El pueblo navarro que despeña a un toro por un acantilado: «No es maltrato animal, es típico»

En el ayuntamiento de Falces, en Navarra, están de fiestas patronales desde el pasado 13 de agosto y la celebración incluye un encierro en el que despeñan un toro por un acantilado, en nombre de una tradición mejor conocida como el «Encierro del Pilón» en el que cada año hacen correr a los animales por senderos estrechos en una cuesta que está al borde del precipicio.

En las redes sociales circuló el video de lo ocurrido este fin de semana, donde en medio del encierro uno de los animales cae por un acantilado, frente a la mirada de cientos de personas que participaban del acto, sin importarles el maltrato que sufrió el animal.

En Monlcoa.com intentamos conversar con alguna autoridad del ayuntamiento de Falces, pero fue imposible, pues la sede municipal se encuentra cerrada por las fiestas del pueblo y no será hasta la próxima semana que los empleados, desde la alcaldesa Sara Fernández hasta el resto del personal, vayan de nuevo a trabajar.

Solo el agente número 5 de la policía municipal atendió al teléfono y tras ser consultado sobre lo ocurrido con el animal que cae por el despeñadero aseguró: «Eso no es maltrato animal, es un encierro muy típico. Busca en internet ‘Encierro del Pilón de Falses’ y verás que es lo típico», dijo el uniformado a través de una conversación telefónica con este medio.

Este evento fue condenado por muchas personas en las redes sociales; cuestionan el hecho de que se justifique este tipo de maltrato animal, a estas alturas del siglo XXI, con la excusa de unas fiestas típicas de un pueblo, y más aún que los habitantes del pueblo aplaudan este tipo de espectáculos y que las autoridades del pueblo las consientan.

De acuerdo con el testimonio del policía, lo que ha ocurrido con el video del toro que se ve caer por el despeñadero ha sido malinterpretado, pues según la explicación que ofreció el funcionario, lo que sucede es que a veces los animales se salen del recorrido que deben hacer y caen por los precipicios, pero son rescatados, todo esto en nombre de una tradición.

«¡Tras dos años de larga espera… Vuelve el ‘Encierro de El Pilón’ de Falces, Navarra! Vuelve la emoción, la velocidad, el vértigo, la adrenalina«, de esta manera el ayuntamiento de Falces anunciaba el regreso de las festividades del pueblo, tras los dos años de parón a consecuencia de la pandemia ocasionada por la Civid-19, pues por lo visto, las autoridades locales tampoco ven nada de malo en el hecho de que se utilicen los animales para este tipo de actividades, a pesar del riesgo que significa que se puedan ir por los acantilados.

Esta festividad navarra se celebra en honor de la virgen de Nieva, siempre a mediados de agosto y consiste en que los mozos del pueblo guían a los animales por un tramo de camino de aproximadamente 800 metros hasta el corral El Pilón, pero está muy asociada a la orografía de la región, por lo que la corrida se hace justo en un cerro que tiene a un lado la pared de la montaña y al otro lado un acantilado, pero para los navarros este parece ser justo el atractivo de la celebración, pues todo el recorrido supone un gran peligro tanto para los mozos como para los animales.

De acuerdo con los registros históricos que se encuentran en la red, estos encierros datan más o menos de 1752. En principio solo se trataba de llevar los animales de un lado a otro, a través de ese sendero empinado, pero con los años fue evolucionando y se convirtió en el típico encierro en el que los mozos compiten a ver quién hace el recorrido más rápido.

Más allá de la barbarie que supone justificar con una fiesta típica el hecho de que se haga caer un animal por un despeñadero, con la excusa de un encierro, lo insólito es que no sea posible ubicar a ninguna autoridad de un ayuntamiento durante toda una semana, porque están de celebración. Si bien es cierto que en agosto medio país se paraliza por el verano, lo justo sería que por lo menos hubiese un personal de guardia en los organismos públicos.

Moncloa.com estuvo llamando al número telefónico de la sede del ayuntamiento y no había ni una sola persona en el edificio que pudiese atender la llamada. Posteriormente se intentó establecer comunicación con la oficina de turismo y fue allí, tras varios intentos, que una guía turística que se identificó como María Eugenia Jiménez atendió para informar que era imposible conversar con el despacho de la alcaldesa hasta la próxima semana, pues ella y todo su personal se encontraban de fiesta.