El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, ha iniciado, tras ser ratificado en el congreso de Sevilla, una nueva era en el PP y en su propia vida política con el salto a la política nacional, pero también ha activado en paralelo la cuenta atrás para su sucesión, que los populares gallegos deberán afrontar en una doble vertiente: la institucional y la orgánica.
La delegación gallega, compuesta por medio millar de afiliados y simpatizantes, entre compromisarios e invitados, se ha hecho notar en el congreso, tanto en redes sociales como en el propio Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla. Dieron color y animaron entonando ‘A Rianxeira’ y con una gran ovación a su líder finalizadas las votaciones.
Y Feijóo, arropado casi en todo momento por sus colaboradores más próximos, ha tenido gestos con varios dirigentes gallegos. Por ejemplo, en esta segunda jornada de clausura, antes de entrar en el plenario, se fundió en un abrazo con el vicepresidente primero de la Xunta, Alfonso Rueda, el mejor situado en las quinielas para convertirse en su relevo en San Caetano.
El viernes pronunció en gallego una breve parte de su «discurso» y, si bien durante la campaña interna había admitido que le apetecía vivir en Madrid por la «libertad», elevó a «indestructible» su vínculo con Galicia. Este sábado ha profundizado en la idea: dejar Galicia tras 13 años al frente del Ejecutivo gallego –el 18 de abril de 2009 tomó posesión de su cargo por primera vez– supone para él una «renuncia» y «tristeza».
Y lo hace para dar el salto a un escenario estatal que, a su modo de ver, ha degenerado en una suerte de «entretenimiento infantil» y con la convicción de que le lloverán «las críticas» de todas partes. Pero aún así ha afirmado que lo afronta «con ilusión y esperanza» y con la aspiración de construir una España «mejor».
¿NUEVO PRESIDENTE GALLEGO EN MAYO?
En el congreso y a lo largo de estas últimas semanas, Feijóo ha dejado claro algunas cuestiones en medio de todas las incógnitas abiertas: que su reto político es «ganar» y arrebatar el Gobierno de España al socialista Pedro Sánchez, y que, pese a que legalmente sería compatible compaginar el liderazgo del PP de España con la Presidencia de la Xunta, cederá este puesto a un compañero para que dirigir Galicia sea su «única ocupación».
En paralelo, Feijóo medita cómo articulará su oposición y desde qué plaza. La opción de forzar la renuncia de uno de los dos senadores gallegos –Elena Muñoz y Juan Serrano– está sobre la mesa, ya que le permitiría entrar en las Cortes y presidir el Grupo de los populares.
Elija la vía que sea, prevé activar el relevo en el Ejecutivo autonómico a partir de la primera semana de abril (aunque esto no suponga que fructifiquen ya pasos en ella, pueden llegar a lo largo del mes), lo que implica que dimita y que ponga en marcha los trámites que, de acuerdo con los plazos parlamentarios, podrían concluir con un nuevo presidente gallego en mayo.
La dimisión de Feijóo, cuando se produzca, será un hito histórico en la Comunidad, ya que se convertirá en el primer presidente autonómico que deja el poder por voluntad propia –todos sus antecesores se fueron tras perder unas elecciones a excepción de Gerardo Fernández Albor, expulsado por una moción de censura–. El Estatuto prevé el escenario.
En cuanto dimita, con él cesarán los miembros de su Ejecutivo, aunque seguirán en funciones hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno. El sucesor tiene que ser diputado.
En el Legislativo, el presidente de la Cámara, en este caso Miguel Santalices, tendrá que llamar a consultas a los tres grupos (PPdeG, PSdeG y BNG). Solo el PPdeG tiene una amplia mayoría absoluta que le permite presentar una propuesta con éxito.
Y culminada la ronda, Santalices tendrá que formular la propuesta y en un plazo máximo de 30 días tras el cese debe ratificarse la sucesión (aunque este es el máximo, los plazos podrían acortarse significativamente). El proceso institucional se cerrará con un debate de investidura del nuevo presidente y la designación de su equipo.
LA «PREVISIBILIDAD» DE FEIJÓO
Feijóo y también el secretario general del PPdeG, Miguel Tellado, que dirigirá el partido de forma temporal tras la renuncia del de Os Peares –los Estatutos le obligan a ello al tomar las riendas del partido en España–, han trasladado que la máxima será la «previsibilidad» y mantener la «estabilidad».
De acuerdo con estas premisas el nombre al que en el partido se considera lógico –como apuntó públicamente el presidente provincial de Ourense– es el de Rueda. Pero Feijóo tiene otro vicepresidente, el segundo y responsable de Economía, Francisco Conde, y el único requisito legal es que el presidente gallego sea diputado en la Cámara autonómica, donde el PPdeG tiene una amplia mayoría absoluta.
¿Y EL PARTIDO?
Y aunque son procesos diferenciados y no necesariamente tienen que ir de la mano –Tellado podría dirigir durante una temporada más o menos larga la formación, hasta que tenga un nuevo presidente–, dirigentes consultados coinciden en que la solución definitiva deberá encajar las piezas de ambos escenarios y también las distintas aspiraciones u objetivos de los poderes provinciales.
Baltar hasta ahora ha sido el único que ha verbalizado que, si bien el relevo de Rueda sería el lógico, el candidato popular a la Xunta en 2024 debe salir de un congreso. Más dirigentes de la formación consultados son defensores de esta vía. De hecho, quienes, en privado, defienden que un congreso es el único camino para dar pie a un liderazgo «fuerte» han ido en aumento en los últimos días.
La pregunta es cuándo y hay división de opiniones: hay quien ve necesario ese cónclave cuanto antes, quizás este mismo verano, y quienes apuesta por dejarlo para después de las elecciones municipales. «No sé nada y prefiero no saberlo», era una frase muy repetida entre miembros de la delegación gallega en Sevilla, que han vivido el congreso con ilusión pero también incertidumbre por Galicia.
Posponer el congreso para después de las municipales daría lugar a una especie de bicefalia en un partido con carácter presidencialista durante un periodo relativamente largo, si Rueda asciende a presidente de la Xunta y Tellado mantiene, con carácter interino, las funciones de dirección del partido.
Habría más piezas que encajar y hay quién se pregunta qué papel podría jugar un dirigente como el presidente provincial del PP de A Coruña, Diego Calvo, a quien se sitúa en primera línea de una generación de políticos más joven que la de Rueda. Y mientras que la lucense Elena Candia mantiene el silencio, Baltar –aún sin confesar si él tendría interés en presentarse al congreso– no pierde la oportunidad para reivindicar resultados de Ourense.
MÁS PESO GALLEGO EN GÉNOVA
A Diego Calvo, precisamente, Feijóo le ha situado al frente del Comité Electoral, un cargo destacado en un Comité Ejecutivo Nacional en el que ha aumentado el peso gallego. Y es que el de Os Peares también ha metido en su Ejecutiva a los otros tres presidentes provinciales: Baltar, Candia y Rueda (también su vicepresidente primero en la Xunta). Y además, a su vicepresidente segundo, Francisco Conde.
Candia es una de las vocales por designación del presidente, como también lo es el expresidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría, a quien Feijóo considera y ha reconocido públicamente como su padre político. Pero, además, la exministra Ana Pastor, vinculada a Pontevedra, también formará parte del Comité Ejecutivo; mientras que en la Junta Directiva el candidato del PP ha avanzado la presencia de dos conselleiras, la responsable de Política Social, Fabiola García; y la de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez.