Es difícil que un funcionario de esos que se eligen a dedo y que ascienden por méritos ajenos sea reconocido en diferentes ministerios. La mayoría son anónimos. Pero el caso de Lucía Velasco Jones es muy distinto. Esta economista entró en el Gobierno con el PSOE y desde entonces se ha convertido en una pelota de tenis laboral que los altos cargos se pasaban por el mal ambiente de trabajo que generaba, tal y como aseguran fuentes del Ejecutivo. Ahora, Nadia Calviño, ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, la ha cesado definitivamente dado que el único motivo por el que ha sobrevivido tantos años en el Ejecutivo ha expirado. Sin su ángel de la guarda, un alto cargo de Moncloa que la llevó al gabinete de Presidencia del Gobierno, desde el Gobierno respiran muy aliviados por haberse quitado de encima a la funcionaria «más odiada».
El PSOE no sabía dónde colocarla, pero sí que sabían que había un alto cargo de Moncloa, íntimo contacto de Lucía, que estaba dando la orden de que había que colocarla. Lucía Velasco Jones ha formado parte de los gabinetes de Presidencia del Gobierno; Ministerio de la Presidencia; Ministerio de Industria, Energía y Agenda Digital, así como, en el Congreso de los Diputados. Después de rebotar por todos estos puestos, acabó en el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI). Y ahora Calviño la ha fulminado poniendo fin a la historia de nunca acabar. Por cada ministerio por el que pasaba, dejaba un rastro de críticas tan exagerado que se ha dado a conocer por todo el Ejecutivo. Y ahora son más los aplausos que los llantos después de que Calviño la haya fulminado.
El primer traslado de Lucía vino forzado por el propio Iván Redondo
Muchos auguraron que Calviño sería su fin por su pasión por cesar asesores, pero no fue ella quien puso la primera piedra del que sería su fin en la política. Quien demostró a todos que Lucía Velasco Jones sería un problema para la administración fue el exjefe de gabinete de Pedro Sánchez, el mismísimo Iván Redondo. El primer traslado de Lucía vino forzado por el propio Redondo después de que se quejara al propio presidente de ella. Llegó a tal punto el nivel de desesperación, que el jefe de gabinete ofreció su puesto su el equipo se empeñaba en mantener a la «funcionaria más odiada» en el seno de Presidencia del Gobierno.
La única razón por la que Velasco ha sobrevivido tanto tiempo en la administración pública es por su ángel de la guarda. La misma persona de Moncloa que trajo a Lucía Velasco Jones al gabinete del presidente fue la que consiguió que se mantuviera a flote a esta funcionaria recientemente cesada. La relación estrecha entre ambos le valió una supervivencia cobrando altos sueldos durante mucho tiempo. Pero a Calviño, una hooligan de los ceses en grupo, poco le ha valido los avales de Lucía Velasco Jones. No solo la ha cesado fulminantemente sino que la vicepresidenta del Gobierno ha aprovechado la coyuntura para echar a otros tantos.
Los grupos de Whatsapp de algunos de los ministerios celebran con efusividad el cese de esta funcionaria. Es raro que una persona, pase por donde pase, deje un mal recuerdo. Pero lo cierto es que Lucía Velasco Jones ha sido capaz de poner de acuerdo a prácticamente todos los trabajadores públicos que coincidieron con ella. El odio es generalizado. Algo que ya advirtió Iván Redondo cuando tuvo unas palabras acaloradas con el presidente por esta funcionaria.
Fuentes directas del Gobierno cuentan que trabajar con esta economista era un «auténtico infierno» por miles de razones. El trato personal, la principal. Pero también se ha hablado de otras cuestiones. Los más discretos tan solo hablan de «desencuentros profesionales y personales», pero lo cierto es que esos desencuentros han sido la norma en el Gobierno desde que Moncloa se esforzó en colocar con un puesto a Jones. Por su puesto, la versión oficial es que el cese de Lucía Velasco Jones no tiene absolutamente nada que ver con que generara mal ambiente. Quedaría raro asegurar que el cese de esta «profesional» viene dado porque ha conseguido poner de acuerdo a todos los trabajadores y a todas las trabajadoras con los que ha coincidido.
Velasco ha salido porque Calviño así se lo ha propuesto. Pero antes ha sobrevivido por muchos otros sitios de la administración pública sin que nadie se atreviera a tocarla. Lo primero que se hizo después de que Iván Redondo exigiera su salida fue pasársela entre ministerios como una pelota de tenis. Nadie la quería, pero su ángel de la guarda hacía que nadie se atreviera a cesarla. El cúmulo de quejas que hay de Lucía por el Gobierno es lo suficientemente grande como para mencionar su nombre en casi cualquier ministerio y que los asesores la conozcan. Y los que la conocen, no tienen precisamente buenas palabras sobre ella.