Un año después, Marruecos sigue sin cerrar con España la fecha para la cumbre bilateral

España y Marruecos no han celebrado una cumbre bilateral desde 2015 y todo parece indicar que la que sería la duodécima aún se hará esperar. Un año después de que la Reunión de Alto Nivel entre los dos países fuera aplazada por la pandemia, la cita sigue sin fecha prevista y aún está por resolver la grave crisis diplomática vivida en los últimos meses.

El motivo alegado entonces por ambos gobiernos para aplazar la cumbre fechada para el 17 de diciembre de 2020 fue la COVID-19, dadas las restricciones vigentes en aquel momento en el país vecino, que impedían su celebración «con las garantías de seguridad sanitaria» convenientes. Por eso, se fijaron una nueva meta en el tiempo, el mes de febrero.

Con el paso de las semanas, y pese a la mejora de la situación epidemiológica en los dos países, la cumbre no volvió a agendarse mientras el Gobierno insistía en que no había ningún obstáculo más allá de la pandemia.

Sin embargo, la coincidencia temporal entre la decisión de aplazar la cumbre y el anuncio por parte de Estados Unidos mediante un ‘tuit’ de su entonces presidente, Donald Trump, de que reconocía el Sáhara Occidental como marroquí tan solo horas antes, hizo sospechar que detrás del aplazamiento había otros motivos.

Habría que esperar aún algunos meses para que Rabat pusiera sobre la mesa la realidad de la situación, que no era otra que su deseo de que España siguiera los pasos de Washington y reconociera la marroquinidad del Sáhara, algo que el Gobierno ha descartado de plano.

EL CASO GHALI

Pero antes había estallado la peor crisis diplomática entre los dos países desde la del islote Perejil en 2002 a cuenta de la acogida en España el 18 de abril por «razones humanitarias» del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, para que recibiera tratamiento contra la COVID-19 en un hospital de Logroño.

Rabat puso el grito en el cielo por no haber sido avisado de antemano como cabía esperar entre países vecinos y amigos y avisó de que habría «consecuencias». Estas llegaron en forma de miles de inmigrantes, muchos de ellos menores, que gracias a la dejadez de las fuerzas marroquíes cruzaron hacia Ceuta entre el 17 y el 18 de mayo desbordando la capacidad de la ciudad autónoma.

El Ministerio de Asuntos Exteriores convocó a la embajadora marroquí, Karima Benyaich, para expresar su «disgusto» y «rechazo» por lo sucedido en Ceuta pero horas más tarde el Gobierno marroquí decidió llamarla a consultas, sin que su regreso a Madrid se haya producido hasta el momento.

Tampoco la marcha de Ghali de vuelta a Argelia a principios de junio dio por zanjada la crisis, aunque sí que hubo un punto de inflexión con el relevo decidido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Exteriores en julio.

LLEGADA DE ALBARES

La salida de Arancha González Laya, a quien Rabat responsabilizaba en gran medida de lo ocurrido –y que de hecho está siendo investigada por un juez de Zaragoza en relación con el caso Ghali– llevó al Palacio de Santa Cruz a José Manuel Albares, un diplomático muy próximo a Sánchez y que desde el primer día no ocultó su deseo de resolver la situación con el «gran amigo» marroquí.

El nuevo ministro de Exteriores ha dicho varias veces que «todas las señales que llegan desde Marruecos son buenas» en base al discurso pronunciado por Mohamed VI el pasado 20 de agosto.

Entonces, el monarca alauí reconoció que la relación había atravesado «una crisis inédita» y dejó claro que aspira a trabajar con el Gobierno español «con toda sinceridad y confianza» de cara a «inaugurar una nueva etapa inédita en las relaciones entre los dos países, sobre la base de la confianza, la transparencia, el respeto mutuo y la honra de los compromisos».

Sánchez dio inmediatamente la bienvenida a estas palabras, «porque sobre la confianza, el respeto y la colaboración presente y futura podemos construir una relación sobre bases mucho más sólidas que las que hemos tenido hasta ahora» y también Albares ha hablado de «una relación estratégica con Marruecos, que sea incluso más reforzada que anteriormente».

SIN AVANCES CONCRETOS

Pero poco más ha ocurrido en estos meses que lleve a pensar en un cambio en la postura de Rabat donde, según reconocen fuentes conocedoras de la situación, la última palabra la tiene siempre Mohamed VI y las cosas no avanzan al ritmo que lo hacen en España. «Lo que aquí nos cuesta tres horas allí puede llevar tres meses», admiten.

Entretanto, del otro lado del Estrecho llegan cada vez más informaciones que hacen dudar de la voluntad de Marruecos de pasar página en su crisis con España. Una de ellas es la instalación de una piscifactoría marroquí en las inmediaciones de las islas Chafarinas.

El Gobierno se quejó mediante una nota verbal cursada a la Embajada marroquí tras constatar la actuación en lo que son aguas españolas «sin los permisos necesarios para esa actividad», sin que Rabat se haya pronunciado al respecto. A esta piscifactoría podrían sumarse varias más próximamente, ya que se ha dado autorización a la construcción de una decena más frente a las costas de Canarias, según ha adelantado ‘El Español’.

A esto se suma también el contrato firmado recientemente por Marruecos con la empresa israelí Ratio Petroleum Energy para explorar la búsqueda de petróleo y gas en la costa saharaui cercana a Dajla, si bien el presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, ha dicho que Exteriores le ha garantizado que el proyecto no colisiona con las aguas canarias.

SIN ENCUENTRO ENTRE LOS MINISTROS

Y pese a todos estos asuntos, a los que cabe sumar la cooperación en materia migratoria y antiterrorista –que el Gobierno asegura que no se ha visto afectada en ningún momento–, Albares aún no ha podido mantener el esperado cara a cara con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, visto como el paso previo lógico a poder retomar la celebración de la cumbre bilateral.

Ambos ministros conversaron por primera vez a finales de septiembre y quedaron en reunirse en persona «próximamente» pero el encuentro no se ha consumado, y eso que ocasiones han tenido. Albares y Bourita coincidieron el pasado 21 de octubre en París con motivo de una conferencia sobre Libia, pero no parecía el marco adecuado.

La celebración en Barcelona el 29 de noviembre de la reunión ministerial de la Unión por el Mediterráneo (UPM) sí que parecía una ocasión más idónea, pero finalmente Bourita llamó un día antes a Albares para informarle de que no asistiría ya que iba a acudir a una reunión entre África y China en Dakar.

El ministro de Exteriores quitó hierro a la ausencia, incidiendo en que Marruecos estuvo representado en la cita, como también lo hace con lo que se refiere a su eventual encuentro con Bourita o la celebración de la cumbre.

«Lo importante no es quién o cuándo se viaja sino para qué se viaja», sostuvo en una reciente entrevista en RNE, asegurando que no es «partidario de viajar para hacerse fotos» sino de hacerlo «cuando hay un motivo para ello». La visita llegará cuando se den «las circunstancias», recalcó.

Mientras esto ocurre, Bourita parece mantener una agenda muy apretada. Así, tras su paso por Dakar, se desplazó a Bruselas, para participar en una reunión de la Coalición contra Estado Islámico, y posteriormente a Berna, donde se reunió con su homólogo suizo.

Ya este martes, mantuvo un encuentro en Budapest con los ministros de Exteriores de Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia –el llamado Grupo de Visegrado– mientras que el miércoles se reunió en Londres con la ministra británica, Liz Truss.