La gran coalición es una idea que espanta a todos los partidos pequeños y medianos. El líder popular, Pablo Casado, ya ha deslizado a los suyos que su idea es la de gobernar en solitario y solicitar, si es preciso, un apoyo en blanco del PSOE para no depender de Vox para formar Gobierno. El único requisito es que no quieren a Pedro Sánchez a título personal. Lo curioso es que esta idea podría hacerse realidad siempre que Casado acceda a hacer lo mismo en caso de que quien a quien le den los números sea al candidato socialista siempre que no sea Sánchez. Fuentes solventes de Moncloa deslizan que ya se ha puesto encima de la mesa del líder socialista un posible acuerdo no escrito entre el PP y PSOE. La idea de Casado (que sonó a delirio en según qué sectores del PP) fue bien recibida por los socialistas porque, por primera vez en meses, Sánchez ha visto la posibilidad de desprenderse de Podemos y de gobernar en solitario. El PSOE ya debate a nivel interno si llegar a un acuerdo no escrito con el PP que contemple apoyar sin condiciones a Casado en la investidura si le dan los números siempre que el Partido Popular se comprometa a hacer lo mismo si la situación es la contraria. Es la réplica del líder socialista aunque desde el PP aseguran que con Sánchez no irán ni a la vuelta de la esquina.
La gobernabilidad de España no depende solo de ideología, también de relaciones personales. El presidente del Gobierno busca como el comer la forma de desprenderse de Podemos y de eliminar la necesidad electoral de pactar con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para conservar la Moncloa a cambio de abundantes de concesiones porque los choques entre los socialistas y los dirigentes de Podemos son «permanentes» desde que arrancó la legislatura, tal y como deslizan las fuentes. Pero al otro lado del abanico político la situación no es distinta. Pablo Casado no tiene una buena relación con Vox. Y la mera idea de que dependerá, según se refleja en las encuestas, de Santiago Abascal para poder formar Gobierno le empuja a diario a buscar soluciones alternativas. Y si a esto le sumamos que la guerra interna del PP no deja de debilitar más su imagen de cara a sus votantes, el resultado es un Casado desesperado dispuesto a pactar con el PSOE con tal de quitarse de encima la presión interna que ejerce la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la que mantiene Vox desde su derecha. Pero con un PSOE que no sea el de Pedro Sánchez.
El primero en dar el paso ha sido Casado. El presidente del PP ha deslizado a varios medios de comunicación que está dispuesto a dejar a Vox fuera del tablero siempre que el PSOE le apoye sin condiciones. Quieren un concepto europeo de la gobernabilidad y demostrar que el PP es capaz de llegar a pactos con cualquiera. Solo hay un cordón sanitario específico para la figura de Sánchez, pero es un escollo que con varias conversaciones se puede salvar. En un principio, Casado pensaba que el miedo a la «extrema derecha» que se vive en el ala izquierda del abanico parlamentario sería suficiente como para presionar a Sánchez para que le apoyara en la investidura. Pero ahora el escenario ha cambiado y Casado ha visto como el PSOE se plantea su propuesta siempre que él dé lo mismo a cambio.
el PSOE debería apoyar a Casado sin condiciones para ser presidente
Las condiciones de este presunto pacto no escrito entre el PP y el PSOE son muy sencillas. Si el PP puede sumar con Vox una mayoría absoluta, el PSOE debería apoyar a Casado sin condiciones para ser presidente. Y si el PSOE suma con Unidas Podemos (o con la plataforma independiente de Díaz) así como con los partidos nacionalistas, Casado deberá hacer lo mismo. La excusa que dirán ambos partidos a los suyos de cara a la galería será que lo han hecho por frenar a la extrema derecha o a los nacionalistas y comunistas, respectivamente. Es decir, que si Sánchez se ve obligado a dar su apoyo a Casado vendería a los suyos que lo ha hecho por evitar que Vox entre en el Gobierno y si es al revés, Casado asegurará que se hizo para excluir del chantaje a partidos nacionalistas y comunistas de las altas instituciones públicas.
Esta idea de un pacto no escrito o de una especie de «gran coalición», que aún no se ha cerrado, está en manos del equipo personal de Sánchez en la Moncloa. El encargado de negociar esto, en caso de que el PSOE tome la decisión de tirarse a la piscina (algo que las fuentes aseguran que no hará hasta 2023, cuando los sondeos sean más fiables y estén más cerca de las elecciones), será Félix Bolaños, el cual mantiene una buena relación con Iván Redondo. Pero aunque se esté sopesando la idea, es cierto que desde el PSOE y desde el PP temen las consecuencias que una gran coalición, aunque sea en negativo), podría tener para la predominancia de los dos grandes partidos en el arco parlamentario.
En Génova, el entorno de Casado lo ve claro porque su situación es más crítica que la de Sánchez. El presidente del Partido Popular se la juega a un todo o nada porque sabe que si no consigue la Moncloa en 2023, su posición al frente del PP estará completamente cuestionada y abocada a un congreso nacional para elegir nuevo líder. A Casado poco le importa cómo conseguir la Moncloa siempre que la consiga y estaría dispuesto a hacer concesiones. Respecto al PSOE, la situación es algo más delicada dado que tiene opciones reales de gobernar. El miedo que viven en Ferraz a la hora de sopesar este pacto es que tienen claro que no podrán prolongar mucho la legislatura si tienen la necesidad de pactar con el PP, algo que inevitablemente les echaría en brazos de los de siempre. Algo que también pasaría en el Partido Popular con la sutil diferencia de que Casado tiene más necesidad de conseguir la Moncloa por cuestión de supervivencia política que Sánchez.
En Vox lo saben y ya han empezado a mover su propia estrategia para desangrar al PP lo antes posible. En el PSOE entienden que gobernar en solitario les traería más beneficio que perjuicio dado que están considerablemente «cansados» de cogobernar con Podemos. Sea como sea, lo cierto es que en una de las mesas de Moncloa está este asunto que no se deliberará con seriedad hasta que se acerquen las elecciones y se vean las encuestas.