Jake Adelstein, el periodista que sobrevivió a la yakuza

El periodista estadounidense Jake Adelstein relata en su libro ‘Tokyo Vice’ (Península) los años en los que comenzó a trabajar en el ‘Yomiuri Shimbun’ en Japón –uno de los periódicos más prestigiosos del país nipón– y cómo sus informaciones sobre la yakuza (mafia japonesa) terminaron por obligarle a llevar escolta tras recibir amenazas.

Más de diez años después de haber dejado su trabajo en este medio, Adelstein vive sin esa protección, aunque reconoce que todavía no respira «tranquilo». «Hay una suerte de Voldemort para mí en la yakuza que sigue vivo, y no hay ningún tipo de amor entre nosotros. Es una especie de preocupación», ha contado en una entrevista el autor, entre la ironía y la inquietud.

Adelstein fue un joven precoz en el país asiático –primer periodista extranjero que entró a trabajar en el ‘Yomiuri’– y a través de ‘scoops’ en las secciones de nacional y sucesos, fue abriéndose camino en el reporterismo y una cierta fama, aunque también ‘amistades’ no deseadas necesarias para obtener información.

«Es verdad que puede haber un componente de Síndrome de Estocolmo en las relaciones con la yakuza, incluso la propia Policía. Hay hasta tendencias favorables dependiendo de la zona. Yo mismo tengo mejores sentimientos hacia la yakuza de Tokyo», ha señalado con humor para después añadir que «aunque haya grupos más benignos, ninguno tiene piedad».

La época en la que se sitúa ‘Tokyo Vice’ –que ya ha sido adaptado por Michael Mann para una serie en ‘HBO’– era un momento en el que «todavía existía un grado aceptable de tolerancia» hacia la yakuza, incluso una década anterior, se debatía si ésta era necesaria para la sociedad.

Sin embargo, a día de hoy ha perdido esa fuerza –se estima que hay 10.000 yakuzas en todo Japón, frente a los casi 90.000 de comienzos de siglo– y Adelstein explica que están tratando de mantenerse a través de una política de «miedo al extranjero». «El argumento común es que si se deshacen de la yakuza, los criminales extranjeros se harán con el país», ha apuntado.

El propio autor sufrió ese rechazo por ser extranjero, algo que sucede más a menudo de lo que parece en el país asiático. «Hay xenofobia y los japoneses se enorgullecen de lo única que es su sociedad. Se miran mucho el ombligo, pero luego hay una extraña necesidad de que eso sea validado por las culturas de fuera», ha señalado.

El final de la yakuza en cualquier caso parece todavía lejano e incluso como cuenta en el libro, las leyes niponas son más laxas que en otros sitios respecto a organizaciones criminales. «Todavía es legal ser miembro de la yakuza y lo que cambió en el año 2011 es que sea ilegal hacerles pagos o negociar con ellos», ha matizado. Algunos políticos también tienden sus redes con la mafia, aunque «la mayoría es porque les deben algo o los necesitan para conseguir votos», ha destacado.

SACERDOTE BUDISTA

A día de hoy, la situación es distinta y Adelstein incluso bromea con el hecho de que cada vez que publica un artículo en el ‘Asia Times’ –también colabora con ‘Daily Beast’– recibe «muchos retuits de una base de fans bastante ‘hardcore'» que llevan siguiendo el trabajo del periodista desde hace años.

De hecho, Adelstein decidió hace tiempo dar un giro a su vida empezando el camino para ser sacerdote budista. «Hay dos maneras de hacerlo, la fácil y la difícil. En la difícil tienes que esperar a la intemperie una semana frente al templo para demostrar que vas en serio y luego pasar dos años de un internado infernal. Lógicamente, yo cogí la segunda, y voy a estar con esto unos 30 años», ha concluido entre risas.