Los pilotos de los vuelos desde Kabul sin apagar motores: «Imposible no sentir empatía»

Los pilotos del Ejército del Aire han relatado este jueves a la ministra de Defensa, Margarita Robles, las dificultades a las que se enfrentaron en el plan de evacuación de afganos desde el aeropuerto de Kabul en una misión en la que no podían apagar los motores en ningún momento entre aterrizaje y despegue, y que les obligó a ir solventando algunos problemas mecánicos sobre la marcha.

«Cuando despegábamos, algunos se ponían a rezar, otros a llorar, era imposible no sentir empatía con esa gente que se va no se sabe a dónde», ha relatado uno de los integrantes del Ejército del Aire durante la visita de Robles a la Base Aérea de Zaragoza.

La titular de Defensa ha rendido homenaje a las dos unidades del Ejército del Aire, el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA) y el Ala 31 que participaron en el plan de evacuación que permitió rescatar a más de 2.000 colaboradores afganos ante el retorno al poder de los talibanes.

Uno de los papeles clave los asumieron los certificadores de que los vuelos podían operar con seguridad en un aeropuerto como el de Kabul, situado a una altura de 2.000 metros y con temperaturas extremas, lo que sumado a que los motores no paraban nunca aumentaba los riesgos de avería.

CARAMELOS PARA NIÑOS

Este personal de mantenimiento viajó en cada vuelo con piezas de repuesto y herramientas, pero también echó una mano en la labor humanitaria de asistir a las personas que embarcaban para salir de Kabul. «Había compañeros que compraban caramelos y se lo daban a los niños para que no le pitaran los oídos en los descensos», ha explicado uno de ellos.

«Estábamos todo el día dándole vueltas. Veíamos las imágenes y tratábamos de anticiparnos a todo, había poca información», ha señalado uno de los pilotos del Ejército del Aire, recordando la tensión vivida antes del primer vuelo con el A400M a la capital afgana, haciendo escala en Dubai en trayectos de unas tres horas.

Luego, con el rodaje, comenzaron a volar «con un poco más de calma». «Cuando ya sacamos tandas de 300 personas, cada vez estábamos más satisfechos», ha puntualizado en uno de los corrillos con la ministra Margarita Robles.

Uno de los momentos más impactantes fue cuando veían la cara de los niños ya a salvo en los aviones, a donde muchos era la primera vez que subían. «Iban mirando alrededor, no daban crédito», ha señalado este piloto, que recuerda que los motores en marcha aumentaba el ruido, por lo que las órdenes muchas veces se daban a voces porque no quedaba más remedio.

«Los motores en marcha era para asegurarnos que no había ninguna avería al parar y volver a arrancar», han comentado, añadiendo que el primer plazo de 30 minutos para estar en pista en Kabul «se quedaba un poco corto», aunque luego se fue alargando a una media de 40 o 50 minutos entre aterrizaje y despegue. «Más o menos nos arreglamos», han enfatizado.

Los pilotos han señalado que a 2.000 metros de altura –en Zaragoza la base está a 250 metros sobre el nivel del mar– los motores no tienen el mismo rendimiento, y que tenían que cuidar también de mantener el avión a unos 30 o 35 grados de temperatura. «Se buscaba la hora más fría del día para maximizar la gente a la que sacar», han indicado.

IMÁGENES DE LA «LIBERACIÓN» DE MUJERES Y NIÑOS

También han reconocido que hubo fallos en algún avión A400M, sobre todo en uno que dio un error en un sensor y a efectos prácticos en el ordenador se indicaba que estaba siempre volando. «Había gente muy experta que daba tranquilidad a la tripulación y a su vez hacía la labor humanitaria durante ese trayecto», ha puntualizado un oficial.

«En todo momento ha sido seguro, pero hemos tirado de experiencia», ha señalado uno de los encargados del mantenimiento de los aviones, pese a los «quebraderos de cabeza» por los sistemas de refrigeración y el fallo en algún sensor. «Un vuelo tardó más del doble por eso, aunque no afectó a la operación», han puntualizado.

Otro de los aspectos tratados con Margarita Robles era que había niños que viajaban sin zapatos por la premura de la evacuación y la respuesta de las mujeres afganas una vez que se sentían a salvo de los talibanes. Una de estas mujeres, por ejemplo, aprovechó una escala para pedir permiso e ir al baño, pasando de ir vestida tapada de pies a cabeza a lucir vaqueros y zapatillas.

«Es la imagen del antes y el después», ha comentado una de las mujeres militares que participaron en la misión. «De la liberación», ha puntualizado la ministra de Defensa.