de pertenencia, las bandas marroquíes, que campan a sus anchas por cada rincón de Cataluña, les captan.
El pasado año, concentraron casi toda su delincuencia en Mataró, con numerosos episodios violentos en la zona. Un asalto a un establecimiento, robos con fuerza, palizas, reyertas… Numerosos delitos que desbordaron a los Mossos d’Esquadra. Este año, la violencia se concentra en un perímetro más amplio. Sabadell, Olot, Girona, Salt, Maresme, Sitges y municipios cercanos, y como no, Barcelona.
PATRULLAS VECINALES, LA ÚLTIMA LÍNEA DE DEFENSA CONTRA LA DELINCUENCIA
Las patrullas vecinales, ante la ausencia y dejación de funciones de las autoridades, han sido el único arma de los ciudadanos de estos pueblos costeros. Los enfrentamientos entre vecinos y los delincuentes tuvieron lugar en El Masnou. Tras estas trifulcas, los Mossos y la Policía Local detuvieron a 15 personas, entre las que se encontraban menores de edad. ¿Por qué no se había actuado antes? Los vecinos aún se lo están preguntando.
Uno de los últimos robos con violencia perpetrados en Cataluña se ha registrado en Vilanova i la Geltrú. Los dos detenidos suman un total de 23 antecedentes, doce robos con violencia e intimidación con armas blancas. El mismo modus operandi que en Mataró y su zona del Paseo Marítimo, cuando se detuvo el año pasado a 12 ciudadanos marroquíes y dos serbios.
Los tcharmiles emulan a las bandas latinas y no dudan en luchar a machetazos para robar y conservar sus territorios. En las redes sociales exhiben fotografías con machetes de grandes dimensiones, mientras los vídeos, grabados por vecinos, muestran como hacen uso de estas armas prohibidas.
Su nombre se conoció en 2014. Entonces sus objetivos eran los ricos y las zonas más turísticas de Barcelona. Sin embargo, con la pandemia, se han tenido que dividir para buscar nuevas víctimas, expandiendo aún más el territorio. Su negocio principal, además de los robos violentos, se centra en el tráfico de drogas, así como su consumo.
ALERTA EN LAS CERCANÍAS DEL PREPIRINEO POR LA OCUPACIÓN ILEGAL
El problema de la ocupación ilegal de viviendas no es exclusivo de la Ciudad Condal, donde durante años se ha permitido y se está permitiendo por el gobierno municipal, con Ada Colau y Jaume Collboni a la cabeza. El problema no es nuevo. Se ha instalado en Cataluña desde hace ocho años y no se ha combatido. Como ejemplo de falta de mano dura, el exalcalde de CiU Xavier Trias llegó a negociar con los ocupas de Can Vies antes de desalojarles.
Con la pandemia, el problema de la ocupación y de la mafia marroquí se ha acrecentado en Cataluña. Ni JxCat cuando ostentaba el poder y la Conselleria de Interior ni tampoco ahora ERC, con Pere Aragonès al frente, han movido un sólo dedo al respecto.
En otras localidades, como Olot (Girona), se ha dado la voz de alarma. El alcalde de este municipio, Pep Berga (JxCat), ha tildado de delincuencia la ocupación ilegal al generar inseguridad en la zona, al tiempo que los vecinos también denuncian la suciedad y el menudeo de drogas.
En vez de dirigir sus ataques contra los delincuentes y poner medidas para solucionar los problemas ocasionados a los vecinos, ERC culpa a los fondos buitre y a la banca. Además, también culpan a los propietarios de los pisos ocupados por no mantener el inmueble en las mejores condiciones. La Policía Local de Olot, por su parte, pide colaboración a los propietarios para estar localizables cuando se producen las ocupaciones. Todo ello, pese a que la propia policía tiene potestad para desalojar un inmueble o actuar en caso de un robo de una vivienda.