El presidente de Vox, Santiago Abascal, no será Rocío Monasterio. En las generales no ocurrirá lo mismo que las autonómicas. Y lo que se ha visto en la Comunidad de Madrid no se verá en la Moncloa. Abascal prevé exigir ministerios y vicepresidencias en caso de que el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, tenga la más mínima opción de gobernar. Pero no solo eso. Abascal está convencido de que ellos tendrán la llave y ampliará sus exigencias a las comunidades autónomas. Las exigencias de Vox se dejarán ver primero en las elecciones de mayo de 2023 y presionarán a los populares para que se escoren a la derecha y cedan los gobiernos autonómicos y municipales al discurso más radical. El peaje será alto. Si Casado quiere gobernar, tendrá que ceder mucho ante Vox. Y no solo en materia de programa, sino que tendrá que dejarles parte de la moqueta.
“El Gobierno será con Vox o no será, señor Casado”, advertía la semana pasada la diputada de Vox Macarena Olona. Esto lo saben en el Partido Popular, razón por la que apelarán al voto útil y por la que pedirán a todo el electorado a su derecha que confíen en el PP para un Gobierno en solitario. Pero las encuestas auguran que ese sueño de Casado será difícil. Desde Vox no se conformarán con un acuerdo basado en determinadas medidas y decretos. En el partido de extrema derecha presionarán por pisar moqueta y por controlar los ministerios que puedan. Algo similar a lo que hizo Unidas Podemos con el PSOE pero añadiendo un punto más a la negociación: las autonomías y los municipios también entran en el saco. O lo toman, o lo dejan.
Desde el PP tenían la fe de que Abascal tuviera la cintura que tuvo Monasterio en la Comunidad de Madrid. La dirigente de Vox tuvo la suficiente elegancia para exigir simplemente un acuerdo basado en el programa dejando fuera las exigencias de tocar moqueta. Monasterio podría haber exigido consejerías, altos cargos de la administración pública o incluso una vicepresidencia autonómica, pero se mantuvo al margen para respetar esa consigna que tanto han repetido desde Vox de que hay que adelgazar la administración pública. En cambio, Abascal juega con otras ideas.
El partido de Santiago se hunde poco a poco. Las encuestas auguran que la moderación de Casado gana adeptos por minutos y la unión del Partido Popular en torno a un proyecto (al margen de las guerras internas) se refleja en los sondeos en forma de más y más porcentaje de voto. Abascal y su núcleo duro han hecho balance y saben que necesitan un giro de guion para conseguir que la crispación social se mantenga al alza y, por tanto, su intención de voto. La única solución, tal y como cuenta fuentes cercanas al partido, para los de Abascal es la de tocar moqueta para demostrar que saben gobernar. O al menos eso es lo que creen. De ahí que quieran exigir moqueta a los populares en caso de que tengan la llave de gobierno.
Al igual que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, entendió que desde Moncloa es mucho más fácil hacer campaña porque puedes demostrar que el cambio está en tus manos, los de Abascal creen que si cogen algún que otro ministerio podrán demostrar a los suyos que no son de extrema derecha, sino una derecha desacomplejada que sabe gobernar.
la relación entre Casado y Abascal no es muy fluida
Desde el Partido Popular, sin embargo, tienen claro que, pese a que pelearán hasta el final, el voto de la derecha estará dividido y que estarán condenados a entenderse con Abascal. Desde la formación conservadora no tienen problema en llegar a acuerdos programáticos con Vox (o eso dicen), pero reconocen que preferirían un gobierno en solitario porque temen por dónde puedan salir desde Vox. A todo esto hay que añadir que la relación entre Casado y Abascal no es muy fluida y que podría haber puntos de inflexión que se convirtieran en problemas serios para la gobernabilidad del país.
Una de las razones por las que Vox quiere gobernar, además de demostrar que saben hacerlo para consolidar la formación, es también la de alejarse del cliché que tanto rehuyen: ese que les tacha de extrema derecha. Vox cree que aplicando sus medidas, a su juicio, de «sentido común», podrán convencer a un electorado conservador que sigue confiando en el PP. Pero exigir moqueta es más una cuestión de supervivencia de partido más que de intento de ‘sorpasso’ al PP.