El juez Enrique López parece que no lleva unos días muy sencillos de tragar. Sus aspiraciones para hacerse con el cargo de Ministro del Interior, ante una eventual llegada del Partido al Poder, se han ido esfumando poco a poco y en este momento de su carrera solo le queda aferrarse a la poltrona, el mayor tiempo posible, a pesar de todos los desplantes que le han hecho.
Al diputado le están pasando la factura de su pasado «casadista». No le perdonan que en el momento más álgido de la tensión entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, rápidamente tomó posición y se decantó por el el presidente del Partido Popular, pese .
Fuentes del partido aseguraron a este medio que la presidenta de la Comunidad de Madrid jamás le perdonará que cuando comenzaron a circular los rumores sobre las supuestas irregularidades en la compra de las mascarillas, donde aparece mencionado Tomás Díaz Ayuso, hermano de la presidenta y el motivo por el cual estalló la crisis interna en el partido que devino en el nombramiento de Alberto Núñez Feijóo como nuevo presidente de los populares y que dejó por fuera a todo lo que tuviera tufo a Pablo Casado dentro de la organización política.
Sin duda alguna, lo más cercanos a López señalan que el magistrado no supo aprovechar toda la confianza que Díaz Ayuso había depositado en él, pues durante mucho tiempo fue una ficha clave, que gozaba de la simpatía de la presidenta de la Comunidad de Madrid, al punto de tener reservada la plaza a su mano derecha en la Asamblea cada jueves.
Todo comenzó a ir de mal en peor después de febrero, pero en este punto, dicen desde lo más interno del PP, que es «vergonzoso» el papel que hace López, pues pretende pasar en silencio la tormenta, hasta que le toque, porque de ninguna manera piensa salir de las filas del partido.
Aseguran que todavía antes de la coronación de Díaz Ayuso como presidenta del PP Madrid , en mayo, Enrique López tenía la esperanza de que ella cumpliera la promesa que alguna vez le hizo de convertirlo en su vicepresidente y aunque muchos a su alrededor le advirtieron que estaba pecando de iluso, el diputado insistía en que tenía posibilidades.
Tras esa primera desilusión, donde le tocó asumir que su carrera política dentro de la Comunidad de Madrid había llegado estrepitosamente a su fin, López ha optado por el ostracismo absoluto, apareciendo solo lo estrictamente necesario, para no dar pie a más desplantes, porque son cada vez más los miembros del Partido Popular los que le evitan, lo excluyen y le recalcan, cada tanto, que, de momento, nadie confía en él.
Todo comenzó tras aquella incómoda rueda de prensa del 18 de febrero, donde se suponía que Enrique López debía estar, como consejero de Presidencia, Justicia e Interior, pero que a último momento no apareció. En ese evento solo estuvieron Javier Fernández Lasquetty, consejero de Economía, Hacienda y Empleo, y Enrique Ruíz Escudero, consejero de Sanidad. Estas dos personas salieron a dar la cara y a defender la legalidad del contrato otorgado a Tomás Díaz Ayuso, pero a López no se le vio por ningún lado.
Esa ausencia provocó la ira de la presidenta de la Comunidad de Madrid y se convirtió en la estocada final para López. Desde aquel entonces, los comentarios de todos los que han estado a su alrededor, van de cómo él la evita y ella apenas lo determina, al punto de que muchos de sus más cercanos colaboradores han optado por hacerle llegar a el juez que procure no aparecer en ciertos eventos y reuniones para evitar más situaciones incómodas.
Toda esta situación ha sido una enseñanza política para los miembros del Partido Popular, pues al final, lo sucedido con Enrique López les ha demostrado que las lealtades van más allá de la sonrisa cómplice en una reunión, pues a la hora de la verdad toca plantarse y demostrarlo con contundencia.
El juez está muy consciente de su situación, pero sus allegados dicen que la soberbia le ha ganado la partida porque ha llegado a reconocer que no está arrepentido, a pesar de que con su «traición» a Isabel Díaz Ayudo le ha tocado olvidarse, para siempre, de la más mínima posibilidad de llegar a ocupar una poltrona como ministro del Interior; la aspiración que durante muchos años le robó el sueño.