Uno fue jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) durante un breve periodo de tiempo y el otro es jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire. Y ambos han hartado a más de un oficial en las Fuerzas Armadas. El compadreo laboral que ha acompañado a Javier Salto Martínez-Avial y a Miguel Ángel Villarroya durante estos últimos años se ha convertido en un tema recurrente de conversación entre los oficiales y entre los altos cargos del Ministerio de Defensa. Sin embargo, que estas «viejas glorias» sigan trufando altos cargos más políticos que militares ha generado una buena cantidad de críticas internas en las Fuerzas Armadas; especialmente el caso del polémico Javier Salto Martínez-Avial, uno de los pocos generales que se ha saltado la vía ordinaria para ascender y que ha sobrevivido a tres ministros, dos signos políticos y varios años como JEMA. Pero ya parece que se acaba la fiesta.
Si Salto ha ascendido, ha sido gracias a su arte de embelesar a los ministros de turno. Su idilio con el poder político vino de la mano del exministro de Defensa Pedro Morenés. Pero después de encandilar al dirigente del Partido Popular, fue capaz de emplear el mismo «arte» con María Dolores de Cospedal y con la propia Margarita Robles. Ahora le califican como un «margarito de manual», pero a la hora de buscar una explicación a por qué Salto sigue ocupando un cargo tan importante como el de JEMA, hay que mirar al compadreo laboral que ha mantenido con el exJEMAD Miguel Ángel Villarroya, quien ahora disfruta de un buen cargo en Washington como onsejero de Defensa en la Misión Observadora Permanente de España ante la Organización de Estados Americanos y Asesor para Asuntos de Seguridad Hemisférica.
Villarroya debería seguir ocupando el cargo de JEMAD, pero la polémica con la vacunación y el haberse pinchado antes que el resto le obligó a dimitir, aunque Robles le buscó una salida digna. En cualquier caso, ese compadreo laboral no ha cesado, pues ambos siguen trufando cargos políticos y militares de mucho prestigio pese al deterioro de su imagen y a su avanzada edad. Todo empezó con Morenés y con la obsesión del ministro en premiar a quien le «protegió» tras un gravísimo y terrible accidente de un helicóptero militar en Canarias (que luego volvería a ocurrir). Desde ese momento, Salto ascendió. Y Villarroya de la mano de quien entonces estaba en el Mando Aéreo de Canarias (MACAN).
Tras cubrirle las espaldas a un Morenés que se despidió de Defensa con honores para ir, al igual que Villarroya, a Washington, Salto pudo ascender haciendo una pequeña «trampa» que le permitiría saltarse a todos los demás tenientes generales que pretendían ascender por la escala ordinaria. Morenés le coló en un puesto del gabinete de Defensa para que consiguiera los galones sin necesidad de enfrentarse a nadie más. Así se mantuvo durante el mandato de Cospedal.
El arte de embelesar el oído que ya había refinado considerablemente Salto le llevó, años después, a JEMA, pues la ministra popular se obsesionó con colocarle en ese puesto, y es aquí donde el compadreo laboral entre Villarroya y Salto comenzó a ser la norma que rigió el Ministerio de Defensa. Cuando el ya teniente general dio el salto a JEMA, hizo un guiño a Villarroya y le colocó en su antiguo puesto. Otro teniente general en el gabinete que después devolvería el favor a Salto cuando éste se convirtió en 2020 en JEMAD. En ese momento, el nombramiento del jefe del Estado Mayor de la Defensa lo designaba el Ejército del Aire. Ni que decir tiene que los contactos de Salto tuvieron mucho que ver con colocar a su íntimo amigo de JEMAD para que, poco después, el teniente general canario pudiera seguir como JEMA.
Este compadreo laboral entre estos dos oficiales militares no es ajeno a las Fuerzas Armadas y ya son demasiadas las quejas por la permanente supervivencia de Salto y de Villarroya. El segundo cayó en desgracia por vacunarse antes de tiempo y emplear su puesto para saltarse la cola. Pero el primero se mantiene a flote de forma inexplicable para muchos altos cargos militares. Es el cuento de nunca acabar y Salto no es precisamente un teniente general respetado en las Fuerzas Armadas, tal y como deslizan fuentes del ministerio. Pero a esta ecuación hay que añadir algo: la influencia de Margarita Robles.
El JEMA ha sido de los primeros en acudir a la taquilla a pedir el galón de «margarito»
La ministra de Defensa solo tiene un requisito: serle extremadamente leal y, de vez en cuando, embelesarle el oído. Estas son dos cualidades que Salto exhibe con cierta normalidad y algo que le ha permitido sobrevivir bajo el mando de Robles. El JEMA ha sido de los primeros en acudir a la taquilla a pedir el galón de «margarito» y la titular de Defensa se lo ha concedido con honores. Es cierto que «su arte» no llega al punto de Juan José García de la Cruz, pero sí que le ha valido que Robles le dé el visto bueno para mantenerse a flote en las Fuerzas Armadas. Villarroya también había pedido los galones, pero cometió el error de ser defenestrado por la opinión pública, algo que le complicó la vida a Robles. Aún así, la ministra siempre es fiel a sus «margaritos» y no dudó en colocarle en un pomposo puesto en Washington.