«El chollo de trabajar en el Metro»: así criticaba su jefe de marketing lo ‘bien’ que viven en el suburbano

El director de marketing de Metro de Madrid, Miguel Oliver, nunca se pensó que acabaría leyendo el Marca como un trabajador más de esta entidad pública de la Comunidad. En este caso, no es algo que aseguren fuentes de Sol, sino que es el propio pasado de Oliver el que habla por sí mismo. Cuando era un redactor más del diario ABC allá por 2010, Miguel Oliver no soportaba las buenas condiciones laborales de los trabajadores de Metro de Madrid. De hecho, le parecían absolutamente beneficiosas comparadas con la del resto de trabajadores. Criticaba desde los días de vacaciones que tenían hasta la seguridad laboral de la que disfrutaban. No se guardó nada porque, para entonces, ¿quién le iba a decir que acabaría siendo uno de esos trabajadores que viven tan bien a costa del erario público? Entonces le parecía algo escandaloso que «el 65% de la plantilla alcanzan los 33.000 euros (3,7 el SMI)». Ahora Oliver se embolsa gracias al puesto en el que le colocó el exconsejero de Transportes Ángel Garrido algo similar a lo que cobra el presidente del Gobierno de España. Y goza de esas condiciones laborales que tanto criticaba cuando era un simple redactor.

«Puesto de trabajo garantizado, créditos hipotecarios con condiciones ventajosas, viajes gratis por el suburbano para los cónyuges e hijos, cursos de idiomas y formación, dietas para comidas, seis días de asuntos propios más otro adicional si el reconocimiento médico se realiza fuera del horario de trabajo…». Así comenzaba el artículo de Oliver del ABC titulado «El chollo de trabajar en el Metro». Se quedó a gusto. Tanto, que puso de vuelta y media a todos y cada uno de los trabajadores de Metro de Madrid. Oliver tenía fijación por lo que ocurriera en este área tan importante de la Comunidad de Madrid. Hasta el punto de que en alguna ocasión tituló noticias en las que criticaba las protestas que protagonizaban los empleados de Metro de Madrid. «Huelga salvaje de Metro de Madrid para evitar apretarse el cinturón», titulaba. Pero esto es algo que dejaremos para más adelante. Ahora centrémonos en la opinión que el jefe de marketing de Metro tenía de los trabajadores de Metro de Madrid.

Oliver criticó entonces en un artículo publicado en 2010 todos los aspectos laborales de los trabajadores de Metro

Oliver criticó entonces en un artículo publicado en 2010 todos los aspectos laborales de los trabajadores de Metro de Madrid. En primer lugar, consideró oportuno publicar que «las condiciones laborales de los empleados del Metro de Madrid figuran entre las más avanzadas y «generosas» de nuestro país» porque «el grado de rotación externa de la compañía se sitúa en el 0,5%, cuando los expertos indican que en una empresa lo «saludable» es que la cifra no sea inferior al 3%». Vamos, que no echan a la gente y que los empleados de la empresa prefieren aferrarse al cargo antes que renovar el personal. Algo que ahora Oliver intenta hacer a toda costa a sabiendas de que hay muchos en el Partido Popular que quieren prescindir de sus servicios. Pero esto no se queda aquí ni mucho menos. Oliver tenía claro que los trabajadores de Metro también tenían muchos privilegios en referencia a su salario, algo que comparaba con el número de SMI que representaban.

«La plantilla de Metro está formada por 7.617 empleados, de los cuales más del 95% tiene contrato indefinido. Ninguno de ellos puede ser despedido», decía entonces. Para acabar su argumento haciendo referencia directa al salario medio. «El sueldo medio de los conductores es de 38.000 euros brutos al año —cuatro veces el Salario Mínimo Interprofesional—, muy por encima del salario medio en España, 21.500 euros«, insistía. Ahora no se le ve levantar la voz por sus más de 70.000 euros anuales públicos que cobra a costa del erario público madrileño. «Las retribuciones para el 65% de la plantilla alcanzan los 33.000 euros —3,7 el SMI—, mientras que los recién ingresados comienzan ganando 26.500 euros, lo que supone el triple del salario mínimo», aseguraba entonces. No hay que olvidar que hablamos de 2010, en plena crisis económica.

Miguel Oliver

Pero no solo eso. Para Oliver lo indignante no eran solo las condiciones laborales de los trabajadores de Metro de Madrid, no. Para el ahora director de marketing de Metro por la gracia de Garrido, las huelgas que protagonizaban estos empleados eran también dignas de artículo. «A pesar de esta situación, los trabajadores han apostado por una «huelga salvaje» por negarse a rebajar en un 5% la masa salarial. En caso de haberse sentado a negociar, se podría haber llegado a un acuerdo para bajar los sueldos en un menor porcentaje a cambio de recortar otros derechos como los días de asuntos propios. Pero la ausencia de encuentros provocará que en las nóminas de julio, sin nadie lo remedia, los sueldos de los empleados sean recortados un 5%», insistía el director de marketing de Metro de Madrid.

Cuando Oliver dejaba entrever lo indignante que suponía esta huelga de los trabajadores de Metro de Madrid, no podía resistirse a la posibilidad de añadir los privilegios de los que los empleados disfrutaban. «La jornada laboral diaria ordinaria para el personal oscila, dependiendo del colectivo entre las 7 horas y media, y las 8 horas. Su periodo de vacaciones es de 30 días al año, más seis días de permiso para asuntos propios y uno más si se realiza el reconocimiento médico fuera de la jornada laboral. Además, el trabajador de Metro tiene otros cinco días más para asuntos propios, aunque estos no serían retribuidos», aseguraba el jefe de marketing de Metro. A lo que «hay que añadir las ayudas que la empresa ofrece a sus empleados para la compra o alquiler de vivienda», según Oliver. Para acabar con un «Metro de Madrid también ofrece cursos de formación gratuita a sus trabajadores para la mejora del desempeño de su puesto, en los que está incluido el aprendizaje de idiomas o nuevas tecnologías».

Decía entonces que nadie se quería ir de Metro porque las condiciones laborales eran muy buenas. Las vueltas de la vida han llevado a Oliver a estar exactamente en la empresa cuya política laboral tanto le indignaba como periodista y como ciudadano. El problema es que quien ahora no se quiere ir de ahí es el propio Oliver, a falta de saber qué opinan los trabajadores de la empresa pública.